Pedro G. Paúl Bello Weblog

viernes, julio 07, 2006

VAMOS AL "QUID"

A manera de premisa.

De grandes e inolvidables Maestros – hombres como Justo Pastor Farías, Arístides Calvani, Santiago Vera Izquierdo, Hugo Pérez La Salvia, Antonio Álamo Bartolomé, Juan David García Baca, Manuel García Pelayo o Antonio Moles Caubet y otros- aprendí que no sólo a los efectos de las ciencias exactas, jurídicas o políticas, sino en toda circunstancia a resolver, debo siempre, antes de hacer absolutamente nada, preguntarme y responder a la interrogante ¿cuál es el problema? Valga decir: ¿cuál es el “quid” del asunto?

En el caso de las ciencias políticas y, en particular, cuando se trata de su aplicación a la concreta realidad de las sociedades nacionales, tal condición previa del razonamiento se impone con igual o, seguramente, con mayor fuerza, pues de mayor importancia suelen ser sus consecuencias.

Lo que está ocurriendo.

Se me ocurre que, en estos tiempos tempestuosos de la presente etapa de la vida política venezolana, no hemos procedido con respeto de tan importante premisa del pensar. Tal vez por eso vivimos en permanente confusión y de ella deriva, una vez más, ese vicio del negar que parece haberse instalado como mal incurable de nuestro comportamiento histórico nacional. Véanse, cual negativos ejemplos actuales, las maneras como los grupos políticos -nuevos o viejos- se rechazan mutuamente o de qué modo son agredidos pre-candidatos -efectivos o potenciales- por el sólo hecho de erigirse como amenazas para las legítimas aspiraciones de otros concurrentes; o el injusto tratamiento que se ha dado a la profesional gente de Súmate, que sólo ofrece su disponibilidad de servir: En verdad, da pena, da vergüenza, da dolor venezolano.

El contenido de la confusión.

A mi manera de ver, la confusión proviene del hecho ilusorio y, por tanto, engañoso, de pensar o actuar como si el 3 de diciembre próximo fuéremos los venezolanos a participar en un proceso democrático de elecciones. Ejemplo de ello puede ser el que muchos comentaristas de radio y televisión repitan, con frecuencia, expresiones según las cuales “los precandidatos no se han ocupado de pensar en un programa de gobierno”; que “no atacan al gobierno por sus fallas y carencias de orden administrativo tales como la escasa construcción de viviendas, la destrucción de la infraestructura vial por falta de conservación, las pésimas condiciones del servicio de salud y hospitales, etc"., fallas que son ciertas y evidentes y que, en un proceso de elecciones democráticas resultarían fulminantes para el gobierno de turno.

No es cierto, por otra parte, eso según lo cual “nadie” tiene programas de gobierno ni ha pensado en lo que debe ser hecho en una Venezuela postchavista. Todos conocemos varios programas que desde hace algún tiempo han circulado, en los que han participado distinguidos profesionales venezolanos y sabemos que, entre todos esos planes y proyectos hay una gran coincidencia en ideas e iniciativas orientadas a futuros de corto y mediano plazo. De manera particular, puedo dar fe de iniciativas muy concretas en ese sentido, entre ellas, por ejemplo, las conducidas por el Doctor Enrique Tejera París y varias otras.

Pero no es ese el “quid” del asunto.

¿Cuál es el “quid” del asunto? ¿Cuál es el problema?

El “quid”, problema, razón o meollo del asunto es que no vivimos en un Estado de derecho en el que prevalezcan valores democráticos, sino que estamos bajo un régimen de aspiraciones totalitarias que ha logrado ya copar todos los poderes públicos y que amenaza con imponer y consolidar definitivamente la conculcación de todas las libertades democráticas de los venezolanos.

