Pedro G. Paúl Bello Weblog

sábado, diciembre 22, 2012

viernes, 21 de diciembre de 2012 LO DE AYER. CAMBIO GENERACIONAL, PEDRO PAÚL BELLO. Las elecciones realizadas, para elegir gobernadores de Estados, no son sino un episodio más de la larga lista de trampas y fraudes, de tipos y modalidades diversos, que han sido realizados en todos los procesos electorales de Venezuela con la sola excepción del referendo –no previsto en la Constitución de 1961, entonces vigente-- presentado al país en 1999 para convocar Asamblea Constituyente, por cierto, sin quorum establecido y con una concurrencia de electores del orden del 30 por ciento. Un sector minoritario de la dirección de la oposición política, auto-designada ante el régimen instaurado en febrero de 1999 después de la victoria electoral del Tte. Cl. Hugo Chávez Frías en diciembre de 1998, cuyo ejercicio se inició en el año 2000, se ha caracterizado por sostener, a lo largo de todo el tiempo transcurrido hasta el presente, una actitud que, a veces, ha sido calificada con denominaciones como las de “colaboracionista”, o “pasiva”, o “cómplice” pues, en verdad, muchas veces se ha presentado como mediatizada o fría en sus actuaciones ante los múltiples abusos de un gobierno que ha violado, varias veces, prácticamente todos los artículos de la vigente Constitución elaborada por la Asamblea Nacional Constituyente de 1999, que fue aprobada en referendo popular votado hace 13 años y 2 días en esta fecha de hoy, pero jamás respetada. Los partidos políticos llamados “tradicionales”, que encabezados por Acción Democrática y Copei lograron, en la siempre mal llamada IV República, desde el año 1959 hasta el de 1974, hacer de Venezuela ejemplo de democracia en todo el Continente, cayeron --después de 1980, y en particular desde 1983 cuando hubo de ser devaluado el bolívar-- en luchas externas e intestinas que los fueron conduciendo, poco a poco, a desinteresarse de los cada vez más exigentes intereses y necesidades de la población, pero ignoraban de que, desde los años 70, un sector del Partido Comunista había decidido penetrar la Fuerzas Armadas Nacionales para sustituir, con su ideas y tácticas, una democracia de la que esa población estaba, progresivamente, perdiendo su fe en ella y así también sus esperanzas. Pues bien, ocurre que en los últimos tiempos y en el presente, el sector “mediatizado” de la dirigencia opositora --que, por cierto, no se retrata en público-- parece continuar teniendo la última palabra, que es, extrañamente consecuente con los intereses del régimen que nos oprime. Hoy lunes, la ciudad capital amaneció y hasta esta hora ha permanecido como dormida, extenuada por lo ayer ocurrido, desanimada y desesperanzada tal vez. Quien esto escribe, en cambio, piensa que ayer Venezuela dio un paso muy importante hacia el futuro cercano. No soy ni optimista ni pesimista: ante un vaso con agua por su mitad, el pesimista dice “el vaso no tiene agua”, mientras el optimista opina “el vaso está lleno.” Ambos se equivocan en sus juicios: el vaso está por la mitad y basta. Pues bien, antes de ayer una notable proporción de opositores creía que el vaso estaba lleno; hoy, otra proporción numerosa piensa que está vacío. La realidad me parece ser que está por la mitad y que, desde anoche, con toda seguridad, en ese vaso comienza a entrar el agua que terminará rebosándose y habrá de ocupar todo su derredor. ¿Optimismo? No. Ayer Venezuela dio, sin pensarlo ni saberlo, un paso firme hacia adelante; hacia el camino verdadero, hacia el anhelado progreso. Ayer, amigos, nuestra querida Patria, sin saber sabiendo, dio un irreversible paso hacia adelante; hacia el futuro que merece. Desde ayer, hay aquí un liderazgo que será cada día más sólido, más eficaz, más claro. Desde ayer y después de catorce años de ausencia de verdadero liderazgo, aquí tenemos un verdadero líder: Henrique Capriles Radonsky. El paso del tiempo ayuda a las personas que viven la política como una entrega total de si, para que alcancen una libertad interior que les desliga de toda aspiración mezquina por egocéntrica, lo que implica tal desprendimiento es que les separa de toda aspiración del yo y les entrega al otro, que en este caso son todos los venezolanos. Además, a ese líder le acompaña una pléyade generacional que va a dar, como frutos, más líderes para regir el futuro inmediato de esta bendita tierra de gracia. Es el clásico cambio generacional que, históricamente, ha caracterizado todos los cambios políticos de Venezuela. Su ocurrencia se da en períodos que van de los cuarenta a cincuenta años, tiempos en los cuales suelen romperse las “costras” generacionales que han cerrado caminos a las generaciones jóvenes que surgen y transforman. Esas irrupciones han sido siempre violentas en nuestra historia. Afortunadamente, creo que la generación saliente puede que no sea proclive a generar tal violencia. Confío en que el Todopoderoso y nuestra Santísima Madre nos van a ayudar a impedir que los violentos que tenemos en el poder traten de hacerlo. ¡In manus suas!

