Pedro G. Paúl Bello Weblog

sábado, marzo 04, 2006

LA GUERRA EN LOS HEMISFERIOS

Lo que sigue corresponde a notas y reflexiones que he extraído del libro “La Guerra después de la Guerra” (La guerra dopo la guerra –soldati, burocratici e mercenari nell’epoca della pace virtuale-) de Fabio Mini.[1]

“ El estado de guerra es una situación que se verifica sólo entre Estados ”[2]. La guerra es asunto exclusivo de Estados. Esta fórmula que parafrasea a Rousseau, permitió limitar la guerra en sus efectos y alcances en la Europa del Estado Moderno y hasta 1914, siendo así guerra justa en cuanto ordenada y atenida a normas jurídicas.

Esta regulación constituye la esencia del derecho internacional europeo de la época. La guerra consisía, entonces, en ordenada confrontación de fuerzas, en un espacio limitado y ante testigos. Pero las grandes potencias de los siglos XIX y XX encontraron en el colonialismo el modo de hacer la guerra fuera del ordenamiento concordado entre ellas pues las guerras coloniales dejaron de ser guerras entre espacios libres y en espacios también libres. Así, al ser introducido un universalismo que no hace referencia a la dimensión espacial y, a falta de un nuevo ordenamiento espacial (dado el fracaso de las conferencias de paz y de las conferencias de Ginebra de la Sociedad de Naciones), desapareció el ordenamiento del jus ad bellum y el justus hostis y emergieron los intereses de las dictaduras y las aspiraciones coloniales.

La II Guerra Mundial fue consecuencia de la carencia de ordenamiento espacial y, de la misma manera, con el fracaso de los acuerdos de Yalta por definir zonas de influencia en ausencia de un ordenamiento espacial, se abrió también la posibilidad realizada de la guerra fria con una ONU que trató de dar visos de legitimidad -que no correspondían- a las verdaderas relaciones de fuerza.

A partir de la II Guerra Mundial, de la que salió los EU como potencia dominante, la división del mundo en dos superbloques hizo que el imperio de la guerra quedara limitado en cuanto a las áreas de acción en las que podía manifestarse, lo que determinó 50 años de una paz cuyas alteraciones, siempre fuera de las áreas controladas, en función de la voluntad de las dos superpotencias, se localizaron siempre al calor de movimientos revolucionarios en la periferia y de luchas armadas libradas por procesos de descolonización. Sin embargo, como nunca y durante los primeros 30 años de paz congelada, hubo tal desarrollo y prosperidad en los sectores económicos y tecnológicos relacionados con la industria bélica.

Luego del derrumbe del “socialismo real” – y en ausencia de competidores - sólo los EU quedaron en capacidad de imponer de manera total su propio ordenamiento espacial, mediante diversas formas de expresión de la democracia liberal dependientes del imperio, quedando así anulada toda posibilidad de guerra total por el control del territorio y también de guerras por espacios locales, éstas por su poca eficacia y el riesgo de desarrollo de tensiones y conflictos irresolubles.

La guerra, ahora, es “jurídicamente ‘ imposible’ según los parámetros del ordenamiento espacial” [3]. Sólo será posible como resultado de una vuelta al ordenamiento “confesional”, como, por ejemplo, la “confesión” del mercado (lo que significa un retroceso de cinco siglos relativo al ordenamiento jurídico de la guerra y de diez como expresión de fanatismo). “Estamos de nuevo ante la presencia del Bien y el Mal”[4] en relación a la aceptación o rechazo de este nuevo fanatismo ideológico y económico, pero, a diferencia del Medievo, ahora no se reconoce el derecho de resistencia; no existe el justus hostis pues siempre será ilegal, ilegítimo e injusto, por lo que debe ser aniquilado. La nueva guerra consiste en una acción punitiva, de riesgos mínimos. La única posibilidad del contendor es reaccionar de modo irracional y asimétrico: terrorismo. Una guerra permanente a nivel ideológico y militar.

