Pedro G. Paúl Bello Weblog

martes, diciembre 13, 2005

"La idea que no trata de convertirse en palabra es una mala idea, y la palabra que no trata de convertirse en acción es una mala palabra."
Gilbert Keith Chesterton



EL PAÍS QUE VAMOS A RECONSTRUIR.

Después de este caos en el que vivimos, los venezolanos vamos a reconstruir el país de modo de alcanzar, como punto de partida hacia un verdadero desarrollo humano, ciertas condiciones mínimas .

- Vamos a reconstruir el país para exista un conjunto de condiciones sociales, políticas, económicas, culturales, institucionales tales, que permitan el que cada uno de sus habitantes pueda encontrar en él posibilidades ciertas para realizar, según su propia naturaleza individual y de acuerdo al libre ejercicio de su voluntad, el inmenso potencial intelectual, espiritual, estético, físico, ético, en suma humano que posee en tanto persona, pero que muchas veces no le es posible desarrollar.

Esto significa, en primer lugar, un país donde se viva plenamente la democracia.

Democracia, que es mucho más que una forma de gobierno entre las posibles; o que una manera institucional y jurídica de organizar la sociedad general. Democracia entendida como forma de vida o actitud por todos compartida, según la cual cada uno de los miembros de la sociedad se siente responsable y es partícipe de la obra común, en cuya realización tiene su cuota de responsabilidad y de cuyos frutos tiene su cuota de beneficios.

Tal manera de ser democrática una sociedad es posible si rigen en ella los tradicionales valores de igualdad, libertad y justicia que, históricamente, han sido el contenido de la democracia pero que, en el presente del mundo, de nuestro Continente y de nuestra Venezuela, deben alcanzar connotaciones particulares propias del este tiempo. Es claro que tales valores no pueden ser entendidos y menos vividos de la misma manera como lo proclamara el pensamiento clásico, sino como hoy en día lo exigen (con sus particulares aspiraciones, creencias, carencias, esperanzas y vivencias) los seres humanos reales y concretos que constituyen el pueblo o conjunto de todos los integrantes de la sociedad. Eso nos conducirá, inevitablemente, a revisar y reformulas los principios operativos de nuestra concepción del Cuerpo Social Nacional.

Todos los seres humanos son esencialmente iguales y existencialmente únicos y, por tanto, diferentes. Entonces, la igualdad no es sólo aquélla de esencia que para todos los hombres entendió y propagó, con razón, el pensamiento democrático clásico, sino aquélla que en el contexto de las relaciones sociales surge como noción concreta y políticamente realizable de igualdad dentro de la diversidad o desigualdades. Esto es, igualdad de posibilidades o de proporción de manera que, a partir de una realidad individual propia y distinta de las de las demás personas miembros de nuestra Sociedad y de su situación particular en el seno de la misma, cada ser humano pueda encontrar en tal sociedad el modo de poder realizar, ciertamente, el destino y la vocación singular que como persona le corresponde.

La libertad, por su parte, es el interior libre albedrío o libertad interior que cada persona posee como dato o nota esencial de su propia constitución en tanto tal, pero también incluye la libertad externa o libertad de independencia o de autonomía, que debe ser progresivamente conquistada y ampliada dentro de la sociedad, a fin de que todos y cada uno de sus miembros accedan a un cada vez mayor horizonte para el ejercicio de esa propia libertad interior, sin menoscabo del mismo derecho que tienen sus semejantes iguales en dignidad.

La justicia entendida no ya sólo como el frío orden que regula la relación de igualdad entre el dar y el recibir, como si se equiparara conmutativamente el intercambio entre personas con el intercambio entre mercancías, sino como aquel orden que exige para cada cual lo que le corresponde de acuerdo a su dignidad humana y habida cuenta de su esfuerzo, pero que, al mismo tiempo, en su dimensión social, pueda y sirva legalmente para impedir que quienes se hacen socialmente fuertes opriman o sometan a quienes quedan en condiciones de debilidad relativa.

- Vamos a reconstruir un país que haya alcanzado una verdadera democracia real en sus contenidos de igualdad de proporción, creciente libertad de independencia y justicia social. Ello significa la elaboración de todo un proyecto de acción que es política, en el sentido más lato y general, pero que, al mismo tiempo y de manera inseparable, es ética, económica, social, institucional, jurídica, propiamente política y cultural.