lunes, diciembre 10, 2012

ASUMIR LA RESPONSABILIDAD DE NUESTRO DESTINO. Pedro Paúl Bello En algunos escritos y en obras, una de las cuales que está por ser publicada, he insistido en aspectos de nuestra realidad como Nación y como pueblo. He calificado, la nuestra, como Nación invertebrada, que seguirá siéndolo mientras nos mantengamos dependientes, no ya de una potencia o fuente como lo fue la España que nos descubrió, conquistó y colonizó, sino de raíces que se hunden en realidades de nuestro pasado, porque, sin habernos deslastrado de esos antecedentes de manera real y no aparente, no hemos acompañado la Independencia que logramos con cambios sustanciales sobre nuestra manera de ser Nación, sino que hemos conservado, escondidas en nuestro presente, muchos rasgos, costumbres y conductas de nuestro pasado que, por cierto, no es muy lejano en el tiempo, como si lo es en los países llamados más desarrollados. El tiempo obra de manera muy importante en la evolución de todos los pueblos y, su paso, obra de manera muy importante en la transformación de todas la Naciones. Porque la historia de éstas, así como las de sus miembros integrantes, no es una mera sucesión de acontecimientos, hechos y sucesos, en virtud de que asimilan cambios que transforman formas de gobierno, usos y costumbres, así como conocimientos y maneras de ser y de actuar de las personas. Pero, en esta reflexión breve, no se trata de considerar hechos del pasado lejano o cercano, sino del presente que estamos viviendo, hoy, todos los venezolanos. La noche del pasado sábado, el ciudadano Presidente de la República se dirigió al país para exponer ante el país que el mal que le aqueja no le permitirá, “por ahora”, ejercer las funciones de su cargo, por lo que encargó al ciudadano Vicepresidente, señor Nicolás Maduro, para que se ocupara de tales funciones y, de seguida, informó que debe viajar de nuevo a Cuba para someterse a otra intervención quirúrgica que pueda devolverle su salud. De seguidas, el Presidente descubrió sinceramente sus naturales temores al respecto, en vista de lo cual propuso, claramente, que de no poder retornar al cargo para el cual fue reelecto el 7 de octubre pasado, recomendó que el candidato de su partido fuese el mismo señor Maduro, lo que acentuó con claro y contundente énfasis. Además, y siempre conforme al mandato constitucional (Art. 235), pidió el permiso de ley al Presidente de la Asamblea Nacional, señor Diosdado Cabello. Es de recordar que, conforme a lo previsto en el Artículo 233 constitucional, parágrafo segundo, se establece que “Cuando se produzca la falta absoluta del Presidente electo…antes de tomar posesión (que sería, eventualmente, el caso del Presidente Chávez), se procederá a una nueva elección…dentro de los treinta días consecutivos siguientes. Mientras se elige y toma posesión el nuevo Presidente electo… se encargará de la Presidencia de la República el Presidente…de la Asamblea Nacional.” El Presidente Chávez se ajustó exactamente a las disposiciones constitucionales. Sin embargo --y de manera muy lamentable-- altos miembros de las Fuerzas Armadas, violaron de manera flagrante lo establecido en el Artículo 328 de la vigente Constitución, que en su inicio reza: “La Fuerza Armada Nacional constituye una institución esencialmente profesional, sin militancia política…En el cumplimiento de sus funciones, está al servicio exclusivo de la Nación y en ningún caso al de persona o parcialidad policía alguna.”, han hecho pronunciamientos esencialmente políticos, como supuesto respaldo al Presidente. Por otra parte, la fracción oficialista que participa en la Asamblea Nacional, en vez de limitarse a considerar la solicitación de permiso para salir del país, desarrolló un vergonzoso debate cargado de señalamientos ofensivos hacia diputados opositores, así como a manifestaciones de carácter político que, una vez más, dejan mucho que desear al provenir de representantes de un pueblo que los eligió no para que formaran una suerte de gallinero, sino para que se ocupen de sus urgentes necesidades y del progreso de la Nación en aras del Bien Común General. En ese sentido, llamamos la atención de todos los venezolanos a fin de que asuman, como ciudadanos, la responsabilidad que todos tenemos de buscar y velar el bien de la Patria, que es el bien de todos, especialmente actuando con patriotismo verdadero en los actos comiciales y, superando el temor que proviene de amenazas, actúen sinceramente, sin atender ofertas de compras de conciencia que no son más que clásicas artimañas de quienes hacer de Venezuela, no una bendita tierra de gracia de ciudadanos y democracia, sino una Nación de esclavos sometidos a la opresión de un régimen comunista y totalitario.