El final de la guerra fría ha conducido a la sola posibilidad de guerras asimétricas, cancelando toda posibilidad de guerras, que si bien terribles, fueron hasta cierto punto reguladas y eran lineares y simétricas excepto por acontecimientos como el bombardeo masivo de Alemania y las bombas atómicas sobre Japón. Pero iniciamos el siglo XXI con el ataque terrorista sobre los EU, tan apartado de la mentalidad occidental que nos resulta una aberración irracional, pero que corresponde a la única forma de reacción de los que se sienten cultural, religosa, colectiva e individualmente amenazados por el nuevo ordenamiento “confesional”. De la guerra del Golfo de 1991, que fue vista como apoteosis tecnológica del poder de destrucción de las armas convencionales, se llegó, por reacción, a la aplicación de la guerra asimétrica “paradigma de la guerra futura” [5].

Al efecto, cuando en Occidente se pensaba que nada justificaría continuar con un armamentismo ya inaplicable y se hacían preparativos para desmantelar todo lo que ello significó durante la competencia entre las superpotencias de la bipolaridad, el ataque terrorista del 11 de setiembre mostró que, ciertamente, la guerra asimétrica, humanamente irracional, era, dentro de la lógica de la realidad y en la perspectiva del Oriente, la única respuesta que podía ser esperada. Pero, igualmente lo es la respuesta de Occidente en sus parámetros de linealidad y racionalidad: de guerra potente y avasallante, si bien equivocada como respuesta.

La equivocación deriva del hecho de que Occidente, en general, no es capaz de entender sistemas de pensamiento y acción que sean no lineales. Entre las múltiples maneras de considerar divido al mundo para fines de estudio, una es la de la forma como actúen las partes ante la realidad de la guerra: para Occidente es la concepción lineal, mientras que para Oriente es la a-lineal. Sin embargo, aún la anterior afirmación debe ser revisada pues si se postula que Occidente es “el paradigma de la linealidad y de la racionalidad”[6] se concluye, automáticamente, que Oriente es lo opuesto, es decir, de la no linealidad y racionalidad, pero ocurre que también este razonamiento es lineal y, por tanto, “no está dicho que sea correcto” (simplemente por la sencilla razón de que la realidad no es toda lineal o pueda explicarse sólo de manera lineal).[7]

En verdad, lo más importante es que, en la filosofía de la guerra, oriente y occidente no son conceptos geográficos, ni divisiones entre tipos de raza, religiones o sistemas políticos, sino subdivisiones culturales cuyos verdaderos y principales parámetros son los conceptos de Tiempo, Espacio, Vida y Muerte, conceptos que, por lo demás, son las dimensiones fundamentales de toda guerra y, por tanto, las diferencias que sobre tales conceptos existen entre Occidente y Oriente se reflejan como diferencias entre ellos sobre la concepción misma de la guerra.[8]

Para Occidente el Tiempo es lineal: como una recta que va de menos infinito a más infinito. El Espacio es un orden jerárquico externo al ser humano. La Vida y la Muerte son opuestos y hacen referencia a un hombre biológico que comienza y termina[9]. El hombre individual es la medida de toda cosa, hasta de la divinidad[10].

En cambio, para Oriente el Tiempo es cíclico o circular, de eterno retorno. El Espacio es caótico y externo e interno al individuo humano. La Vida y la Muerte no son conceptos opuestos sino complementarios y se alternan sin fin en todos los entes que después de la muerte pueden renacer bajo formas diferentes a las que tuvieron y sólo tienen significados en tanto partes de un Todo.

Por supuesto, éstas son posturas extremas para ambos casos, entre las cuales hay una infinita gama de posiciones intermedias.

En tales extremos, la guerra, en el sistema occidental, es instrumento del poder humano. En el oriental es deber hacia lo trascendente o la comunidad.
En Occidente tiene comienzo y fin racionales. En Oriente no hay ni inicio ni fin.
Para Occidente la guerra conduce al abatimiento del adversario, en Oriente conduce a un equilibrio.
En el primero se hace guerra con los medios e instrumentos de que se dispone; en el segundo el hombre es instrumentio que se pone a disposición de la guerra.
En Occidente, la vida y la muerte y su aceptación son factores predominantes de la guerra; en Oriente ninguna de ellas es significativa. “Son aspectos complementarios, indiscernibles, de un diseño incontrolable”. Mas vale cómo vivir y cómo morir, que el mismo vivir o morir[11].