- Vamos a reconstruir un país que realice lo que en todos sus sectores y niveles sociales es un clamor: el rescate ético. Hemos descendido mucho, arrastrados por la corrupción de pocos que no son solamente políticos e incluso la de quienes alzaron banderas insurreccionales con acusaciones en contra de otros, para luego hacer lo mismo o peor. En todos los sectores de la vida nacional se ha evidenciado esta lacra, con grave daño para la gran mayoría irreductiblemente honesta de los venezolanos. Esta mayoría pide y merece una racionalización moral de la vida ciudadana. Esa inmensa mayoría está dispuesta a asumir la conducción de Venezuela, sin falsas posturas que sólo conducen a divisiones y a odios, para impedir que sigamos descendiendo pendientes que en los años más recientes han parecido fatales e insuperables.

- Vamos a reconstruir un país que en lo económico se caracterice por una gran apertura, porque haya alcanzado la realización de valores que constituyen el contenido de la democracia real e imponen condiciones generales que son insoslayables:

La justicia nos indica que debemos lograr crecimiento económico con equidad. La vieja polémica que contraponía ambos conceptos como incompatibles ha quedado hoy liquidada. No sólo no son incompatibles crecimiento y equidad, sino que, como lo demuestran analistas y organismos internacionales que han profundizado en la materia, son inseparablemente complementarios.

Las mejoras en la competitividad y en la productividad permiten el crecimiento sin atentar contra la tasa de ahorro y con mejora de la equidad: existe una relación entre el crecimiento y la inserción internacional que pasa por la competitividad. La competitividad internacional que, también en un esquema de visión tradicional, se suponía descansaba sobre las ventajas comparativas derivadas de factores meramente económicos, en realidad proviene de la incorporación del progreso técnico en la estructura productiva, lo que significa bienes con creciente valor agregado material e intelectual (innovaciones en diseños, tecnologías, etc.). Es una realidad actual que, en los mercados, los productos con escasa incorporación tecnológica se estancan o decaen, mientras aquellos de alta incorporación tecnológica progresan incesantemente.

Por su parte, la libertad e igualdad económicas en cuanto deben significar posibilidades para todos de ingresar en la actividad productiva, requieren de fuertes acentos para incentivar pequeñas y medianas empresas, así como a profesionales jóvenes que quieran fundar actividades económicas de contenidos tecnológicos. No debemos jamás mantener un Estado que se ha caracterizado no sólo por el clientelismo paternalista de las masas, sino por ser asistencialista de empresarios. Pero sí se requiere de un Estado, siempre respetuoso del Principio de Subsidiaridad, que facilite las actividades y estimule y anime la vocación empresarial para generar riqueza y trabajo en beneficio de la comunidad nacional.

La incorporación del progreso técnico en la estructura productiva y el consecuente aumento de la productividad pasan, indispensablemente, por la capacitación de la gente, con lo que la inversión en los impropiamente llamados "recursos humanos" adquiere el significado de ser el elemento fundamental de la estrategia del desarrollo con equidad. Dada la vinculación de la equidad con la promoción y desarrollo de las personas – hacer de la masa verdadero pueblo – se concluye en que la equidad es condición de posibilidad del desarrollo integral (y la inequidad condición de imposibilidad). Se entiende por ello, que la educación sea primera prioridad de ese desarrollo.

La libertad de independencia concurre junto con la igualdad de proporción o de oportunidades para que todos los integrantes de la sociedad puedan intervenir en sus procesos económicos, tanto como productores como consumidores o como propietarios. El mercado es uno de los escenarios y en él pueden realizarse, con justicia, tales libertad e igualdad en la medida en que sea realmente transparente y no responda sólo a los intereses de unos y en detrimento de los de los demás. Desde luego, el mercado no lo es todo y su tamaño, cuya importancia es primordial para un verdadero desarrollo industrial, pasa por la equitativa distribución de la información sobre los bienes, los ingresos y la riqueza. Los países más avanzados se caracterizan por tener los mejores índices de distribución de la riqueza; la proporción en ellos, como promedio nacional de la remuneración del trabajo, suele ser varias veces superior a la de la remuneración del capital. Entre nosotros esa relación ha sido históricamente del orden del 50-50%, con la particularidad de que en tiempos de fuertes incrementos del ingreso nacional (por las coyunturas del petróleo) la participación laboral desciende a índices del 42 o 43 por ciento.

