Pedro G. Paúl Bello Weblog

viernes, mayo 12, 2006

PERSPECTIVA DE DICIEMBRE

Diciembre para bien o para mal. La convocatoria electoral de ese mes tiene que convertirse en el fin de la pesadilla que, desde 1999, sufrimos todos los venezolanos: los opuestos y los partidarios del régimen por igual. En verdad, los únicos favorecidos por este horror nacional son los que están disfrutando de los beneficios del poder.

Digo la convocatoria electoral y no las elecciones. Es muy probable que éstas, o no se realicen o se realicen con características comunes, pero que no deben ser iguales, con las que tuvieron lugar el pasado 4 de diciembre. Entonces, el pueblo venezolano expresó contundentemente su rechazo al engaño gubernamental y a las incoherencias opositoras que fueron el denominador común de todos los procesos electorales cumplidos después de 1999. Ahora la cosa es distinta: tenemos que salir de este régimen funesto.

Hay mucha gente inquieta en el presente: no ven que los pasos que se van cumpliendo hagan posible ese resultado. Desesperan de la lentitud de movimientos que muestran las fuerzas opositoras; perciben, con razón, que el gobierno no cederá en cuanto se refiere a hacer del proceso electoral un evento transparente y legítimo; dudan de que entre los candidatos que se han presentado y los que aún no lo han hecho, que perciben como muchos, se pueda alcanzar un acuerdo de verdadera unidad.

Sinceramente, me parece muy plausible la idea de las primarias, pero, a estas alturas, considero poco probables las posibilidades de su realización: ya estamos a mediados de mayo y da la impresión de que, para lo mucho que es menester hacer para montarlas, el tiempo legalmente disponible es muy corto. Es posible, no obstante, que, a falta de primarias, obre la sensatez y el patriotismo de los compatriotas que se han postulado –o que asoman sus nombres- para participar como candidatos presidenciales. Como para Dios nada es imposible, puede ser que el Espíritu Santo los ilumine y decidan, cual conclave laico, escoger de entre ellos aquél que mejor nos puede conducir hacia la cita decembrina.

Porque, ciertamente, más que un “candidato” y aunque sea necesario presentarlo así, lo que el país –opositor o no- necesita es un “conductor”, valga decir, una persona que, habida cuenta de todos los elementos y factores presentes en nuestra convulsionada realidad, sea capaz de llevarnos hasta diciembre en condiciones y con fuerza para poder derrotar a la tiranía en las urnas o sin ellas.

Superada la pesadilla, es muy posible que ese “conductor” continúe al frente del Estado como jefe del gobierno que surja, pero se tratándose de una posibilidad no necesariamente tiene que realizarse. Es posible que no.

El “conductor” –que si gustan pueden llamar “jefe de la oposición” o “líder” o como sea- debe ser visto como un ariete. Los arietes servían para derribar las puertas de los castillos o fortalezas que eran sometidos a sitio.

Ese “conductor” no debe (porque no se puede alcanzar su valer) ser investido mediante el recurso de votaciones que, al fin y al cabo, van a depender de la multiplicidad de opiniones de quienes concurran a elegirlo. El “conductor” debe imponerse entre sus pares. Debe de tal manera diferenciarse en sus cualidades específicas como “ariete”, que todos éstos deben reconocerlo como el adecuado para los específicos propósitos de su tarea.

El “conductor” debe ser claro y enérgico en su expresión; convincente en sus líneas de acción relativas al fin que se propone; debe poder penetrar, sin falsas poses o simuladas actitudes, todos los estratos sociales y todos los sectores políticos que comprende el conjunto del pueblo venezolano. Tiene que demostrar valor; “punch” para enfrentarse a un adversario que es formidable; fuerza para perseverar sean cuales vayan siendo los resultados de la lucha; coraje para arriesgarlo todo en el cumplimiento de su misión.

El “conductor” debe ser político a carta cabal, esto es, tener mucha experiencia política; conocer a fondo la realidad política del país; saber de las grandes necesidades de los sectores mayoritarios más desfavorecidos de nuestra población y comprometerse en combatir a favor de ellos pero no en contra de ninguno de los demás. El “conductor” debe, como decía Maritain, “existir con el pueblo”, entendiendo que, como el mismo sabio filósofo francés afirmaba; “Si se posee el amor de esta cosa viviente y humana, tan difícil de definir como todas las cosas humanas y vivientes, pero tanto más real por esa misma razón, que se llama pueblo, lo primero a que se aspirará será a existir con él y sufrir con él y estar en comunión con él. Antes de ‘hacerle el bien’ y trabajar por su bien; antes de hacer o no hacer la política de éstos o de aquéllos que invocan su nombre y sus intereses; antes de pensar en concienciua el bien y el mal de las doctrinas y de las fuerzas históricas que lo solicitan y de elegir entre ellas, o acaso, en ciertos casos excepcionales de rechazarlas todas ellas, habremos elgido ya el existir con él y el sufrir con él y hacer propios sus penas y destinos”.