lunes, diciembre 03, 2012

¿POR QUÉ HEMOS LLEGADO A ESTO EN VENEZUELA?

¿POR QUÉ HEMOS LLEGADO A ESTO EN VENEZUELA? Pedro Paúl Bello Nada fácil resulta ser el explicar, en relativamente pocas páginas, las razones que darían cuenta del por qué hemos llegado a lo que vivimos actualmente en nuestra amada Patria. En algunas oportunidades, sea en libros o en artículos, he hecho uso del término “invertebrada” para dar cuenta, de manera muy general, de la condición de esta Nación que, por supuesto, involucra las raíces del modo de ser de nosotros, sus ciudadanos. En una obra, que espera por su publicación, he tratado de considerar y de reunir en diversos conjuntos, aquellos factores que, desde el descubrimiento de esta bendita tierra de gracia, podrían dar parcial cuenta de razones, condiciones humanas, factores sociales y políticos y de otros elementos que, identificados y reunidos, podrían asomar hechos y situaciones que, parcialmente, explicarían algunas respuestas a nuestros por qué. Como bien sabemos, nuestro espacio geográfico territorial fue descubierto en 1498 cuando a su extremo oriental, y viniendo por la mar océano, fue avistada la costa venezolana, visitada después por Alonso de Ojeda. Tiempo después comenzó el desembarco de hombres españoles en el Oriente y Occidente de nuestro territorio y, con ello, la conquista y sometimiento de la población indígena originaria. Como los españoles venían solos, sin mujeres, se inició el complejo proceso del mestizaje al unirse aquellos con mujeres indígenas, posteriormente complementado por la llegada de africanos de piel negra, lo que aumentó las dimensiones de ese mestizaje hasta alcanzar complejas combinaciones entre los tipos de personas que en el mismo participaban. La organización política, que la Corona española permitió que se estableciera, condujo a la conformación de una sociedad del tipo “estamental”, es decir, separada por diversos estamentos establecidos según la sangre de los diversos integrantes de los mismos. Los estamentos nacieron como compartimientos totalmente separados, a la cabeza de los cuales se encontraban los blancos españoles de origen, seguidos por los blancos criollos nacidos en el territorio por uniones entre hombres y mujeres blancas posteriormente llegados de España. Bajo éstos dos sectores poblacionales se agrupaban los múltiples tipos de estamentos verticalmente organizados según su sangre: quinterones, cuarterones, tercerones, etc., hasta llegar a los dos grupos de más bajo nivel que eran los indígenas puros y los negros puros. 1º) El factor familia, elemento de la invertebración. Tal división estamental condujo a que, con el tiempo, los estamentos de menor nivel aspiraran a alcanzar los privilegios que se otorgaban a sus estamentos inmediatamente superiores, con la característica de que cada estamento aspiraba a tener los privilegios que poseían los miembros del estamento que les era superior en el orden, pero se los negaban a los que estaban por debajo de ellos en la cadena estamental: los blancos criollos aspiraban a tener los privilegios de los españoles, pero se los negaban al estamento de los tercerones, los cuales aspiraban tener esos privilegios de los blancos criollos pero se los negaban a los cuarterones y, así, sucesivamente hasta los indígenas que se los negaban a los negros. Es de resaltar que por ello, cuando se declara la guerra de independencia, la mayor parte de los negros esclavos, así como buena parte de los indígenas, se sumaran a pelear en favor de las fuerzas realistas que les habían dejado libres cuando escapaban del dominio de sus amos blancos. El temible José Tomás Boves, quien fuera el más fiero caudillo realista pero había sido, inicialmente, partidario de los patriotas, agrupó grandes contingente de negros e indígenas que sirvieron muy efectivamente a su causa. Cuando uno reflexiona y estudia sobre el tema de las características que muestra una mayoritaria parte de las familias venezolanas, en las que predomina la ausencia del padre, la centralidad determinante del rol de la madre (bien designada por Moreno como “familia matricentrada”) y otras varias características derivadas, se inclina uno a pensar que sus orígenes pueden encontrarse, precisamente, en esa primera realidad que, si bien no es imputable al mestizaje como tal, debe