El verdadero desarrollo que, por definición será integral o no será, incluye indispensablemente no sólo el respeto a la propiedad privada, sino que se apoya en ella y propicia su generalización y legítima redistribución sin menoscabo de su función social.

- Vamos a reconstruir un país con un sistema científico-tecnológico fuerte y en creciente desarrollo que podremos alcanzar no porque se espere cumplir etapas irrepetibles del proceso mundial, sino porque asumamos conceptos y aplicaciones de punta, subiéndonos a tiempo en el tren de la historia que va en hora y no regresa. Propiciar este esfuerzo es deber ineludible y conjunto del Estado, del sector universitario y del sector privado.

- Vamos a reconstruir un país caracterizado por un Estado solidario : porque haya entendido que el Bien Común General, fin de la Sociedad, priva sobre Bienes Comunes Particulares y Bienes Personales inmanentes de los grupos o sociedades intermedias y de los miembros individuales de la Sociedad, pero sin que haya relación subordinante del Bien Personal Trascendente de cada persona humana, cuyo verdadero logro es causa final del Bien Común General.

Tal concepto de Estado solidario descansa sobre algunas premisas básicas: 1a. El reconocimiento de la eminente dignidad del ser humano en sus expresiones individual, social, ética, personal y trascendente; 2a. El reconocimiento de que las relaciones entre todos los entes existentes se rigen por un principio de finalidad como fundamento y regulador de las mismas; 3a. El reconocimiento de que las relaciones entre los seres humanos entre ellos, con los grupos sociales, entre éstos y, en general, entre todos los miembros singulares o plurales de la Sociedad, no pueden orientarse según los dictados que prescribe la voluntad de dominio, sino de acuerdo a la solidaridad que se funda en la voluntad de amor.

- Vamos a reconstruir un país donde sean garantizadas las seguridades sociales y la seguridad jurídica , para que las relaciones sociales se desenvuelvan con la normalidad y certidumbre que requieren tanto el inversionista que aporta sus recursos financieros como el trabajador que se siente protegido por la Ley; el docente que enseña y el estudiante que aprende; el arrendador y el arrendatario; el periodista y el lector; el ama de casa y la familia; el prisionero y el juez; el soldado y el general y, en fin, en el que todos los miembros de la sociedad venezolana puedan vivir con confianza y tranquilidad.

Aspecto primordial en esto es la seguridad personal: la muerte por violencia, que ha cobrado un promedio creciente de más de 60 mil víctimas en cada uno de los últimos años, acecha a los ciudadanos en todos los rincones del país. El descalabro jurídico e institucional que estamos padeciendo ha hecho que esta situación se haya tornado aún más crítica y grave. Teme por su vida el poderoso y más teme el humilde habitante de un barrio. Es, precisamente, en los barrios de nuestras ciudades donde la incidencia de la criminalidad asume las más altas proporciones. La seguridad personal exige eficaces acciones represivas, de naturaleza policial, a fin de contener la amenaza presente de la delincuencia incontrolada; es menester una estructuración coherente y sólida en materia penal, pero nada se logrará sin una política criminal completa que, como política de Estado, atienda la prevención del delito apuntando a sus verdaderas causas que proceden de la injusticia social acumulada por la que millones de seres, compatriotas o no, nacen, crecen y se desarrollan en medios que no podrían producir sino inadaptados y delincuentes. Exceso de calidad tiene un pueblo, para que, en medio de todo, la delincuencia sea la de una minoría que es rechazada allí mismo donde se genera. La sola represión ni funciona ni es justa: no olvidemos que su significado real es que, en el fondo, indica que la sociedad persigue al delincuente porque no quiere verse reflejada en el espejo que es el rostro de éste.

- Vamos a reconstruir un país cuyas instituciones correspondan a las realidades propias y a los tiempos en que vivimos (y dejen de ser meras reproducciones o malas copias de modelos concebidos para otras latitudes y otros tiempos históricos): Instituciones que respondan a nuestra auténtica manera de ser; a lo que aspiramos devenir; a la apasionante tarea de hacer de Venezuela un país moderno y desarrollado.

