Pedro G. Paúl Bello Weblog

viernes, mayo 16, 2014

A veces pienso que escribir libros o artículos es perder el tiempo. Lo hago cuando constato que muchas personas, supuestas lectoras, o no leen en absoluto, o no creen lo que leen o, simplemente quieren probar si lo que afirma quien escribe es verdadero o válido. Esta reflexión, que no es nueva, viene a propósito del diálogo famoso de la semana pasada, cuya fama --perecedera como toda fama-- se esfumó apenas el señor usurpador se permitió hablar pístoladas, tan insulsas como el señor Insulsa, durante más de una hora. No me queda duda --cada vez más reforzada-- de que el difunto eterno lo designó así pensando "que se ... los venezolanos." Porque él sabía y muy bien conocía cuales eran sus incapacidades, y allí lo puso para ira de aquel que una vez llamó "ojitos lindos"... Pero la referencia primera sobre autores y lectores, antes del hecho, tiene que ver sobre los anuncios diversos publicados por los primeros, la mayoría de los cuales contenían una carga de escepticismo al respecto, que era para ser considerada con mucha seriedad. Pero no fue así: el viernes leímos todos, en la escasa prensa que nos queda, la gran emoción de autores de buenos artículos que decían y consideraban como exitoso al diálogo, en particular, porque nuestros opositores que asistieron al mismo le habían colgado los nueve ceros --para expresarlo en términos beisboleros-- a los malándros del equipo gubernamental. Y eso es verdad. Por ello me refocilé yo también. Pero la pregunta de fondo es: ¿sirvió o no sirvió el dicho diálogo para algo? La respuesta es: para que ayer sábado, masacraron, los esbirros de las guardias como se llamen y los colectivos, a miles de jóvenes que, protestando, ocuparon calles en casi todas las ciudades de Venezuela. El llamado diálogo fue, sola y únicamente, una pantomina, esto es, algo que no se cree ni se siente, solo montada para engañar a propios y extraños, presentando falsas ilusiones de cambios políticos y aperturas económicas, jamás ocurridas en estos más de quince años de caída vertical, de fraudes electorales continuos, de robos y atrocidades cometidas por funcionarios y agentes comprados por el régimen; en fin, de vergonzosa ocupación del país por efectivos militares de Cuba, así como instituciones de todo tipo, mientras los enfermos venezolanos mueren en hospitales desiertos de instrumentos para salvar vidas y recuperar la salud. Pero, como dice el refranero criollo, no hay mal que dure cien años ni cuerpo que lo resista. Así es. Sólo que en vez de cien, la salvación está en nuestras narices. Que sea esa la Voluntad Divina. Pedro Paúl Bello