éste, con varios otros factores externos, haber tenido determinante importancia en su génesis e inmenso desarrollo en nuestro país. Brillantes especialistas en esa materia, así como en otras correlacionadas, como el Padre Alejandro Moreno, José Luis Vethencourt, Fernando Rísquez, William Rodríguez y muchos más, han realizado importantísimos estudios sobre esa materia, que son determinantes para descubrir muchos ¿por qué? que, seguramente, tienen que ver y que explicar las causas y razones de ese aislamiento y aparente indolencia y separación de tantos compatriotas con respecto a los graves momentos que, a todo lo largo de su historia, ha vivido y padecido nuestra Nación y le dan ese calificativo de invertebración que anteriormente hemos señalado. 2º) Familismo amoral. Los autores, Massimo Desiato, Mikel De Viana, y Luis De Diego, en el trabajo “Ethos y valores en el proceso histórico-político de Venezuela” que fue publicado en “El Hombre, Retos , Dimensiones y Trascendencia”, de la UCAB, significan que hay “una regla preferencial de conducta” cuyo contenido sería: “maximizar las ventajas materiales inmediatas para mí y para mi estricto grupo primario de pertenencia, suponiendo que todos los demás harán lo mismo”, y afirman que, en alta proporción de los casos, las personas asumen, en nuestra cultura, esa “regla preferencial de conducta”. De esta, forma, centran su interés en su exclusivo grupo primario de pertenencia y no en la colectividad, siendo leales y responsables sólo con ese tipo de grupo particular, lo que bloquea todas las iniciativas que sean propuestas en función del Bien Común General. Además, el único interés que rige a esta conducta familista, cuando los individuos llegan a interesarse por los asuntos públicos, es el alcance rápido y fácil de ventajas materiales y pecuniarias. Tal “regla preferencial de conducta” parece derivar directamente del tipo de familia matricentrada que ha sido anteriormente considerado. En efecto, el grupo familiar que deriva de ese tipo de familia, constituye un mundo particular de intereses y de relaciones, con total prescindencia del grupo general de la comunidad y de los otros grupos familiares de naturaleza similar. La inmediata consecuencia de esta extendida actitud es el bloqueo de las iniciativas que se proponen voluntariamente para servir a la comunidad, pues sobre las personas que las alientan van a recaer sospechas de tener intereses propios, pues sus propósitos parecen insólitos en medios en los que la mayoría de la gente no actúa de semejante manera. Pareciera, entonces, que como consecuencia de lo anterior, los grupos de población más débiles del país se sentirán inclinados a favorecer opciones de regímenes autoritarios y de fuerza, especialmente porque la demagogia, sea populista o comunista que los gobiernos de esos signos utilizan, les favorecen con darles dinero o bienes de uso doméstico especialmente en tiempos de procesos electorales. Si como sabemos, es cierto que la “casa”, independientemente de su calidad y ubicación, es la puerta por la que el ciudadano da su primer paso de ingreso en la sociedad (primero el sector; luego el barrio, la urbanización; después la ciudad y finalmente la nación), la familia como primer e inmediato elemento de socialización juega un papel principalísimo en lo que será su conducta ciudadana. A partir de la casa se va a definir si la persona se integra en la sociedad o se mantiene separada o al margen de la misma. Si en la casa se siente aceptada y valorada, la persona va a ser de una familia y, por ello, será también de una sociedad, de una nación; de todo un mundo. Tendrá, pues, sentido de pertenencia a, sentido de formar parte de: estará integrada, inserida en la realidad. 