Pedro G. Paúl Bello Weblog

miércoles, enero 17, 2007

VEAMOS, AL FIN, LA REALIDAD

No pocos venezolanos y también extranjeros que son personas normales; que han constituido familias organizadas y bien estructuradas; que con mayor o menor holgura han vivido y aún viven del trabajo honestamente cumplido a lo largo de vidas felizmente realizadas, con esas alzas y bajas normales en la existencia; que, rodeados de los suyos, han alimentado sueños de paz y estabilidad hechos realidad con esfuerzos y tenacidad; ellos se preguntan ¿por qué debemos renunciar a todo esto? ¿por qué, de la noche a la mañana en los tiempos de la patria propia o adquirida, han de sentirse extraños, enemigos de no saben quien; perseguidos sin causa personal o familiar que lo justifique; víctimas de atropellos, despojos e injusticias que no merecen; pensando, después de tanto vivir, en buscar nuevos destinos donde asentarse como apátridas y todo ello porque un puñado minúsculo de delincuentes audaces pudo, rapaz y sin escrúpulos, escalar el poder en una tierra que es la de todos pero que nadie ha sabido defender en cada oportunidad cuando era imperartivo hacerlo?

Me he eximido de comentar el discurso de la segunda usurpación que, hace una semana, pronunciara el principal culpable de todos los males del país, porque todo lo anteriormente pensado y dicho quedó concretado en su infame contenido. Llegamos al punto que preveíamos, no por adivinos o videntes, sino, simplemente, por haber visto, por haber conocido muchos antecedentes, por haber recibido muchas informaciones.

No deja, sin embargo de ser curioso –para decir lo menos- que en otras latitudes la gente va aclarando su pensamiento y capta con lucidez lo que está pasando en Venezuela, mientras tantos aquí se preguntan si es verdad que el sol calienta desde la mañana o si será posible que la luna salga de noche.

Confieso mi cansancio de repetir que llegó el momento, pues sobran quienes piensan siempre que hay un "después" más apropiado; que hay que actuar ahora o nunca, porque muchos responden que no es necesario. Y, así, han pasado días, meses y años y hemos cedido ya casi todo el terreno.

Me pregunto ¿miedo? Si, miedo. No pudo ser menos el efecto de esos cien años, de combate y muerte, discurridos entre el inicio de la guerra de independencia y la llegada de Juan Vicente Gómez al poder, que haber depositado, día a día, en el inconsciente colectivo venezolano, una suerte de limo paralizante, amasado de pavor e inseguridad, capaz de aminorar ímpetus, apagar fuegos de coraje y enfriar ánimos de lucha.

Pero no basta. También la riqueza adventicia extraída del seno mismo de la tierra, sirvió para distraer aquella conciencia libertaria de la epopeya libertadora: superficialidad, frivolidad e inconsistencia anidaron en muchas almas, desalojando valores fundamentales, sentido del honor y orgullo de ser venezolano. De allí que, "doctores del disimulo, con un pié en todas las causas, prestos siempre a pactar con quienes garanticen mayores oportunidades a sus ansias de permanencia en el disfrute de los réditos, antes se han hecho sordos a todo patriotismo que pensar en la verdad y la justica"
[1].

Ahora, emplazado ante la dura realidad, decepcionado de tanto engaño por parte de aquellos en quienes, inmerecidamente, depositó esperanzas y confianza, el pueblo venezolano, su dirigencia honesta, sectores de productores, dignos profesionales y técnicos que no se han arrastrado ante el despotismo, medios de comunicación y en especial sus gloriosos mujeres y hombres trabajadores, estudiantes y profesores universitarios, los maestros, alumnos y propietarios de planteles educacionales privados, todos aquellos venezolanos herederos de las gestas que cantó e idealizó Eduardo Blanco, en quienes vibre todavía esa fibra que hizo salvar montañas y recorrer llanuras a patriotas de ayer y siempre
asumamos el compromiso irreductible de, otra vez, liberar de cadenas esta patria ahora amenazada por la voluntad y locura de un nuevo déspota, revestido del rojo color de esa sangre que regó tierras de Europa, de la China varias veces milenaria, del Asia Menor y de la noble cuna de José Martí.

¿Qué queda por hacer ante la intervención ideologizante en todos los niveles de la educación de nuestros hijos y nietos? ¿Qué, ante el atropello contra RCTV, paso primero para terminar con todos los medios y enterrar definitivamente nuestra libertad de expresión? ¿Qué, ante el grosero e irrespetuoso despojo de las riquezas de la Nación, regaladas cual baratijas por todos los rincones de la tierra? ¿Qué? ¿Huir? ¿Mayami?

El Usurpador grita: ¡Socialismo o muerte!

Los venezolanos, con Briceño Iragorry clamamos:


"¡Vivir libre o vivir muerto! Porque es vida la muerte cuando se la encuentra en el camino del deber, mientras es muerte la vida cuando, para proseguir sobre la faz semi-histórica de los pueblos esclavizados, se ha renunciado al derecho a la integridad personal " [2]




[1] Briceño Iragorry, Mario. "El Caballo de Ledesma". Obras Selectas. Ediciones Edime, Madrid-Caracas 1954, pg. 392.
[2] Idem. Pgs. 387-388.

sábado, enero 13, 2007

¿QUÉ ES LA VERDAD?

