Pedro G. Paúl Bello Weblog

jueves, marzo 07, 2013

ALGUNAS REFLEXIONES SOBRE EL PRESENTE. Pedro Paúl Bello Estamos alcanzando un “punto de quiebre” político que es menester superar pronto. Es necesario afrontar un desafío político: se trata de las acciones que los partidos democráticos y la población tienen que realizar para recuperar el control de instituciones que la dictadura, con vocación definitivamente totalitaria, ha venido confiscando y controlado desde que en 1999 asumió el poder, cuando el Tte. Cnl. Hugo Chávez Frías venció en las elecciones de diciembre de 1998. El desafío político, como lo denomina Gene Sharp, supone una planificación estratégica y consiste en el constante ataque a las fuentes de poder de la dictadura con vocación totalitaria, con el propósito de que, realmente y conforme a la vigente Constitución Nacional, toda la población venezolana retome en control democrático de las instituciones que, como si fuesen suyas, ha venido controlando en su totalidad la dictadura que oprime a toda esa población. El régimen que con intención totalitaria nos oprime es, hasta el presente, no de partido único como es su intención, pero si ilegalmente dominante y viene ejerciendo progresiva restricción de todos los derechos ciudadanos. Nuestra población, como suele ocurrir en estos casos, se ha hecho más débil de cuanto, por experiencias históricas, había sido: no tiene suficiente confianza en sí misma y, excepto los jóvenes y en especial los estudiantes, no se muestra en grado de resistir. Sin embargo, hasta el presente esa actitud, que en situaciones semejantes es universalmente normal, no ha alcanzado el extremo y es todavía posible el hacer resistencia. Para ello es menester dar el primer paso que consiste en derrotar al miedo y rechazar toda obediencia inconstitucional al régimen. No obstante, hay que destacar que, siempre que sea posible, es indispensable descartar la violencia. Dice Sharp al respecto que, al usar la violencia “se ha escogido, precisamente, el modo de lucha en el cual los opresores, casi siempre, tienen la superioridad.” En efecto, las dictaduras tienen muchos más recursos que sus oponentes para aplicar la violencia. Tampoco la solución adecuada es la de las llamadas “guerras de guerrillas” contra las tiranías. Además, si venciere y favorecida por el caos, la guerrilla puede asumir una conducta aún peor que la derrotada dictadura, como fue el caso de Cuba cuando fue derrocado el tirano Batista. Por razones semejantes, lo mismo puede decirse de los recursos a los golpes de Estado. Sólo cuando la oficialidad militar es de convicciones ampliamente democráticas --como cuando el 23 de enero de 1958-- el golpe de Estado puede sustituir, brevemente, una dictadura y abrir puertas al ejercicio real de la democracia. El problema, cuando no es así, es que los nuevos gobernantes golpistas encuentran intactas las instituciones represivas instaladas por las dictaduras y, así, las usan en provecho propio. Pero tampoco, cuando se vive en dictadura, funcionan favorablemente los procesos electorales. Las dictaduras suelen controlar el desarrollo de esos procesos y utilizar sistemas de fraudes a su gusto, aparentando ser nítidamente democráticas. En la realidad, las elecciones bajo dictaduras se transforman en plebiscitos en favor de los dictadores. Tampoco tiene resultados positivos la espera de ayudas de otros países. No es raro que la supuesta ayuda derive en facilidades de explotación en favor de los ayudantes. Empero, cuando se trata de ayudas reales a pueblos oprimidos que, ciertamente, tengan un movimiento poderoso de resistencia interna, la acción de organizaciones internacionales, como la ONU, que puedan ayudar mucho en el alcance de la liberación. Sharp, en sus trabajos sobre este asunto, estableció cuatro metas indispensables para lograr liberar un pueblo de dictadura: 1) Fortalecer la población ayudándole a confiar en sí misma, en su fuerza unida para luchar y en sus capacidades para resistir. 2) Fortalecer grupos sociales e instituciones de pueblo que sean independientes del gobierno. 3) Crear una fuerza interna de resistencia que sea poderosa. 4) Establecer un plan estratégico global y realista, amplio en sus alcances, para ejecutarlo con inteligencia y destreza. En la medida en que un pueblo es capaz de luchar para liberarse, se fortalece internamente pues alcanza, cada vez, más confianza en sí mismo. Por eso las cuatro metas tienen que ser alcanzadas y satisfechas al menos en un mínimo nivel inicial. La liberación depende de la capacidad opositora para liberarse ella misma. Negociaciones. El tema de las negociaciones se centra, normalmente, en tratar de llegar a un acuerdo con la dictadura en la esperanza de que, con la conciliación y los compromisos alcanzados por las partes que negocian, deriven logros positivos y disminuyan los atropellos del régimen. Esta manera de pensar sobre el problema que los oprimidos afrontan supone –a priori-- que las negociaciones se hagan gradualmente, llegando a que termine la dictadura. Esa gradualidad significa que “poco a poco” la dictadura reduzca la opresión y, así, finalmente ceda y se restablezca la democracia. Ello no es alcanzable, sin embargo, sino cuando lo negociado no es algo fundamental para la dictadura. Por ejemplo: una huelga general de trabajadores que reclamen mejores salarios. Pero, en cambio, no va a funcionar la negociación cuando se ponen en juego asuntos que les sean fundamentales. Se puede alcanzar ese logro por vía de negociación, sólo cuando la dictadura se ha debilitado sustancialmente y, ello, ha favorecido al sector democrático. Dice Gene Sharp que “las negociaciones no son un modo realista de librarse de una férrea dictadura cuando no existe una poderosa oposición democrática.”