Pero no debe pensarse que las nociones de Occidente y Oriente, utilizadas anteriormente, correspondan a unidades monolíticas que sostienen y comparan los conceptos señalados: en contrario, a la mentalidad occidental de la guerra pertenece gran parte de África, desde el Sahel hasta Sudáfrica y también Australia, excluídos sus aborígenes y toda Nueva Zelandia con sus Maorí. También son de mentalidad occidental respecto a la guerra Rusia, Bielorusia y Ucrania. En las repúblicas centro-asiáticas y en el Cáucaso hay regiones de mentalidad oriental. A la mentalidad oriental de la guerra pertenece toda la cultura china, la japonesa, mongolica y pre-mongolica, todo el induísmo y el budismo, también la persa y la de todo África Central, la islámica y la polinesia. Igualmente es oriental el pensamiento en África del Norte, mientras que los vascos son mucho más orientales que los árabes; también son orientales los pueblos balcánicos y buena parte de Italia, por instinto, es mucho más oriental que occidental, especialmente Venezia. Es de notar que la religión hebraica es predominantemente occidental mientras el catolicismo es fundamentalmente oriental. En efecto, el Antiguo Testamento (así como el cristianismo protestante muy ligado a éste) y la Torah, son, ante la guerra, lineales: “ojo por ojo y diente por diente”; las guerras bíblicas son muy racionales y equilibradas. La alianza del pueblo israelita con Dios es más militar y política que religiosa. En cambio, el Nuevo Testamento de Jesús es muy oriental. Dice Mini que “cual sea el origen de la orientalidad y de la asimetría del cristianismo, es un hecho que, precisamente, esas caraterísticas lo han hecho vencedor”[12].

Otro elemento importante para distinguir las diferencias entre las mentalidades señaladas como occidentales y orientales es el tema de la estrategia. Por cierto, es de señalar que el estudio de las estrategias conjugadas o recíprocas no ha tenido muchos cultores ni en Occidente, ni en Oriente.

Las diferencias son sustanciales:

En Occidente: la estrategia fue inventada (siglo XIX) “para ligar la política a la guerra en un ámbito político y social en el que ambas se habían hecho complejas y distantes”[13] . La estrategia, a partir de la aparición de los Estados Mayores Generales, fue indisolublemente referida a las operaciones militares, las cuales cada vez resultan más dificiles de comprender para el gobernante político.

En Oriente: La estrategia siempre ha estado íntimamente conectada a la vida política y social. En China estrategia se identifica con guerra y, en especial, con su desarrollo ulterior. Estrategia se traduce como Zhànluè en chino, vocablo que se descompone en Zhàn (guerra) y Luè (esquema o diseño de aproximación) y Zhàn contiene, a su vez, dos ideas anteriores que son el arma y la adivinación u oráculo que, por su parte, va a significar antecedentemente, conquistar, ganar, especialmente en lo político. En otra expresión, estrategia significa método y también línea política. Finalmente, otra acepción ( jimou), también compuesta, significa plan o programa junto con astucia.
De esta manera, el significado de estrategia viene a ser “elaboración dinámica de la planificación y ejecución, en relación al desarrollo, de la situación y diversas oportunidades que puedan presentarse”[14]. La conjunción de ji y ce da como resultado el estratagema y el descubrimiento genial (acto de la estrategia + acto de la astucia).

Entonces, la diferencia esencial entre Occidente y Oriente del término estrategia no se encuentra en la sola relación entre acción estratégica y guerra, como es en Occidente, sino en los propósitos y modalidades de la estrategia: En Occidente va a ser “la conducta, el comando de la fuerza para la guerra”[15] (casi como acción separada de la política), mientras que en Oriente es “el logro de un resultado político, social o personal de alto valor... que exige la adivinación (descubrimiento) o interpretación de las fuerzas superiores y de toda la energía intelectual y la habilidad personal”.