¿QUÉ ES LA VERDAD?

Jesús en el Pretorio guardó silencio ante esta pregunta de Pilatos. El silencio del Divino Salvador tiene profundos significado y razón.

Entendamos, para comprenderlo, que verdad (como los demás Trascendentales del ser, que es análogo) es un concepto analógico, valga decir, que tiene diferentes formas que, sin menoscabo de la unidad de su significado, asume diferentes maneras de realizarse en una suerte de escala progresivamente creciente según los grados de participación en el ser.

VERDAD ÓNTICA: Es un primer nivel de la verdad: todo lo que es, es verdadero como tal. En efecto, el preguntar supone un preconocer de lo preguntado y también supone la posibilidad del conocer; toda pregunta es sobre lo que es y todo, en absoluto, es; de manera que puedo preguntar, en absoluto, por todo lo que es; por tanto, todo lo que es es conocible. Todo ente, por tanto, es conocible y a lo conocible lo llamamos verdadero; por tanto, todo ente, en cuanto es, es verdadero. Omne ens est verum. Esta es la verdad óntica: primera expresión de la verdad entendida como verdad puesta con el ser del ente y no es otra cosa que pura posibilidad de ser conocido.

Jesús no podía responder a Pilatos diciéndole: “yo soy”. ..

VERDAD LÓGICA: Pero el ente, en tanto tal, se conforma al espíritu y le es asequible o inteligible. El conocer que deriva de esa asequibilidad o inteligibilidad, que es sólo posibilidad de ser conocido, se concreta en el acto humano de conocer que es inmanente al sujeto que conoce. El ente conocido es captado por el intelecto de quien realiza el conocer y eso que se capta, que es distinto al objeto en si, se pone en ese intelecto. Se realiza allí como tal modo de haber sido conocido.
Cuando ese modo de ser conocido que se pone en el intelecto del sujeto que conoce coincide con el modo de ser en sí del objeto o ente que se ha conocido, entonces se tiene la verdad lógica. Adaequatio inter ens et intellectum. La verdad óntica, en la realización de la relación del conocer, que se pone en la mente del sujeto que conoce, deja de ser posibilidad para transformarse en actualidad que es la verdad lógica: es la verdad del conocer en cuanto lo conocido en acto, coincide con la realidad objetiva del ente que es conocido.
Existe la posibilidad de que el ente sea conocido; existe también la posibilidad de que el espíritu del ser humano conozca al ente: luego, desde la perspectiva del conocimiento, el ente está ordenado al espíritu y el espíritu está ordenado al ente.

Jesús no podía responder a Pilatos: “tu sabes ... qué...yo soy”; en verdad no lo sabía aunque pudo haberlo sabido.

VERDAD ONTOLÓGICA: Toda multiplicidad requiere de una previa unidad que la fundamente. ¿Cuál será unidad fundamentante de la dualidad espíritu-ente ó sujeto-objeto, en el caso del conocer? Si tal fundamento no existiese, el ente sería algo absolutamente otro en relación al espíritu y viceversa, luego sería imposible el conocer. Es obvio que esa unidad previa y fundamento de la dualidad sujeto cognoscente y objeto conocible, es el ser: en efecto, ambos son.
Esta identidad de ser y conocer es el fundamento de las verdades óntica y lógica es la verdad ontológica o verdad del ser que, en esa identidad, se conoce a sí mismo. Identitas inter esse et intellectionem.
No obstante, por la condición finita del espíru humano, el ser y el conocer necesariamente se separan en la dimensión de la finitud, pues el espítu finito, limitado por su esencia, no es capaz, todavía, de conocer al ser en su infinita totalidad, pues le trasciende. Separación que, por tanto, es relativa y no absoluta.
La identidad absoluta del ser y el conocer o saber sólo va a realizarse en el ser absoluto. En Dios. Él, “Yo soy el que Soy” es la realización de la VERDAD INFINITA, con la que se identifica.

¿Para qué Jesús habría de repetirle a Pilatos lo que tan claramente había proclamado? ¿No dijo, acaso, que es el Hijo de Dios? ¿No repitió que era el Camino, la VERDAD y la Vida?

Es tan importante la verdad, que el Creador nos hizo a su imagen y semejanza, valga decir, nos hizo libres. Nos dio como regalo de creación el libre albedrío, nuestra capacidad interior de aplicar nuestra racionalidad en todos los actos de nuestra vida y de decidirlos ejerciendo nuestra voluntad, bien supremo que ninguna instancia o tiranía puede suprimir ni conculcar.
Ahora bien, si es cierto que podemos aplicar esa libertad interior para hacer el bien o el mal; para seguir los dictados que la Ley Natural inscribe en nuestra conciencia o para no seguirlos; para colaborar, como Él quiere, en la complementación de la obra de la Creación o para no colaborar en ello, es cierto también que nuestra libertad interior no DEBE ejercerse sino ordenada a la VERDAD.

Tal es la importancia y significado trascendente de la verdad en la vida personal y social.