La necesidad de abrir el ejercicio de la democracia hacia formas progresivas de participación, conduce, a su vez, a la apertura política del Estado hacia un modelo descentralizado. La primera instancia de la descentralización habría de ser el refuerzo de la regionalización, premeditadamente debilitada, para que desde ella las competencias que se proyectan fortifiquen las instancias estadales, municipales y locales. La descentralización no es el diseño de un "Estado granular", donde se pierda toda coherencia y eficiencia; sino que en ella permanece la instancia unificadora que orienta, controla y __evalúa, pero debe llegar a las instancias regionales, municipales y, de manera muy directa, a las localidades donde los ciudadanos tengan participación directa y poder real de decidir en todo aquello que atañe a su vida personal, familiar y comunal.

-Vamos a reconstruir un país que utilice el espacio territorial que ocupa con criterios de racionalidad y coherencia: Inmensos espacios, secularmente vacíos y mal aprovechados, deben ser ocupados de acuerdo a la racionalización productiva y lógica que define el concepto de desarrollo regional, de manera de reducir en la estructura espacial interna los desequilibrios adversos y manejar estratégicamente el espacio económico y social a fin de: incorporar, orgánicamente, recursos naturales; eliminar contrastes interiores negativos; crear condiciones para el desarrollo autosostenido y creciente; acondicionar el territorio para ocuparlo metódicamente previa orientación de los asentamientos humanos y la vida de las comunidades y para incorporar la iniciativa popular en las localidades mediante la organización comunitaria y la participación activa de los habitantes.

Esto supone la generación dinamizadora de actividades económicas y el aprovechamiento de los espacios y de su potencial demográfico mediante el desarrollo de actividades motrices, con cambio de la orientación extractiva y rentística para sustituirla por la generadora de verdadero desarrollo interno.

Una nueva concepción del espacio nacional conduce, necesariamente, hacia la reorganización de la población en ciudades intermedias jerarquizadas, donde los centros poblados definan unidades funcionales en las que las personas, en la mayor proporción, trabajen o dependan de la economía de la región local. Una unidad consiste en un centro poblado principal y sus regiones suburbanas. Varias unidades como ésta, que coinciden en actividades comunes o complementarias, definen una región local, cada una de las cuales incluye un centro urbano o ciudad principal. La particularidad de esta repartición espacial es que su criterio de formación descansa sobre el principio de la separación de competencias, esto es, sobre lo que se conoce como descentralización (lo que no significa desvinculación respecto a las instituciones del Todo nacional).

- Vamos a reconstruir un país que adelante una eficaz política agropecuaria (condición indispensable de la referida descentralización) por cuyos resultados se eleven sustancialmente las condiciones de vida de la población rural y se contengan las migraciones que fluyen hacia las ciudades. Las ciudades intermedias de vida propia son un paso en el tránsito que el campesinado ha venido realizando hacia la capital y otras grandes ciudades de Venezuela. Consecuencia del desarrollo agropecuario es la consolidación de la población rural, pero también la garantía para el productor de que su esfuerzo se verá recompensado porque el margen de beneficio económico que de su actividad derive, le permitirá un progreso sostenido que, al fin de cuentas, significará, en lo nacional, el logro de un valor estratégico inestimable como lo es la seguridad alimentaria.

- Vamos a reconstruir un país en el que la prioridad fundamental del Estado y de la Sociedad Civil sea la lucha contra la pobreza­: de lo que se trata es de acumular riqueza en manos de los pobres. Riqueza entendida en su concepción más amplia, que significa, por una parte, riqueza cultural en general, en sus variadas expresiones cognoscitivas de tipo intelectual, estético, tecnológico, etc., pero que incluye, por la otra, riqueza moral y, desde luego, riqueza en su acepción económica, valga decir, capital. El centro fundamental de este esfuerzo es una acción efectiva sobre el hábitat de la población venezolana.