3º) Influencia del Español. En nuestro territorio, como en el resto de los países de nuestro sub-continente, los primeros extraños respecto a población fueron los españoles. Sabemos las razones del cómo y por qué vinieron Cristóbal Colón y sus acompañantes. Sabemos, también, que a nuestra América Ibera llegó gente de la España de los tiempos de inicio de la Reconquista, la que se completó con la toma de Granada el primero de enero de 1492, el mismo año del Descubrimiento. Es de señalar que la Península Ibérica había experimentado un feudalismo muy breve y, por tanto, muy particular: apenas duró algo más de los dos siglos que transcurren entre la ocupación visigoda en el siglo VI y la conquista musulmana en el siglo XIX. Adelantemos, por cierto, que ese lapso resultó muy importante para nosotros, latinoamericanos, pues, como luego lo veremos, iba a ser factor determinante de otro elemento de nuestra invertebración como nación, o naciones, pues nuestras hermanas repúblicas padecen del mismo mal. Tal lapso corresponde al relativamente breve tiempo durante el cual la Península fue feudal. Pero esa misma brevedad determinó que los descubridores y colonizadores de esta parte de América, no fueran, tampoco, prototipos feudales como no lo fue la región Ibérica de Europa. ¿Quiénes eran, entonces, esos primeros españoles que llegaron a nuestras costas y penetraron en toda la dimensión de lo que es hoy Venezuela y la América Latina? La mayoría entre ellos eran desarraigados de su propio mundo: aventureros, o gente que cargaba prisión por delitos, o segundones o tercerones de familia que no podían acceder a las milicias ni al clero como los primeros hijos de las familias. Pero estos descubridores, conquistadores y hombres de bajo nivel tenían algo que poseían en común aquellos españoles de entonces: Su ethos. El ethos de la subjetividad: Imbuidos su propio descubrimiento personal y subjetivo como individuos existentes, perseguían realizar grandes hazañas y heroicidades, aunque su objetivo pragmático parezca haberse concretado en hacer fortuna. Era la tradición mítica de casi todo un pueblo, cuya versión literaria recogen dos obras capitales de la literatura española: Don Quijote de la Mancha de Cervantes y el Amadiz de Gaula de Garcí Rodríguez de Montalvo. Don Carlos Siso llamó ese fenómeno “individualismo insociable”,[1] y anotó que se acentuó más al llegar a este continente. El caso del misionero que vino fue distinto por su seguimiento a una Fe fundada en el Amor, que lo impulsaba a ocuparse del bien del Otro. Tal, quizá, el mejor aporte de la madre España, más no el único. El astuto indígena de nuestra tierra parece haber percibido, desde el principio, ese modo de ser de quienes le invadían, y descubrió, muy rápidamente, su ambición desenfrenada por los bienes de riqueza: oro y plata. De allí nacieron numerosos mitos y fantasías que el aborigen tejía para distraer y alejar al invasor: Los del inmenso lago de Parima; la ciudad ideal de Manoa o, el más importante y trascendente de todos El Dorado. Tales mentiras estuvieron vigentes a todo lo largo del siglo XVI y, cuando la realidad de las mentiras se hizo visible, el interés de la Corona, por esta tierra nuestra, decayó hasta el punto de olvidarnos. Pero el ethos del español, así como su escasa propensión al trabajo que anulaban sus heroicas y míticas aspiraciones, iban a reflejarse en las posteriores generaciones que derivarían del mestizaje pues, por las venas de posteriores venezolanos correría la sangre del español en mezclas con varias otras. La mezcla del mestizaje, en algunos aspectos muy positiva, en otros significó un fardo que fue de mucho peso para nuestro desarrollo como pueblo: a) Mientras el español giraba en torno a su personal ego; b) el indígena, cuya naturaleza era débil, carecía de fuerzas y costumbres para asumir el trabajo productivo. c) ello obligó, a encomenderos y factores del gobierno de la Provincia, a participar en la compra de esclavos traídos de África, para que sustituyeran a los nativos en las tareas de la tierra. La sangre africana iba a incorporarse para completar nuestro mestizaje. Pero éste, en tiempo relativamente breve, se manifestaría como subversión ininterrumpida cuyos aspectos trataremos algo más adelante. 