Pedro G. Paúl Bello Weblog

jueves, julio 31, 2014

CONFLICTIVIDAD. Pedro Paúl Bello Desde siempre, la historia de la humanidad se ha caracterizado por conflictos entre los pueblos de la tierra. Tal parece que se trata de un síndrome cuasi inevitable que surge a partir de diferencias provenientes de ambiciones, costumbres y condiciones de vida en los territorios ocupados por unos y pretendidos por otros; rivalidades de gobernantes o sed insaciable de conquistas y de guerras. Mucho se ha escrito y se sigue escribiendo sobre este tema. En su grande y fundamental obra, “Estudio de la Historia”, Arnold J. Toynbee, dedicó numerosas páginas, no tanto con el propósito de estudiar y explicar las guerras sino, más bien, de presentar por qué ocurre que unos pueblos prosperan y otros no puedan hacerlo. De sus múltiples investigaciones, que prácticamente incluyen la historia de casi todas las naciones de este planeta, este autor demuestra que, en la inmensa mayoría de los casos, de las poblaciones que ocuparon tierras áridas con graves inconvenientes y obstáculos para vivir en ellas, surgieron pueblos, y después naciones, que alcanzaron altos niveles de desarrollo y prosperidad, mientras que aquellas que se instalaron en tierras fértiles, con espacios muy amplios para producir bienes agrícolas y disfrutar de climas benignos, se mantuvieron por largos tiempos en condiciones de atraso que, muchas, no han logrado superar aún en los tiempos presentes. El propio autor, Toynbee, meditando sobre este tema, escribe: “Hemos encontrado ahora, quizá, la verdad de que la facilidad es enemiga de la civilización.” Y prosigue: "¿Podemos dar un paso más allá? ¿Podemos decir que el estímulo para que la civilización se desarrolle positivamente, de un modo más vigoroso, está en proporción a la dificultad del contorno? Dejemos ahora de lado a nuestro autor. Cuando encuentro en la calle y converso, de manera fortuita o accidental, con personas no conocidas; o entre personas amigas en reuniones de cualquier tipo; surge rápidamente el tema sobre la situación presente que vivimos todos los venezolanos en nuestro país, pero este es un “fenómeno” no sólo de los tiempos actuales, sino que lo he experimentado en toda esta vida ya larga que, gracias a Dios, he vivido. Se trata del inevitable tema de una crítica que se funda en el pesimismo: ahora --como en el pasado reciente y en el más anterior-- es el señalar, como imposibilidad, que Venezuela pueda superar sus crisis, ahora del presente; pero que también lo he oído repetir en el cercano pasado y en el más remoto: “esto no tiene remedio”; “esto no tiene compón”; “el país se hunde”; “no hay gente valiosa”; “todo está perdido”; etc. etc. Ante tal pesimismo, simplemente prefiero adoptar el callar a menos que se me interpele directamente. Pero, sin embargo, reconozco que ese pesimismo demoledor de toda esperanza tiene, en el fondo, su razón de ser: el desconocimiento de la Historia. Muchas veces cuando me asaltan con semejantes interpelaciones, me viene a la mente y respondo: ¿Cuánto tiempo tiene este país con existencia autónoma, así como el resto de las naciones latinoamericanas? La pregunta desconcierta un poco a los cultivadores del pesimismo, paréntesis que aprovecho para hacerles recordar que sólo poco más de dos siglos tenemos como Nación libre e independiente, para inmediatamente preguntar: ¿Cuánto tiempo necesitaron las ciudades medievales que comenzaron a surgir después de la caída del Imperio Romano, hasta que se constituyeron como Naciones libres e independientes? Y, ante el silencio derivado del sorprendente desconcierto, les digo: ¡Once siglos y más! (excepto Inglaterra)… El pesimista, balbucea, habla entrecortado y dice: bueno, pero es que el venezolano… ¿El venezolano qué? le corto y pregunto: ¿acaso tú no eres venezolano? Soy venezolano como tú y como tantos que hemos nacido aquí, o han venido de otras tierras y se han establecido y radicado en este suelo. Venezuela fue engendrada el 19 de abril de 1810 y nació como Nación el 5 de julio de 1811, hace dos siglos y tres años. Ese tiempo es nada si se compara con el que tomó la parte más desarrollada de Europa para que naciera, en ese continente, el primer Estado Nación que fue Francia. Fue en la década final del siglo XV, en su tercer viaje y en 1498 cuando, desde la nave llamada Santa María, Cristóbal Colón y sus acompañantes descubrieron, pasando entre las bocas del Orinoco y el Golfo de Paria, parte de la costa oriental de lo que, después, fue llamada y es hoy Venezuela. Una vez descubierta esta tierra, la Corona española envío a ella a los conquistadores que confrontaron la resistencia que les presentó la diversidad de poblaciones indígenas; éstas luego fueron sojuzgadas al mismo tiempo que los conquistadores recorrían todo el territorio y fundaban ciudades como bases de sus asentamientos. Fue sólo hacia la cuarta década del siglo XVI (1540), cuando la conquista española logró asentarse definitivamente en el territorio, después venezolano, que habían descubierto y ocupado. Se habían establecido ya las llamadas “Encomiendas” para cultivar las tierras bajo la autoridad de los designados como encomenderos, y se habían comprado africanos vendidos por los traficantes, pues los