Pedro G. Paúl Bello Weblog

viernes, enero 06, 2006

CARTA A UN AMIGO IMPACIENTE

Apreciado amigo,
esta mañana hube de ir al cementerio del este para acompañar la familia de un difunto conocido. Al venir de regreso, sobre un puente que se encuentra en la vía hacia ese cementerio, vi unos jóvenes que preparaban sus sogas y demás aperos con los que, luego de salvar la baranda del puente, habrían de lanzarse, atados, hacia el vacio. Supuse que debían tener mucho dominio de ese "deporte" pues, de no ser así arriesgarían sus vidas. Los jóvenes suelen ser osados y arriesgados (yo, a mis 72, por supuesto que no puedo serlo. Si lo hiciera, al frenar abajo, mis huesos se desarticularían todos y sería necesario ir a recogerlos en los espacios adyacentes una legua a la redonda!). Pero muchos no lo hacen, no por miedo sino porque no se han dedicado a dominar ese juego, tal vez porque no les interesa o porque, interesándoles, actúan con prudencia.

Lo contrario a la prudencia no es el miedo: es la imprudencia. ¿Pero qué es la prudencia? Es una virtud que dirige al entendimiento práctico en sus acciones y que Aristóteles definió como "la recta razón en el obrar". Esta virud controla a las demás y marca "el justo medio". Tiene como funciones: el consejo, que analiza las condiciones y medios para actuar justamente; el juico que dictamina sobre lo analizado y el imperio, que ejecuta el acto.

Por ignorancia o desconocimiento de su significado como virtud, la prudencia es vista por algunos como refugio de conservadores, pacatos y cobardes. Nada más equivocado! Este error procede de la falsa invocación que de la prudencia suelen hacer, precisamente, tales tipos de personajes para justificar sus vacilaciones o miedos. Pero, antes por el contario, las acciones más profundas en riesgos o audacias requieren de la prudencia no para mediatizarlas, limitarlas o neutralizarlas, sino para que sean eficaces y honestamente orientadas hacia el bien personal o social. Por eso la prudencia es virtud reina en la política.

Sus vicios opuestos son, como anotaba, la imprudencia que consiste en precipitarse para actuar, lo que hace de manera temeraria bajo el ímpetu de pasiones, caprichos, deseos de figurar, etc., y también la astucia, erróneamente considerada por muchos como cualidad, pero que consiste en lograr fines buenos o malos con medios o caminos falsos o simulados.

La prudencia y sus vicios tienen gran presencia en la política. El verdadero político debe ser prudente y no astuto o imprudente. La política es el arte de hacer posible, en la sociedad, lo que es menester y necesario para el bien común. Pero ello no debe provenir de actos imprudentes realizados bajo el estímulo de pasiones y, menos, de actos de astucia cuyos caminos sean tortuosos y tampoco concluir en actos muy "bonitos" pero ineficaces en relación al alcance de los fines necesarios.

La solicitud que hacen a Globovisión de "decir la verdad", es sin dudas muy justificada y de hacerlo sus directivos, Ravel, Zuloaga, etc., estarían realizando un gesto "muy bello".... Pero muy inútil: inmediatamente la planta sería cerrada por incumplir la ley mordaza ¿o no? Es necesario detenerse a pensar que más vale que no digan nada ahora, por muy bonito que eso sea, y se reserven para el momento cuándo eso si tendrá importancia capital; es decir, cuando se trate de la realizar aciones que por su naturaleza y alcance puedan ser definitivas en esta lucha que llevamos.

Muy cordialmente,
Pedro Paúl Bello