Pedro G. Paúl Bello Weblog

domingo, noviembre 13, 2005

Injusticia y falsedad

Conocí por una amiga el contenido de este artículo, "De Pio XII al Arzobispo de Caracas Mons. Urosa" del Sr. Angel Rivero, persona ésta a quien no conozco y de la cual ignoro su manera de pensar.

Respondí de manera privada a la persona amiga, con mis razones por las cuales, a mi manera de ver, era una ligereza transmitir por esta vía un texto plagado de errores y ofensas, tanto por sus apreciaciones sobre las actuaciones del difunto Santo Padre frente al nazismo y en el caso de la persecución del pueblo judio, como en relación al reciente discurso de toma de posesión del arzobispado de Caracas pronunciado por el Excmo. Monseñor Jorge L. Urosa Savino.

Le expresé a esta amiga que es bueno que nos acostumbremos en esta lucha contra el totalitarismo que padecemos, a no disparar antes de pensar. Así se cometen errores trágicos como muchos que ilustran historias lamentables de tiempos de las resistencias francesa e italiana. Por lo demás, le dije, no es malo recordar las toneladas de basura escritas contra Pío XII señalándole como cómplice de los nazis en sus atrocidades contra los judios, completamente refutadas por abundante documentación y testimonios de personas miembros de ese pueblo ferozmente perseguido y martirizado. ¿Qué hubiera sido de los miles y miles de judios que pudieron salvarse gracias a la prudencia del Papa Pacelli? ¿Que hubiese pasado si Pio XII, para demostrar egocéntricamente su valor, hubiera despotricado de Hitler a través de la Radio Vaticana y de l'Observatore Romano?

No puedo aceptar lo que se afirma en ese escrito sobre Pio XII y en honor a la verdad y como católico protesto por esa infamia, miles de veces repetida por los enemigos de todo signo y de todo tiempo de la Santa Madre Iglesia.

También protesto y no puedo aceptar que se diga que Mons. Urosa no ha abierto la boca en todo este tiempo, pues es una falsedad inmensa, fácilmente demostrable como tal por hechos documentados.

Mons. Urosa es un sacerdote de intachable trayectoria. Su prestigio, enorme en el ambiente del clero nacional, trasciende hacia lo externo. Formador de sacerdotes de larga experiencia, famoso por su firmeza, su claridad de pensamiento y su rigurosidad tanto en materias de Fe como de comportamiento, pero a la vez sencillo, humilde y cordial como corresponde a verdadero un discípulo de El Señor.

Su misión como Pastor no es nada fácil en los tiempos que vive Venezuela, casi aprisionada en las fauces de un régimen totalitario y avallasador, portador de un "proyecto" infame cuyo propósito es desatar en contra de la Humanidad un conflicto bihemisférico.

Mucho más efectivo, en situaciones como ésta, es seguir conductas equilibradas dentro de una prudencia bien entendida - que algunos, por ignorancia confunden con miedo o complicidad - que abrir la capa del egocentrismo protagonista ante las embestidas de la fiera. Tal conducta prudente caracterizó al trabajo y acciones de Karol Wojtyla cuando actuó dentro de Polonia como sacerdote, como Obispo auxiliar, luego como Arzobispo y después Cardenal de Cracovia, así contra el totalitarismo nazi como contra el comunista. Fue esa misma línea la que se convirtió en uno de los factores fundamentales del derrumbe del régimen de la URSS en tiempos de su desempeño como Juan Pablo II. Fue éste, excelso ejemplo del adecuado ejercicio de la virtud de la prudencia.

En el campo político y, repito, por ignorancia o desconocimiento de su significado como virtud, la prudencia es vista por algunos como refugio de conservadores, de pacatos y de cobardes. Resulta que, muchas veces, tal actitud procede de la perversa invocación de la "prudencia" que, precisamentes, tales tipos de personajes suelen hacer para justificar sus conservadurismos, indecisiones, miedos o complicidades.

Pero tales deformaciones, reales o ficticias, nada tienen que ver con la virtud. Todo político, y en particular todo político cristiano, debe tener a la prudencia como virtud rectora de sus actos. Las acciones más audaces, más radicales en procura del bien, más profundas, requieren de la prudencia, no para mediatizarlas, limitarlas o neutralizarlas, sino precisamente para que sean verdaderamente eficaces y honestamente orientadas hacia el Bien Común General.

Es bueno recordar que la providencia o previsión es una de las varias partes integrantes de la virtud de la prudencia; podemos decir que es su elemento clave pues permite visualizar fines lejanos y consecuencias futuras de los propios actos, disponiendo y ordenando los medios adecuados y oportunos a fin de controlar los riesgos negativos en dichas consecuencias posteriores; también están, entre otras partes de la prudencia, la cautela y la circunspección frente a lo que pueda obstaculizar los propósitos legítimos, aportando atenta consideración sobre la conveniencia o no de las acciones.

Debemos luchar a fondo para erradicar de nuestro pueblo el mal hábito de la negación. Como decía Don Mario Briceño Iragorry, así no se construye un verdadero pueblo; un pueblo que, con continuidad histórica como tal, permita asentarse sólidamente una Nación. Hemos vivido, a lo largo de nuestra historia nacional, de negación en negación. Pareciera ser de nuestra sangre el negar lo bueno que hace otro de nosotros; lo bueno que es; los méritos que merece y los que se les reconocen. Por vivir de negación en negación hemos llegado al punto en el que estamos. Superar ese defecto es un deber en el que nos va la vida como país civilizado.