indígenas no servían para cultivar las fértiles tierras. Cuando lo conquistadores descubrieron que eran engaños las historias sobre mitos como el inexistente “Dorado”, el inmenso lago de Parima o la ciudad ideal de Manoa, abandonaron las aventuras y establecieron las primeras disposiciones legales que facilitaran el aprovechamiento del territorio con la fundación de asentamientos productivos y siguieron fundando ciudades, algunas de las cuales desaparecieron pero otras se consolidaron hasta el presente. Las bases de ese desarrollo productivo fueron la Composición, que garantizaba la tenencia de la tierra; las Mercedes otorgadas por la Corona y las concesiones de la Corona para “adelantados”, señores de feudos en todo el espacio territorial, que definieron un modelo de dominación y posteriormente apareció el la Venezuela ya libre, el Caudillismo que sólo terminó cuando otro caudillo, más fuerte, Juan Vicente Gómez, se libró de aquellos “pares” y fundó el Estado Moderno venezolano. Antes, como lo escribió Juan Liscano, la Corona se interesó sólo de metales preciosos como oro y plata: “Más bien impuso monopolios e impuestos”. Contra esa larga dependencia reaccionó la aristocracia criolla: “las presiones radicales y jacobinas de la Sociedad lograron la ruptura total con la Madre Patria, sin darse cuenta del inmenso resentimiento del pueblo llano, el pequeño comercio, los esclavos, los pardos, contra precisamente esa aristocracia privilegiada.” Si bien la Corona dejó una importante legislación que recogió Don Tulio Chiossone en su importantísima obra “Formación Jurídica de Venezuela en la Colonia y la República”, y que contiene la legislación ordenada por Carlos II en 1680 recogida en la “Recopilación de las Leyes de los Reinos de Indias”, Venezuela fue abandonada por España al punto que no tuvo una Real Audiencia en su territorio sino hasta que ya muy tarde, cuando después creada la Capitania General de Venezuela, en 1777, fue establecida aquí una Real Audiencia, siendo hasta entonces dependiente de las de Bogotá o Santo Domingo. Pero la conflictividad había surgido en Venezuela desde el temprano siglo XVI cuando se inició una violenta crisis social que derivó de la exclusión, especialmente de los africanos y también de los indígenas, que se sublevaban por las pésimas condiciones de vida a las que estaban sometidos. El más resaltante fue el alzamiento del llamado Negro Miguel, quien en 1552 escapó de las minas de Buria, en el hoy Estado Lara, se auto-designó Rey, Reina su mujer y Principe un hijo. Atacó a Barquisimeto asesinando varias personas, pero en 1555 fue dominado y muerto por Diego de Losada. Luego fueron muchas más las sublevaciones, entre otras, la de 30 esclavos negros propiedad del Mariscal Castellanos en el Zulia que atacaron desde Maracaibo hasta Rio Hacha y también a Coro. En 1581 lo apresó Francisco de Cáceres. Esas sublevaciones se repitieron sin cesar en diferentes sitios, como la de fines del siglo XVI hasta 1603 que cubrió Margarita y Cumaná. En 1730, Andrés López del Rosario (Andreosote) desde Yagua, en el hoy Yaracuy, extendió sus acciones a Coro, Puerto Cabello, Barinas, Barquisimeto y Carora. Como eran tiempos de la muy mal querida “Compañía Guipúzcoana, muchos que la adversaban le respaldaron y apoyaron. También asaltos de los llamados “cimarrones” que eran los esclavos fugados que cubrían gran parte del territorio nacional. Se refugiaban en las llamadas “cumbes” de las montañas, a veces con indígenas, y allí realizaban sus ritos y asaltaban a todo aquel, hombres y mujeres, que pasaban por los caminos. Tengo la convicción de que la mayor causa de esta conflictividad, tan profunda y continua hasta el presente, tiene su origen principal en el hecho de que este país se inició sobre la base de una Sociedad Estamental, es decir, en las que sus pobladores fueron organizados en estamentos que separaban a los diversos sectores sociales que la constituían: 1º Los blancos españoles; 2º los blancos criollos; 3º Los sesterones, mestizos con 5 orígenes blancos y 1 indio o africano; 4º Los quinterones, mestizos con cuatro orígenes blancos y 2 indios o africanos; 6º Los cuarterones, mestizos con 3 orígenes blancos y 3 indios o africanos; 7º Los tercerones, mestizos con 2 orígenes blancos y 4 indios o africanos; 8º los segundones, mestizos con 1 origen blanco y 5 indios o africanos; 9º Los indígenas puros o mezclados con negros y 10º los negros puros. Estos estamentos o compartimientos eran incomunicables entre ellos. Tales separaciones constituían conflictos entre los grupos porque los de un nivel aspiraban alcanzar los niveles y beneficios del grupo inmediatamente anterior, pero se los negaban al grupo inmediatamente inferior. Como ejemplo, los blancos criollos pretendían tener los privilegios de los españoles, pero le negaban a los tercerones el que obtuvieran alguno de los suyos y, así sucesivamente. Esa Venezuela nació pues como una sociedad estamental, origen principal –pero no único- de su invertebración. De allí nació también la conflictividad y la negación continua del pasado, males que aún no hemos logrado superar, pese a las buenas intenciones de algunos pocos mandatarios y gobiernos que ha tenido este país, bendita tierra de gracia.