El descubrimiento (sin descontar la capacidad de ser intermediación entre lo terreno y lo ultrterreno), que en Oriente sería capacidad de los jefes (sciamanes-guerreros) de clanes, tribus, pueblos, confederaciones y hasta llegar al imperio, es lo que evidencia la concepción oriental de la estrategia como íntima conexión con la política, “así como entre guerra y política, entre guerra y sociedad y entre componentes individuales y colectivos organizados”. El clásico estratega chino se ocupa de definir la guerra aunque está consciente de que es una eventualidad de la gestión del Estado. “ La política se identifica, pues, en la guerra y la estrategia es la praxis de la política” (y, por tanto, en ese sentido se refiere a la guerra). En cambio, en Occidente, desde los inicios del Estado se separan estos ámbitos y se busca civilizar la política y militarizar la guerra, dualidad racional que resulta irracional en Oriente, al menos para los chinos.

Clausewitz, el gran conductor del pensamiento de Occidente en la materia, intuyó y asumió la separación cartesiana entre guerra y política, estrategia militar y acción política y, por otra parte, tuvo presente las dificultades de las acciones para que ambos ámbitos estuviesen en sintonía. Se preocupó de definir la guerra y para cada uno de
sus aspectos identificó definiciones propias pero parciales, tales como justa, racional, etc. En tal esfuerzo de separación de los significados y valores del término describió los matices de la guerra, las tácticas adecuadas y las condiciones para la victoria, pero no logró ( “tal vez porque le faltó tiempo” ) “a dar el significado global de la guerra y de la estrategia” )[16]. Las características de su tiempo de romanticismo y racionalismo centrados en la libertad y en la verdad, le impidieron una aproximación que si alcanzaron los orientales con su visión de todos los tiempos, holística, de totalidad, que busca intuir y ver las cosas y los procesos en sus dinámicas y devenir, para construir marcos de referencia y asi poder valorar oposiciones y complementaciones entre aparentes contrarios, buscar equilibrios dinámicos y no estáticos, pero sin temer (por el hábito milenario) a los desequilibrios, desarmonías, conflictos y aberraciones de la vida política aún en sus rasgos cuotidianos...“ tales dimensiones hacen de las concepciones de la política, de la estrategia, de la guerra, de la paz, de los objetivos y de la armonia, un conjunto interactivo que inspira la praxis y el comportamiento de los hombres y de los Estados”[17].

Es de reconocer, como lo hace Fabio Mini en esta obra, que en el último demisiglo la cultura occidental se está acercando a la visión holística. En particular a la de estrategia -que ha sido el primer concepto al que se ha abierto hacia la concepción oriental- aunque, curiosamente, no lo ha hecho en el campo militar, a pesar de Sun Tzu, que es el único pensador clásico de la China citado en Occidente, ..” el pensamiento estratégico oriental está a años luz de la estrategia militar aplicada en Occidente..”[18]. En Occidente, sin embargo la estrategia se va transfiriendo a otros campos distintos de la guerra para utilizarla como instrumento de planificación nacional, convivencia en el mundo, de comprensión y conservación de la naturaleza, del comportamiento de los jóvenes, de las aberraciones del comportamiento humano y hoy, para muchos occidentales, especialmente los más jóvenes, la vieja y mecánica linealidad derivada del principio físico de acción y reacción como lastre del Iluminismo, no sólo no es estrategia sino su negación.

Pero en el campo político así como en el militar prevalece la lógica lineal y se mantiene la separación entre política y acción militar como campos separados en los que prevalece la tradicional ausencia de verdadera estrategia.

La parte de Oriente a la que en el presente más teme Occidente es el Islam, pues muchos pensaban – tal vez engañados por la linealidad de los conflictos árabe-israelis - que se trataba de un sistema cultural predecible como el occidental y han descubierto su error que consistió en haber olvidado las raíces muy orientales del fundamentalismo, tenido por “simple desviación fanática”. [19] “ Hoy el Islam es una fuerza todavía desconocida quese mueve libremente por el mundo porque tiene los recursos para hacerlo y porque tiene interés en ello. Pero cuando lleva su propio sentido del tiempo, del espacio, de la vida y de la muerte y, por tanto de la guerra, a nuestro mundo, la sorpresa es desvastadora ”.[20]

“El Islam – según Braudel - es una larga vía que del Atlántico al Pacífico pasa a trvés de la rigida masa del Viejo Mundo. El Islam es una religión que, aunque ascética pero dura, es de hombres habituados al rostro humano llamado desierto que un hombre tocado de la gracia colma con el verbo. El desierto es una presencia obsesiva, nostálgica, pues la revelación nace, precisamente, en las dunas, pero es la ciudad el ambiente más cónsono al Islam. La vida del musulmán, en efecto, es absolutamente comunitaria y pretente, por tanto, el sentido del grupo, del clan, de la comunidad. Y una seria organización” [21].

