Pedro G. Paúl Bello Weblog

miércoles, junio 14, 2006

EL ARIETE

En el último artículo que envié a los amigos de las redes de Internet, introduje este párrafo:

“...la oposición venezolana no requiere de un candidato sino de un conductor, de un piloto que sea capaz de tomar en mano el gobernalle de Venezuela y llevarnos a todos a buen puerto. Lo que necesitamos es un ariete, fuerte y capaz como para derribar la puerta de la fortaleza y permitir su toma. Ese piloto-ariete puede ser o puede no ser el próximo presidente.”

Si entendemos y aceptamos esa idea, mucho podemos avanzar en el tortuoso y confuso camino que se presenta frente a nosotros, venezolanos que queremos vivir en democracia.

El ariete-conductor debe tener características personales muy particulares pues deben corresponder a las exigencias de la realidad que habrá de enfrentar: estamos bajo un régimen de fuerte vocación totalitaria que tiene ya más de siete años en el poder, durante los cuales no ha hecho otra cosa que preparar su consolidación definitiva, de acuerdo a un “proyecto” establecido sobre bases políticas y geopolíticas de comprehensión mundial. Este régimen nunca va a entregar el poder por vía electoral, pacífica y constitucional. Por tanto, no se va a contar electoralmente, es decir, mediante elecciones ajustadas a la Ley, limpias y transparentes.

El ariete-conductor debe, como permanente y fundamental tarea, orientar al pueblo opositor en el cumplimiento de acciones cuyo propósito es obligar al régimen a realizar esas elecciones con las condiciones que garanticen su legalidad y pureza. Ello define una personalidad fuerte y no débil; firme en sus objetivos y no conciliadora en menoscabo de éstos; valiente y no cobarde o pusilánime (“falto de ánimo y valor para tolerar las desgracias o para intentar cosas grandes”, según RAC) ni timorata; arriesgada y no atenida a cálculos realizados en función de objetivos personales, corporativos o de grupos de cualesquiera índole que sean; experimentada y no improvisada ni primeriza o novata en compromisos como los que debe afrontar; desprendida y generosa y no egoísta; madura y no ingénua ni infantil.

El ariete-conductor debe conocer al enemigo (porque en nuestro caso no tenemos un adversario, sino éso) y ser capaz de descifrar sus planes, estrategias, actitudes y conductas. Conocer sus alianzas internas y externas y anticipar sus reacciones. Debe conducir al pueblo opositor en el propósito de obligar al régimen a aceptar sus exigencias electorales o a entregar el gobierno. Es menester, como lo señalara hace tiempo Carlos Blanco, en la oportunidad del Referendo Revocatorio, no hacer las elecciones para derrotar a Chávez, sino derrotar a Chávez para hacer las elecciones. Alcanzada esta meta, el ariete-conductor podría ser candidato a presidir el país si el pueblo venezolano, reconciliado y unido, así lo dispone.

Con vista en esto último, fuere o no candidato, debe, además, ser capaz de constituir, coordinar y dirigir un equipo seleccionado entre venezolanos del más alto nivel de calificación, conocimientos, experiencias y honestidad para, con éste, diseñar un plan concreto y no utópico para garantizar la gobernabilidad de Venezuela y atender las más acuciantes urgencias de la población y del Estado.

Finalmente, en lo que respecta al método para designar a este ariete-conductor (y haciendo la salvedad de que tenemos que acostumbrarnos a una cultura del disenso, en la que la opinión personal discrepante sea aceptada como algo normal y no como algo censurable), a mi manera de ver, es bueno cualquier método honestamente utilizado. A fines del pasado año acogí con entusiasmo la idea de las primarias y participé en reuniones realizadas en ese sentido. Para aquel momento, anterior a las elecciones parlamentarias, juzgué prematuros los movimientos que se iniciaban. En el presente pienso que se ha dejado pasar mucho tiempo y temo que no haya lugar ya para realizar ese proceso de escogencia. Confío en la sinceridad y honestidad de todas las personas que han sido presentadas o se han presentado como posibles candidatos y, por tanto, pienso que del seno de ese grupo, reunido con espíritu patriótico y generoso, debe brotar la decisión de escoger uno entre ellos que todos acepten como el más indicado dentro de las particularidades y exigencias antes señaladas, que son propias de la actual situación del país: celebrar una suerte de “cónclave” entre todos ellos que, seguramente no dejará de contar con la indispensable asistencia del Espíritu Santo.