Como inmediata consecuencia de lo anterior, el próximo 3 de diciembre no se van a realizar en este país elecciones democráticas, libres y transparentes. Es esta una verdad que debemos tener presente todos los ciudadanos de Venezuela, sin autoengaños o ilusiones que oculten la realidad que estamos viviendo.

Tal realidad se expresa, en el caso de los comicios presidenciales, de manera precisa y contundente, en la contumaz actitud del CNE de no modificar las condiciones que van a regir esas elecciones, que son las mismas que rigieron los anteriores procesos electorales: 1) No será verdaderamente auditado el REP, cuyas inconsistencias son públicas y notorias y que está allí la base fundamental del fraude; 2) No se hará contaje manual de los votos emitidos; 3) Se utilizarán las sospechosas máquinas de votación de Smartmatic; 4) No habrá garantía del voto secreto; 5) No se respetarán las pautas establecidas en la Ley Orgánica del Sufragio y Participación Popular.

Como resultado inmediato de lo anterior, la población del país, en una mayoría semejante o superior a la que actúo el 4 de diciembre de 2005, no va a concurrir al proceso electoral de este año. Esta es una realidad conocida y aceptada por todos los grupos políticos y precandidatos presidenciales. En definitiva, la población se va a imponer nuevamente sobre sus dirigentes y los va a obligar a retirarse del proceso electoral o, en caso contrario, a sufrir el ridículo de obtener minúsculas votaciones marginales.

Conclusiones.

Si lo anterior es cierto, debemos, con sinceridad y valor preguntarnos:

· ¿Qué sentido puede tener enfrascarse en una disputa por las primarias si el resultado será, de todas maneras, el de la casi total ausencia de votantes
· ¿Será entonces conveniente elegir un candidato de oposición, aunque sea único (lo que nadie puede garantizar), en unas primarias que podrían contar con muy poca participación del electorado de oposición?
· Si no vamos a tener elecciones (o va a ser un proceso igual al del año 2005) ¿la respuesta adecuada es la de elegir un candidato presidencial en unas primarias o de lo que se trata es de facilitar, con la oportunidad que presentan estas elecciones, el surgimiento y acción efectiva de una conducción visible, confiable y eficaz de la oposición?
· ¿Cómo va a surgir esa conducción? ¿Con unas primarias de posible concurrencia menguada? ¿Con la comparación de varias encuestas atomizadas? ¿ó con el trabajo conjunto de todos los precandidatos a fin de que determinen los factores más adecuados a las circunstancias para diseñar esa conducción que debe ser colegiada, pero con un principal al frente?


No tenemos tiempo para nuevas equivocaciones.

El “proceso” se ha ido instalando. No tenemos ya tiempo para nuevas equivocaciones como las muchas cometidas en en el pasado, como en la oportunidad del Referendo Revocatorio Presidencial y en los posteriores procesos electorales municipales, de Gobernadores y para la Asamblea Nacional.

Si se repite lo que ocurrió en año pasado para las elecciones de la Asamblea Nacional, no será más el de un triunfo que, como entonces, demuestre la debilidad del gobierno, sino la consolidación del totalitarismo en Venezuela. Ahora las condiciones son muy distintas.

Las tareas del Conductor y los conductores.

Son tareas difíciles, riesgosas, que van a exigir mucho valor, perseverancia, razonamiento y verdad.

Se trata, nada más y nada menos, que de derrotar al gobierno. De obligarle a ir a comicios libres, democráticos y transparentes o de provocar una gran crisis nacional que de por terminada esta etapa horrenda de la vida de la Nación.

Otros países han pasado por situaciones semejantes y las han superado pero con coraje, arrojo, sinceridad en el compromiso, desprendimiento y, sobre todo, con honestidad y la verdad por delante. Están los ejemplos de Rumania y del Kosovo frente al totalitarismo; de Ucrania contra la imposición despótica; de Perú contra el fraude dictatorial. Cuba no ha podido ¿podremos nosotros?

¡Probemos! ¡Despertemos! ¡No tengamos miedo!