“ La religión (en el islamismo) lo es todo y el Islam ha dejado el desierto y se ha transferido en las ciudades, en las metrópolis de Occidente y del Oriente, realizando una fuerza potencialmente desestabilizante y lista para golpear en cualquier momento. Hoy, quienes interpretan al Islam son los fundamentalistas esparcidos y libres de moverse por todas partes del mundo y no, por cierto, los jefes de los regímenes”[22] .

Khomeini soñó, como un occidental, una República islámica pero hizo algo muy distinto dejando un Irán prisionero del Pasdaran (Islamic Revolutionary Guard Corps 1979). Afghanistán, al salir de la ocupación soviética, quedó en poder de “estudiantes coránicos”, llamados talibanes. Saddam Hussein es islámico e impuso un régimen tiránico y personal. El poder de los reinantes sauditas y de muchos emires, pese a sus gustos occidentales que disfrutan, está en sus propios clanes de origen y en la condición de protectores de la fe que conservan. Gheddafi, pese a su indefinición ante Occidente parece el más fiel de las tradiciones y vive en el desierto para no olvidar que es beduino. Por ello, pese a que no son muy confiables para los occidentales, los gobernantes islámicos aportan más seguridad que sus gobernados y el Hezbollah está por todas partes. Por eso asusta el Islam y porque “ finalmente se está comprendiendo que es un sistema separado de vida y pensamiento”[23] Es también una moral cuyas reglas las ha impuesto Alá, en quien se resumen todos los valores. Esta moral suele ser considerada como expresión de un fanatismo. Aunque Nietzsche tuviera razón, afirma Mini, al decir que el “bien” y el “mal” lo establecen los amos, la moral islámica que algunos consideran la expresión del resentimiento de los desheredados y ultrajados, es moral de débiles que puede llegar a ser moral de la superación, de la reivindicación, porque “ si se unen, pueden imponer sus valores de manera cohercitiva, aunque también de modo pacífico”[24].

En el actual presente se puede concluir que, dado que el islamismo (de masa) supuestamente habrá identificado a los Estados Unidos como el enemigo de su moral, puede volverse contra la moral, la base filosófica, el cristianismo, la democracia y todos los valores que identifican al Occidente y desatar, así, un conflicto entre hemisferios.







[1] Mini, Fabio. “La Guerra dopo la Guerra”. Ed. Gli Struzzi, Enaudi, 2005
[2] Op. Cit., pg27
[3] Op. Cit., pg29
[4] Idem, pg 30
[5] Idem, pg 31
[6] Ibid
[7] En realidad el pensamiento occidental se construye muy sobre la base de la geometría euclidiana. P. ej. ; “por dos puntos pasa una y sólo una línea recta”. Pero pasan infinidad de curvas y la realidad no es sólo de rectas sino también de curvas. O por el principio de acción y reacción de la física, pero la física reciente muestra que hay grandes espacios de inaplicabilidad de este principio, etc., etc.
[8] Op. Cit., pg 32
[9] Cierto, pero en un Occidente al que se refiere Mini, que es un Occidente sin trascendencia o descristianizado.
[10] Un Occidente sin valores absolutos: por tanto de relativismo radical en el que el individuo humano –no la persona- es la realidad radical.
[11] El Cristianismo, verdadero y realizado, se muestra como síntesis de ambas tendencias.
[12] Op. Cit., pg 35 ¡Lo Santo Spirito c’è!
[13] Idem. Pg 35
[14] Idem, pg 36
[15] Op cit, pg 36
[16] Op. cit. pg 37
[17] Idem.
[18] Ibid.
[19] Op. cit., pg 38.
[20] Idem, pg 39.
[21] Man, Igor. “El Islam de la A a la Z”. Milano 2002, citado por Fabio Mini, op. Cit., pg 39.
[22] Mini, F. Op. cit. pg 39.
[23] Mini, F. Op. cit., pg 40
[24] Idem.