Pedro G. Paúl Bello Weblog

jueves, octubre 04, 2007

INTRODUCCION AL SIGLO XXI-CSA-211-PARTE 2ª

Curso “Introducción al Siglo XIX- CSA 211. USB. 2007.

NOTAS SOBRE EL TEMA 1º, “ETHOS Y VALORES EN EL PROCESO HISTÓRICO-POLÍTICO DE VENEZUELA” de MASSIMO DESIATO, MIKEL DE VIANA y LUIS DE DIEGO, En “EL HOMBRE. RETO, DIMENSIONES Y TRASCENDENCIA, UCAB, Caracas, 1993”.

Parte 2ª.


V. LA EMANCIPACIÓN.

La guerra de Independencia que, como guerra, se inició en Venezuela en 1812, surgió en momentos cuando el movimiento cultural llamado “La Ilustración” estaba comenzando ya decaer en Francia e Inglaterra que fueron sus cunas, y también en España y en toda Europa.
La Ilustración fue la revolución intelectual de la subjetividad que, en su manifestación primera, que fue la cultural, puso su acento en las virtudes y capacidades de un ser humano cada vez menos sujeto a la fe y la ética, que le hacían vivir dependiendo de la voluntad divina y de normas de comportamiento sentidas como externas a su propia realidad humana.
Los grandes valores durante la Ilustración fueron: el primero de ellos, la Razón, asiento fundamental de toda sistematica ética, estética y de conocimientos que, como tendencia, fue llamada Racionalismo. Luego, el pragmatismo; la imitación, pues se consideraba como defecto la originalidad; el idealismo; el universalismo; la creencia en la bondad natural del hombre; el laicismo como anticlericalismo; la búsqueda de la felicidad y el optimismo basado en un supuesto gran poder del ser humano.

a) El estallido de la subjetividad. La Independencia fue el ambiente propicio para que toda esa carga de subjetividad que arrastraba el alma de nuestro habitante, pudiera dar riendas sueltas a la manifestación del héroe ansioso de gloria y admiración. Los valores guías, a imitación de las revoluciones francesa y norteamericana, fueron la libertad y la igualdad.

b) Las contradicciones por intereses. Tales valores, compartidos por casi todos, tenían, sin embargo, diferentes significados según se tratase de peninsulares, blancos mantuanos, pardos, negros y esclavos. Obviamente, los peninsulares rechazaban las aspiraciones de todas las otrass clases. Los mantuanos pretendían igualdad con los peninsulares y libertades de comercio externo, pero rechazaban acerbamente todo igualitarismo o pretensiones libertarias de los grupos socialmente subordinados. Los pardos y demás sectores del mestizaje querían libertades e igualdad, pero respecto a los mantuanos, enemigos también de negros y esclavos. Esa diversidad de objetivos frustró toda posibilidad de Independencia hasta 1816, cuando, con su clara visión, El Libertador entendió que ese objetivo solamente sería posible sobre la base real de la participación de todos en la guerra.

c) Frustración general. Finalizada la guerra, la frustración general enterró los sueños subjetivos. Los únicos héroes fueron los generales victoriosos. Sólo para ellos fue la admiración; ellos se quedaron con el poder y las tierras. La tierra, en Venezuela, ha sido símbolo de prestigio, poder y riqueza. En cada cambio político, fundamental o no y a lo largo de nuestra historia, los vencedores han acaparado con hambre rabiosa las tierras que, a su vez, habían “conquistado” anteriormente los vencidos. Los más humildes, “carne de cañón”, nunca han vencido verdaderamente: ¿En qué puede consistir esa su victoria? En alcanzar una vida digna de la persona humana.