El hábitat, entendido como lugar particular de la persona humana , es un conjunto de condiciones físicas que, asociadas a un espacio, condicionan y hasta determinan las relaciones del ser humano con su entorno y, de manera particular, las relaciones con sus semejantes o relaciones sociales. Siendo el hombre sociable por naturaleza, las características de su hábitat van a influir raigalmente en su desarrollo personal. Pero, por otra parte, es universalmente constatable que la experiencia social de la persona humana se inicia, se desarrolla y se mantiene en la familia, con la familia y por la familia. De modo que el hábitat, además de lugar de la persona, es, principalmente, lugar de la familia.

Dentro de las condiciones físico-espaciales que significa el hábitat, la más importante, evidentemente, es la vivienda o morada, puesto que allí "vive y mora" la familia. La ausencia de "casa", como un tal centro, sin duda es uno de los factores que con mayor peso contribuye en el fenómeno de disociación de las familias de bajos recursos económicos y culturales del país y que, por extenderse en sectores muy mayoritarios de la población, determina marcadamente muchas de las características de nuestro subdesarrollo y es, en particular, efecto y causa de la pobreza.
Pero resultarían frustráneos todos los esfuerzos realizados con miras a mejorar la vivienda si, al mismo tiempo, no se actúa sobre el entorno físico y social que la rodea. Es menester, entonces, actuar sobre dicho entorno para mejorarlo en lo funcional, en lo social, en lo ambiental, en lo productivo y en lo estético.

Con este propósito de lucha eficaz contra la pobreza y de mejora del hábitat con soluciones al problema de la vivienda, hay programas concretos para beneficiar a las familias miembros de Organizaciones Comunitarias de Vivienda del tipo autogestión asociada (en excepcionales casos, autoconstrucción), con lo cual, además de dar solución a sus problemas habitacionales, se introducen novedosos cambios de naturaleza sociocultural y socioeconómica que, al mismo tiempo, propiciarán la formación de las personas de manera de que sean capaces para asumir las responsabilidades que tienen ante sus familias y ante la Sociedad en general.

Para hacer posible esto, es menester que el grupo comunitario en tanto tal, las familias que lo conforman y cada una de las personas que son sus miembros, pueden disponer, responsablemente, del apoyo concreto que significa el tener recursos económicos propios, que deben conservar, utilizar, administrar y desarrollar cuidadosamente, puesto que son indispensables para superar la situación de marginalidad y exclusión que en el presente les caracteriza.

Es fundamental que la política habitacional tenga como centro de su acción la construcción de soluciones habitacionales consistentes, principalmente y por razones prácticas, en viviendas de desarrollo progresivo. Pero no se trata de subsidios al modo populista, que, demagógica e ineficazmente alimentan una relación paternalista-clientelar, sino de recursos puestos en manos de esas comunidades con obligación de que sean reintegrados por las familias miembros a las mismas y propias comunidades, de manera que constituyan importantes y permanentes capitales de base para cada una de dichas comunidades, a fin de que, por una parte, puedan ser atendidas necesidades propias de la comunidad misma o particulares de sus miembros, se refiera ello a bienes materiales o al acceso a niveles superiores de desarrollo personal, y, por la otra, tengan capacidad para generar medios de trabajo, incluyendo la constitución y desarrollo de empresas privadas, sean individuales o de carácter familiar o comunitario, con el consiguiente aprendizaje y formación dentro de la convivencia democrática y con efectiva superación de la pobreza.

El alcance de estos objetivos incluye, por parte de los organismos responsables del Estado, así como de las organizaciones de la sociedad civil a cuya participación deben quedar abiertos estos proyectos, aparte del aporte de los recursos financieros, la implantación adecuada y armónica de sedes educativas (en las diversas expresiones de la educación, incluyendo la capacitación para el trabajo y la adquisición de conocimientos y destrezas en el campo de las diferentes técnicas correspondientes, de las bellas artes y en el deporte en sus diversas expresiones), de sedes para la asistencia de la salud, de sedes para centros sociales de organización comunitaria, de sedes para centros de difusión y realizaciones culturales, de centros para el aprendizaje y ejercicio de prácticas deportivas, etc.

