Pedro G. Paúl Bello Weblog

lunes, enero 16, 2006

GANARLO TODO O PERDER NADA

Hace poco, a propósito de una exigencia de un amigo a directivos de Globovisión, me referí a la prudencia, virtud que Aristóteles definió como " la recta razón en el obrar". Señalé entonces que, por ignorancia, muchos, equivocadamente, tienen tal virtud como refugio para conservadores, pacatos y cobardes, pero que son éstos, precisamente, quienes indebidamente la invocan para justificarse en sus miedos y vacilaciones. La prudencia no busca neutralizar, limitar o mediatizar las acciones arriesgadas o audaces, sino lograr que éstas sean eficaces en el logro de sus buenos propósitos, sea en el orden de lo personal como en el de lo social.

También indiqué que el vicio opuesto a la prudencia no es el miedo, sino que lo son la imprudencia y la astucia. La primera conduce a actuar de manera temeraria, bajo el ímpetu de pasiones, caprichos, deseos de figurar, etc.; la segunda, erróneamente tenida por cualidad, es un
vicio que consiste en lograr fines buenos o malos con medios o caminos falsos o simulados.

Como sólo Dios conoce la mente y el corazón de los hombres y para cada uno de nosotros es imposible juzgar sobre los actos de los demás, estas reflexiones me las propongo a mí mismo, pero por fuerza de sus contenidos siento el deber de comunicarlas en horas cruciales para mi patria venezolana. Aprisionados por tentáculos que sólo la bestialidad humana embriagada de poder puede generar, languidecen en ella la libertad, la justicia y el más elemental respeto por la dignidad del hombre. Más que el miedo, el terror con cara de desesperación ya asoma en rostros pálidos que aparecen en las calles con en los labios la pregunta ¿qué hacer? dibujada .

El hombre en su soledad, descubre, en horas aciágas como éstas, que está bajo amenaza todo lo que en él pasa, que es casi todo, pero que es nada. Pero le resulta más difícil ir hacia aquéllo que en él queda y lo es todo. Pareciera que nos sumergimos en el océano del mal y eso nos hace olvidar que el mal sólo puede existir en relación al bien y en última instancia al sumo bien que es Dios. Y olvidamos que el mal fue defintivamente derrotado por la Cruz y yace por siempre a los pies de ésta: " A los que están sometidos a una acción sistemática del mal, no les queda nada más que Cristo y su cruz como fuente de autodefensa espiritual y como promesa de victoria" nos recuerda Juan Pablo II en su libro Memoria e Identidad. Pero eso es todo un programa de acción que no se contenta con orar sino que contempla poner en juego sobre la mesa todo "lo que pasa"... Podemos y definitivamente debemos oponernos al mal con el bien, entendido éste como bonum honestum.

Y, con mente en el inolvidable Papa Wojtyla, no puedo menos, en esta hora de aparentes confusiones que han sido urdidas para ver si penetran en nuestra Iglesia, que transcribir parte del extraordinario artículo de su libro ¡Alzaos, Vamos! (Alzatevi, Andiamo!, publicado por Mondadori), Capítulo 6, y con título "Dios y el coraje" (Dio e il coraggio):

"Fuertes en la fe"

"Permanecen en mi memoria las palabras pronunciadas por el Cardenal Stefan Wyszynski el 11 de mayo 1946, día precedente a su consagración espiscopal en Jasna Góra: << El ser obispo tiene en sí algo de la Cruz; por eso la Iglesia pone la Cruz sobre el pecho del obispo. Sobre la Cruz es necesario morir a sí mismo; sin ésto no hay plenitud en el sacerdocio. Asumir la Cruz no es fácil, aunque ella sea de oro y colmada de piedras preciosas >>. Diez años después, el 16 de marzo 1956, dijo: << El obispo tiene el deber de actuar no solamente por medio de la palabra, del servicio litúrgico, sino también mediante la ofrenda del sufrimiento >>. Sobre estos pensamientos el Cardenal Wyszynski volvió en otra ocasión: << Para un obispo la falta de fortaleza es el inico de la derrota. ¿Puede continuar siendo apóstol? Para un apóstol, en efecto, es esencial el testimonio debido a la Verdad! Y esto siempre exige la fortaleza>>".

"También son suyas estas palabras : << La mayor carencia de un apóstol es el miedo. Lo que suscita el miedo es la falta de fe en el poder del Maestro. Es ésta la que oprime el corazón y presiona la garganta. Entonces, el apóstol cesa de profesar. ¿Permanece apóstol? Los discípulos que abandonaron al Señor aumentaron el coraje de los perseguidores. Quien calla ante el enemigo de una causa la endurece. El temor del apóstol es el primer aliado de los enemigos de la causa. Obligar a callar mediante el miedo es el primer objetivo de la estrategia de los impíos. El terror utilizado por cualquier dictadura está calculado con base en el miedo de los apóstoles. El silencio posee su propia elocuencia apóstolica unicamente cuando no quita la cara frente a quien lo inflige. Así, callando, actuó Cristo. Pero en ese gesto demostró su propia fortaleza. Cristo no se dejó aterrorizar por los hombres . Cuando salió al encuentro de la turba dijo: ' Soy Yo' >>. "

"En verdad, no se puede dar la espalda a la verdad, cesar de anunciarla, esconderla, aunque se trate de una verdad difícil cuya revelación traiga un gran dolor. 'Conoced la verdad y la verdad os hará libres' ( Jn 8,32): ¡He aqui nuestra tarea y, al mismo tiempo, nuestro sostén! En ello no hay espacios para compromisos ni para oportunistas recursos a la diplomacia humana. Es necesario dar testimonio de la verdad, aún a precio de persecuciones, a costo hasta de sangre, como hizo el propio Cristo y como también en su tiempo hizo mi predecesor en Cracovia, el obispo Stanislao di Szczepanóv."

"Seguramente nos encontraremos en pruebas. En esto no hay nada de extraordinario, hace parte de la vida de fe. A veces las pruebas son ligeras, a veces muy difíciles y hasta dramáticas. En la prueba podemos sentirnos solos, pero la divina gracia, la gracia de una fe victoriosa no nos abandonará jamás. Por eso podemos contar con superar victoriosamente toda prueba, hasta la más dura".

"Cuando el 12 de junio 1987, en Westerplatte de Danzing, hablé de ésto a la juventud polaca, fui a aquel lugar como a un elocuente símbolo de fidelidad en un momento dramático. Allí, en 1939, un grupo de jóvenes soldados polacos, combatiendo contra el invasor alemán decididamente superior en fuerza y medios bélicos, afrontó la prueba suprema ofreciendo un victorioso testimonio de coraje, de perseverencia y de fidelidad. Hice referencia a aquel hecho invitando ante todo a los jóvenes a reflexionar bien sobre la relación entre el 'ser más o el tener más' y les advertí: 'Nunca debéis vencer sólo en el tener más. Pues entonces el hombre puede perder la cosa más preciosa: su humanidad, su conciencia, su dignidad' . En tal perspectiva les exhorté: ' Debéis exigiros de vosotros mismos, aunque los demás no os exijan de vosotros'. Y les expliqué: 'También cada uno de vosotros, jóvenes, encontrará en su vida una Westerplatte. Una dimensión de las tareas que debe asumir y cumplir. Una causa justa, por la cual no se puede no combatir. Un deber, una obligación, de los cuales no se puede sustraer; de los cuales no es posible desertar. En fin, un cierto orden de verdades y de valores que es necesario mantener y defender : dentro de vosotros y entorno a vosotros. Si, defenderlo por vosotros y por los demás' ."