4º) El desarraigo. Los componentes fundamentales del desarraigo lo sufren los tres factores principales de nuestro mestizaje y se caracterizan por su desarraigo respecto al espacio que deben habitar: a) El aborigen, fue despojado de su mundo y condenado a vivir en un espacio que no le pertenecería más: Se enemistó, así, con la naturaleza que había sido su recinto y morada; odiaría el trabajo que, impuesto por la fuerza y la opresión, introduciría en lo más recóndito de su ser, la desconfianza, la hostilidad, el miedo y la inseguridad de quien nada tiene, y son baldones que han venido arrastrando por siglos. Era un desarraigado en su propio mundo b) El africano, trasladado forzosamente en abyecta esclavitud, desde su mundo natural a otro medio desconocido y radicalmente diverso del propio, sea en lo cultural o en lo geográfico, no se encontró en ese mundo nuevo ni pudo quererlo o sentirlo como cosa suya, y menos esperar en él un destino humano. Padeció un desarraigo injusto que no podía entender y contra el cual se rebeló. c) Y el europeo que vino a esta América fue aventurero desarraigado de su propio mundo; segundón, cautivo o perseguido, fue un nadie que se embarcó para una aventura más en la que no tenía nada que perder. Llegó a un medio en el que todo le resultaba extraño: espacio, vegetación, montañas y ríos. Tuvo que experimentar, improvisar, inventar. En tal mundo, también se sintió desarraigado en su desarraigo, pero tuvo que enfrentarlo y dominar. Lo logró, en un mundo con el cual no iba a identificarse totalmente. Sus descendientes, por generaciones enteras, arrastraran un cierto dejo de nostalgia por la Europa, que expresan actitudes extranjerizantes, negadoras de lo propio, imitadoras de lo europeo primero y de lo norteamericano después, que aún manifiestan ciertos sectores de la población que autores han denominado “mentalidad colonial”. Si no aceptaron plenamente su nuevo mundo, sus descendientes lo amarían. Rufino Blanco Fombona lo expresó así: “Como ciertos insectos asumen el color del árbol o de la tierra donde se crían, el conquistador de América, por un mimetismo inesperado, toma carácter del medio, tan distinto del europeo, en que su acción se desenvuelve.”[2] 6º) Conflictividad. En su libro “Los Vicios del Sistema”, escribió Juan Liscano: “La integración nacional venezolana se efectuará a sangre y, no precisamente como proyecto explícito, sino como consecuencia de las matanzas y del horror de la historia, como fruto de un exceso de males.” De tales males, lo primero en revelarse fueron las insurrecciones de esclavos negros y también de aborígenes. Las más numerosas fueron las de los primeros. De hecho, a mediados del siglo XVI comenzaron sus sublevaciones, que ocuparon un continuo temporal luego mezclado con la Guerra de Independencia. Sin embargo, si bien es cierto que la confrontación violenta y generalizada nació de la injusta jerarquía social establecida, diversos otros factores (económicos, políticos, sociales y antropológicos) actuaron como catalizadores de los conflictos. Las más notables, entre muchas otras, fueron en 1552 la de las Minas de Buría por Negro Miguel, quien se auto-designó Rey, Reina a su esposa y Príncipe a un hijo; en 1573, de 30 africanos que recorrieron desde Maracaibo hasta Río Hacha y hasta Coro; la de 1603, desde Margarita hasta Cumaná; en 1730 la de Andreosote (Andrés López de Rosario), quien desde Yagua (Yaracuy), se extendió hasta Coro, Puerto Cabello, Barinas, Barquisimeto y Carora; en 1741, Juan Francisco de León, quien, desde Panaquire varías veces entró en Caracas acompañado de muchos seguidores que protestaban contra la Cía Guipuzcoana. Pero los alzamientos eran permanentes en casi todo el territorio de la Capitanía. Los fugitivos se refugiaron en lo que llamaron “Cumbes”, suerte de campamentos instalados en montañas, desde los que atacaban a los que pasaban por los caminos y haciéndoles toda suerte de delitos. En algunas Cumbes se refugiaban también aborígenes sublevados. Esta situación de verdadero terror, iba a mezclarse, después de 1812, con la conflictividad de la guerra. Al inicio, los más oprimidos, negros e indígenas, apoyaron la causa realista, pero cuando el Libertador, bajo su mano, unificó el mando de la guerra (1817) se fueron con los patriotas. 7º) Feudalismo criollo. Sin duda, entre los errores de mayor trascendencia cometidos por Simón Bolívar está el haber repartido las tierras que eran de los blancos peninsulares a los generales victoriosos de la guerra. Desintegrado el sueño de la Gran Colombia, en 1830 comenzó nuestra 4ª República (que terminó en mayo de 1864 al declararnos Estados Unidos de Venezuela), presidida por Paéz. Eran tiempos de paz cuando la llamada Oligarquía Conservadora. Después vino la Liberal encabezada por José Tadeo Monagas, cuyas “hazañas” conocemos, y con él se instaló el poder tiránico en Venezuela, la sucesión de gobiernos, la Guerra Civil y el posterior “reinado” de Guzmán Blanco. El país asumió características similares --dentro de grandes diferencias-- a lo que fuera la etapa feudal europea. Los caudillos, que eran los generales victoriosos de la Independencia, se adueñaron de las porciones territoriales de sus “feudos” de dominación. El presidente era un “primo inter pares”, pues su ascenso y permanencia en el poder dependía del apoyo de los caudillos regionales. Pero ese tipo de feudalismo fue heredado. En efecto, en Iberoamérica, España y Portugal establecieron instituciones de naturaleza feudal (de un feudalismo propio que duró muy poco en España) y generaron relaciones sociales y de producción que respondían, en su propia especificidad, a los rasgos del tipo ideal de feudalismo según Weber. Una equivocada tesis mecanicista pretendió que la difusión del capitalismo eliminaría, automáticamente, todas las formaciones económico-sociales no capitalistas y generaría las de tipo capitalista, que ya se establecían en el siglo XIX. Sin embargo, constituidas nuestras repúblicas, el sistema feudal, lejos de pasar por una rápida eliminación se transformó y logró su propia autonomía, pese a la expansión capitalista-industrial de Europa. Ello generó nuevas formas de sistemas neo-feudales, como ocurrió en el caso venezolano y otros de la sub-región. Al no ser eliminado el modelo feudal, sino ajustado a las nuevas realidades socio-políticas y productivas mediante la asimilación de formas políticas asimétricas y asincrónicas en relación a la evolución de los países más desarrollados de Europa, el feudalismo se reforzó en la América Latina y se ajustó en vista del control social, económico y territorial de cada Nación. El Venezuela, nuestro feudalismo se expresó, socio-políticamente, en el auge del caciquismo-coronelismo-caudillismo de nuestro siglo XIX, que no representaba sino momentos de su posterior proceso evolutivo, para desaparecer bajo el gobierno de Juan Vicente Gómez que generó, en nuestro país, nuestra específica forma del Estado Moderno. Fue, entonces, el mayor desarrollo ulterior de nuestro tipo de feudalismo --y no su liquidación por una inexistente burguesía entre nosotros, lo que determinó la aparición de nuestro Estado Moderno. Sin embargo, y de manera muy obvia, el efecto de más de un siglo de duración de nuestra realidad de tipo feudal, el mantener relaciones comerciales externas de tipo capitalista moderno y el enriquecimiento del sector productivo exportador (primero el cacao, después el café y posteriormente el petróleo) permitieron que surgiera un mercado interno débil pero real, pero también que la conducta interna tardara en deslastrarse en lo económico y lo político, del modo feudal cuya influencia sólo comenzó a disminuir a raíz de la muerte de Gómez, con el gobierno del Gral. Eleazar López Contreras. Con el derrocamiento, en octubre de 1945, del gobierno del Gral. Medina Angarita, pese a las innegables características democráticas que se desarrollaron en el Trienio (elección popular directa y secreta del Presidente Gallegos y Congresos Constituyente y Nacional), en lo que respecta a nuestra población se mantuvieron, modificadas pero vigentes, formas sociales atrasadas de vida y conducta, cuya génesis se encuentra en la etapa de tipo feudal del siglo XIX y más de la mitad del siglo XX. El populismo, a estas alturas parece cosa vetusta y desgastada. Sin embargo, se mantiene vivo en nuestra nación. No será erradicado definitivamente si no vamos mucho más allá de las instituciones políticas, económicas y sociales, pues lo que hay que hacer es provocar conversiones radicales de las maneras de hacer y concebir la cultura personal y social de nuestras poblaciones. De lo contrario, el fantasma reaparecerá constantemente para ocupar de nuevo posiciones de las que parecía desplazado. Sólo así dejaremos de ser esa “superposición cronológica de procesos tribales”, que dijera Don Mario Briceño, y llegar a ser pueblo y no masa; pueblo, en el sentido estricto de la palabra, que constituya cada Sociedad como unión moral, racional y estable de personas humanas, esto es, de seres racionales, conscientes, libres y, por tanto, responsables de sus actos. ¿De dónde sale el populismo? Nuestro “modelo” es producto de nuestra propia realidad, la que, como hemos visto, tiene formas, actitudes y conductas