- Vamos a reconstruir un país que tenga un pueblo culto. Cultura entendida no como esa suerte de refinamiento que suele evocar tal vocablo. Cultura como conciencia de si mismo; como percepción y comprensión de los temas y problemas fundamentales del tiempo; como actitud de respuesta inteligente y coherente ante los retos de la vida. Cultura que implica conocimiento, lo que implica un pre-saber sobre lo cognoscible. Nuestro pueblo, en su gran segmento llamado marginal, carece de ese pre-saber y, por tanto, no puede acceder al conocer. La acción cultural debe conducir a incorporar en la conciencia del venezolano ese pre-saber, que comienza con la conciencia del propio valer a partir de la cual se puede edificar la realidad del ser-persona. A partir de esa toma de conciencia – y solamente a partir de ella - la educación sistemática, en sus diferentes expresiones y niveles, podrá ser auténticamente democrática, porque no alcance sólo a quienes pueden porque tienen, sino a todos los venezolanos, que pueden porque son.

- Vamos a reconstruir un país abierto al mundo. En primer lugar hacia nuestros más cercanos vecinos, los pueblos latinoamericanos, con los cuales conformamos una unidad de cultura y de intereses.

América Latina es una realidad social subdesarrollada. Pero lo característico de este subdesarrollo es que los problemas que lo conforman son, de manera general, comunes a todo el Continente. Al efecto, si bien cada problema tiene su propia expresión en cada país, en el fondo, aquello que lo constituye es igual o común en todos: así ocurre con ese gran denominador común que es la pobreza y con los problemas que la caracterizan en todos los países, como los de vivienda, salud, educación, distribución de la riqueza o empleo; lo que, de la misma manera, puede predicarse respecto a las situaciones y procesos político-institucionales y a los correspondientes a otros órdenes. Desde luego, si los problemas son comunes en su esencia, también lo serán sus respectivas soluciones y por esta vía podemos decir que el subdesarrollo es un elemento de integración o centrípeto del Continente, mientras que en Europa, por ejemplo, fue el desarrollo el que presentó, en el pasado, tendencias centrífugas afortunadamente ya bastante superadas.

De este modo, muy lejos de reincidir en el vicio de copiar lo extraño y de dar lugar a resultados inadaptables, asincrónicos y asimétricos como históricamente ha ocurrido, los latinoamericanos tenemos que inventar y generar instituciones comunes para enfrentar - esto es, analizar, estudiar y resolver - también en común, aquellos problemas que están en la base de nuestro relativo subdesarrollo (porque hay realidades en las que somos realmente desarrollados, sobre todo aquéllas de naturaleza predominantemente humana). Estas nuevas instituciones, de nivel supra-estatal, en la medida en que se establezcan y funcionen adecuadamente, constituirán el embrión de la realidad integrada pues irán generando un "tejido supra-estatal" que habrá de constituirse, en el tiempo, como base de tal nueva realidad. Debemos convencernos de una vez por todas, y hacer de ese convencimiento base para decisiones políticas definitivas, de que ningún país latinoamericano podrá salir de su actual situación de subdesarrollo, postración y empeoramiento, fuera del marco de la integración efectiva de la Región.

Lo internacional expresa, bajo diferentes aspectos, una realidad que es más amplia que las nacionales pero que las abarca a todas en la totalidad de la realidad mundial. Ahora bien, habida cuenta de una condición muy precisa y concreta de la hora presente, la economía internacional determina en todo el planeta el diseño de las economías nacionales y llega hasta a subordinar lo político a sus dictados y orientaciones. En razón de ello los países latinoamericanos se ven obligados a diseñar una estrategia común de desarrollo que, sin desvincularlos de las exigencias que plantea esta condición y la realidad establecida por lo que se ha llamado la globalización (que erradamente no es concebida sino en la vertiente económica), les permita alcanzar, simultáneamente, los objetivos de crecimiento económico y equidad y enfrentar con éxito el reto principal de vencer la pobreza y superar el desempleo y la sub-utilización de la fuerza de trabajo.

Esa estrategia común no puede ser otra distinta de la de impulsar activa y efectivamente la integración del Continente, lo que solamente podría lograrse - si se quiere mantener una auténtica independencia y soberanía - trazando dos grandes líneas generales de acción:

La primera, una política económica agresiva de crecimiento hacia adentro de la Región en su conjunto, con la particularidad de propiciar y favorecer los intercambios entre las subregiones y/o países, de manera de generar procesos de complementación entre las economías nacionales y sub-regionales para aprovechar el poder de compra que el conjunto tiene, lo que implica la especialización de esas economías en rubros en los que poseen ventajas comparativas, así como también intercambios de tecnologías y de personal especializado.