d) Un nuevo ethos de la subjetividad venezolana. Este nuevo ethos se caracteriza por tres elementos integrantes: el igualitarismo, la adopción de modelos adaptativos y la solidaridad general de los sectores marginados.
1.- Igualitarismo. Pero, con todo, la guerra de Independencia, vivida con tanta violencia y muerte, “dejó definitivamente signado el ethos de la subjetividad criolla con un arraigado sentido del igualitarismo: nuestra cultura rechaza apriorísticamente todo princpio discriminador”.
2.- Modelos adaptativos, “El conflicto con la realidad quedó sublimado en modelos adaptativos de liberación nacional (en vano se buscarán en Venezuela formas de trato reverente o modelos de interacción que, sin embargo, son tan frecuentes en el resto de América Latina).”[1]
“Y, de modo semejante, otra vía de liberación parecería ser esa moral sin normas [sincretismo] , pero llena de sueños, de proyectos irrealizables, universalmente permisiva, en la que la única constante es el sujeto y su más o menos patente rechazo de todo lo que encuentra en la realidad objetiva como límite de sus sueños prometeícos.”[2]
3.- Solidaridad. Al igualitarismo y a los “modelos adaptativos de liberación”, podemos añadir un tercer componente, parte fundamental de los modelos adaptativos del nuevo ethos venezolano: aceptar mientras se pueda tolerar y sacar beneficios individuales y familiares, con base en una solidaridad general entre los individuos que integran el mundo venezolano de los marginados, orientada a participar en los beneficios de la vida en Sociedad. Así se ha generado toda una cultura de la pobreza -que no es exclusiva de los venezolanos- a manera de salida fundamental para poder sobrellevar la miseria.


VI. LA REPÚBLICA CRIOLLA DECIMONÓNICA.


a) Feudalismo y Estado Moderno en Venezuela. Durante el siglo XIX e inicios del siglo XX, se reprodujo en Venezuela (y en otros países latinoamericanos) una versión muy propia del modelo feudal que, de manera muy distinta, se desarrolló en Europa, pero cuyas bases parten acá de las instituciones de naturaleza feudal (Repartimientos y Encomiendas) creadas por España para resolver los problemas de la colonización de estas tierras conquistadas. Se trata de un modelo que se determinó a partir de aquella situación similar que, al generalizarse, alcanzó a definir lo que Weber llamó “tipos-ideales”.[3] De esta forma, hubo en España un modelo peculiar de feudalismo que tuvo consecuencias en América Latina. “Tal desarrollo de nuestro feudalismo se expresó sociopolíticamente en el auge del caciquismo-coronelismo-caudillismo de nuestro siglo XIX.”[4]
Así, la formación estatal latuinoamericana apareció con orígenes muy distintos a la de Europa, que nació en función del dinamismo interno sociopolítico generado por los interese de la burguesía, sino por lo que allá fueron sus consecuencias externas: la necesidad de unificar el poder, de crear un ejército del Estado y una burocracia administrativa. Así, entre nosotros, fue el mayor desarrollo del feudalismo y no su liquidación por la burguesía, lo que determinó la aparición de Estado Moderno.
El caudillismo en Venezuela, reprodujo a nuestra manera una organización territorial de tipo feudal, en la que los caudillos -señores de sus tierras- se constituyeron en soporte del poder nacional que, a la misma manera de primus inter pares, encabezaba uno más de ellos hecho Presidente de la República.
El proceso se inició al finalizar la guerra emancipadora y duró por casi un siglo, hasta que un presidente (Gómez) logró dominar y controlar a todos los caudillos, gracias a un ejercito propio y a una propia administración de la hacienda pública. Antes de ello, nunca estuvo garantizada la estabilidad de los gobiernos pues siempre los presidentes dependían del apoyo de los caudillos regionales, suerte de señores feudales.