La segunda consiste en el fortalecimiento conjunto del crecimiento hacia afuera , tanto de las economías nacionales como de las sub-regionales. Esta otra estrategia común parte del reconocimiento de que es absolutamente inconveniente el "pretender una inserción en la economía internacional con base en la explotación de recursos naturales" pues, como lo postula la CEPAL, supondría establecer relaciones desiguales con el exterior; además, que "el nivel de protección efectiva brindada a las actividades exportadoras sea similar al que beneficia a los sectores que sustituyen importaciones" (CEPAL 1990, pgs. 89-90).

La estrategia común incluye una serie de acciones que son indispensables para el propósito de integrar la Región. Una de ellas, a manera de ejemplo, sería la integración multimodal del transporte. Desde luego, la integración multimodal supone además diversas intervenciones en materia de acondicionamiento y modernización de puertos, de facilidades en aduanas, la creación de una flota común, aparte de la complementación del trazado ferroviario y su correspondiente integración técnica y funcional y el complemento y desarrollo de las comunicaciones por vías terrestres, fluviales y lacustres.

Por otra parte, América Latina no debe retornar al mecanismo tradicional de intercambios por el cual, en el pasado, se insertó (o, para algunos, se vio obligada a insertarse) en los mercados internacionales: la explotación y exportación de sus recursos naturales. Tampoco debe hacerlo con base en una supuesta ventaja comparativa como lo es la mano de obra barata: los latinoamericanos tenemos que entender, de una vez por todas, que el recurso a "ventajas" como esa es pernicioso pues, al significar la explotación auténtica del sector popular trabajador, le mantiene en su actual condición general atrasada, tanto de su desarrollo social como personal, lo que constituye el elemento central del subdesarrollo de nuestras naciones. Además, hay que tener claro que depender de agentes exógenos como la simple inversión de capitales extranjeros o actividades como el turismo (que sin verdadera producción son inflacionarios), muchas veces considerados a manera de panaceas milagrosas por los gobiernos de la Región, tampoco puede ser base de economías sólidas y estables. La solidez de una economía va a depender de su capacidad de añadir valor agregado a los bienes que coloca en el mercado , lo que supone la introducción progresiva de nuevos procesos técnicos y la producción de nuevos bienes y servicios. Pero, a su vez, ello depende del nivel de calificación laboral y gerencial de la población y de la capacidad de asumir tecnologías avanzadas para tomar parte efectiva en los continuos procesos de innovación. Esto último significa que la inserción en los mercados mundiales no puede descansar únicamente en empresas transnacionales, dado que lo que éstas decidan en un momento determinado puede ser en función de sus intereses particulares, lo que invertiría en desventajas aquello que se creía eran ventajas comparativas de un país. Por eso, en cada país de la Región se debe propender a que empresas nacionales o transnacionales latinoamericanas asuman liderazgos regionales y, luego de una etapa inicial de extensión en el ámbito regional, traten de insertarse cada vez más agresivamente en los mercados internacionales.
En el ámbito de la globalización, es indispensable la actuación conjunta de manera de neutralizar los movimientos de los países más fuertes, que se realizan con la sola visión economicista del proceso, en detrimento de los países de menor desarrollo relativo.

Como se desprende de todo lo anterior, las exigencias de nuestro desarrollo imponen una política exterior muy activa, que no significará la asunción de falsos y ridículos protagonismos de liderazgos tercermundistas, ni la dilapidación de recursos del país en función de menguados objetivos politiqueros, ni tampoco el abandono de las actuaciones diplomáticas propias de un país serio, a través de sus representaciones permanentes, pero si el fortalecimiento de las actuaciones hacia el tratamiento y alcance de logros que son vitales en materia económica y social.

Tal vez parezca a muchos que es un sueño el pretender reconstruir el país sobre la base del alcance de tales logros mínimos. Puede ser. Pero si no lo soñamos, no lo hacemos y, por mucho tiempo, no despertaremos de esta pesadilla.

Roma, mayo 2001