b) El Caudillo. Fue la realización extrema y poderosa de la subjetividad. Para ejercer su dominio, desataba guerras, azolaba poblaciones y robaba tierras y ganado. Sus huestes guerreras eran sus propios peones de haciendas y los de sus caudillos aliados. Carecía de todo proyecto de país y sus peones-soldados eran sacrificados en atas de sus ambiciones. Junto al Caudillo vencedor aparecieron los “vivos” que, jugando a ganador, van siempre “pegados”.
c) Otro elemento del ethos. Fue un elemento negativo que iba a estar presente no solamente a lo largo del siglo XIX, sino que iba a proyectarse, de varias maneras, aún hasta nuestros días: es el vivo de siempre; el “pájaro bravo”; el guapeton que arrebata si pierde. A veces, el caudillo reaparece en las figueras de ciertos liderazgos regionales de la democracia; en aquél personaje que en el tráfico viola todas las reglas para llegar primero; o el que se “colea” en las largas filas de quienes esperan por pagar un servicio o para comprar algún bien.
d) El rechazo al conflicto. Tal vez, las largas experiencias de muerte y desolación de las guerras dejaron en el inconsciente nacional un sedimiendo de temor a enfrentar los conflcitos; el venezolano promedio de hoy se idenfica por su pasividad, por su excesiva tolerancia, por su negativa a la protesta. Se trata de factores muy negativos que le hacen víctima fácil de personas o métodos autoritarios o abusivos de gobierno.
e) También, los fracasos y frustraciones seculares parecen haber desviado el comportamiento de muchos del trabajo productivo hacia la ubicación social que derive ventajas o ganacias, lo que caracteriza la ausencia de proyectos personales cuya consecuencia suele ser una tolerancia cual esperanza de ascensos sociales o de ganacias en premio de la sumisión. Entonces, la subjetividad exagerada llega a limitar fuertemente las valoraciones éticas.

VII. LA MODERNIZACIÓN DE LOS NUEVOS TIEMPOS.

a) Bajo la égida del petróleo. Es el actor principal de los tiempos recientes y hasta el presente. Su auge sentenció la muerte de la agricultura y del país rural. Las migraciones internas hacia la capital y las grandes ciudades han sido el fenómeno social más importante del siglo XX. No es el petróleo el culpable. La atracción de la ciudad grande es irresistible para el campesino que sufre y ha sufrido secularmente pavorosas condiciones de vida: víctima de su miseria, de la insalubridad, de la carencia de los recursos más elementales para garantizar la propia vida y la de sus familiares, la ciudad le ofrece, apenas, la esperanza de vivir algo mejor; de acceder a un hospital; de conseguir algún modesto trabajo; de poder consumir sin trabajar productivamente; de darle escolarización a los hijos.
Con todo, el fenómeno migratorio interno ha sido factor muy importante en el primer desarrollo de la industria en el país, por la generación de incipientes mercados para la producción interna de bienes de consumo.
El petróleo, además del ingreso nacional que permitió, sobre todo en la etapa en la que fue instrumento productivo y no mera renta, desarrollar al país mediante la construcción de infraestructuras de comunicaciones, acueductos y cloacas, servicios hospitalarios, educacionales, etc., y también ha estimulado la creatividad en sectores sociales que escaparon, o nunca han pertenecido a los sectores de la marginalidad.
b) La corrupción. Es un fenómeno presente entre nosotros desde la época colonial. Ante ella, lo único que parece oponerse son discursos, palabras lanzadas al viento y nada más.
c) La sociedad civil. Siempre a la zaga de los gobernantes, nuestra sociedad civil ha sido históricamente débil. Tolerante y permisiva. Carece de sólidas estructuras y de grupos organizados dispuestos servir a los intereses colectivos. No se ha entendido entre nosotros el valor que, para una verdadera democracia, tienen las sociedades y organizaciones intermedias de la Sociedad Civil, cuya permanencia garantice la existencia espacios generadores de fuertes vinculaciones entre las personas con la Sociedad General y sus instituciones. Los partidos políticos, las más de las veces, han sido apenas grupos clientelares, intrumentos de populismos y gobiernos autoritarios.
[1] Los autores.
[2] Idem.
[3] Paúl Bello, Pedro. El Populismo Latinoamericano. Ed. Equinoccio. USB, Caracas, 1996.pg. 139 y sig.
[4] Idem. Pg. 141.