de nuestra población, con propias pero similares maneras o estilos, en Venezuela y en de todo el sub-continente. En tal sentido, el populismo latinoamericano nada tiene que ver con los modelos populistas de Europa u otras regiones del mundo. En efecto, el nuestro, en su particular génesis, proviene de realidades que fueron hechos de la historia de estos pueblos, como el ya referido del mestizaje (que es diferente en otras realidades sociales); el origen y características generales de los conquistadores y colonizadores; la importancia mayor o menor que, para España, significó cada Colonia, etc. Entre todos esos factores originarios, uno si fue común en medio de expresiones diversas: la impronta de la breve experiencia feudal vivida en la Madre Patria. Ahora bien, lo que si es común en todas nuestras naciones, con respecto al populismo, es que nació del agotamiento padecido por todos sus modelos de “Estado Tradicional”, que surgieron de la liberación de nuestros países respecto a España, se fueron adaptando las instituciones que copiamos, exportamos nuestros productos, pero no alcanzamos a percatarnos de los cambios incesantes que ocurrían en el mundo exterior a nosotros o no supimos, o no pudimos, ajustarnos a las nuevas realidades. Poco a poco, nuestros regímenes tradicionales fueron siendo desplazados y sustituidos en el poder de nuestros países por sectores de industriales, profesionales, obreros urbanizados, militares formados en Academias, sectores de trabajadores y de campesinos para: sin proyectos alternativos de desarrollo y de acción, acordar entre todos manejar política, social y administrativamente nuestras naciones. Hasta allí todo va muy bien. Sin embargo, había una suerte de veneno desconocido en esa Alianza Populista que, en el fondo, se dividía en dos grandes sectores: un sector desarrollado, capaz de producir, de actuar y gobernar, de establecer leyes y realizar proyectos, con riqueza, y otro gran sector dedicado a labores o trabajos de diferentes tipos y categorías, pero sin suficiente fuerza económica para vivir. El modelo estaba, pues, condenado al auto-estrangulamiento: al principio, las exportaciones daban frutos suficientes para todos en un país; fue posible modernizar ciudades, abrir carreteras, asistir a la población en materias de educación y salud, etc., pero eso duró hasta que los conflictos internacionales no desembocaran en la primera y luego en la segunda guerras mundiales. Esos dos acontecimientos --unidos a varios más de menor resalto-- significaron serios problemas para poder mantener, en nuestras naciones, exportaciones e importaciones al ritmo que antes tenían. En muchas ocasiones, especialmente durante la segunda guerra, el tráfico marítimo se hizo imposible. Muchos países latinoamericanos experimentaron cambios constantes de gobiernos, tuvieron dictaduras y lamentables experiencias. Pero la razón de fondo de la crisis política que cubrió el subcontinente fue, fundamentalmente, que la Alianza Populista no podía subsistir pues sus integrantes tenían intereses distintos y contradictorios. Desde luego, como no había modelos sustitutivos, con relativa periodicidad, volvía y vuelve al poder el populismo, pero también caía de nuevo, generalmente para abrir paso a gobiernos de corte militar que, casi siempre, fueron dictaduras. Son características de ese populismo la inmediatez, la improvisación, la falta de decisión, la ambigüedad y la evasión. Tal manera de manejar la realidad conduce al inmediatismo, a la irresponsabilidad, al parasitismo vital y a la improvisación que procede del vivir al día. Todo ello conduce a la entronización y aceptación del caudillismo mesiánico: los pueblos delegan responsabilidades; eso que refuerza el servilismo y la dependencia personal de tipo relación amo-esclavo y, todo ello, se institucionaliza y se hace irreversible con instituciones como el padrinazgo en lo social o el oportunismo partidista en lo político, cuyos resultados frustran a las personas y no permiten institucionalizar una verdadera democracia. En nuestro país, el modelo populista se hace poder cuando el 18 de octubre de 1945, una Logia Militar, constituida por varios oficiales formados en el Perú, derrocó al gobierno del Gral. Isaías Medina Angarita y estableció una Junta Revolucionaria de Gobierno que formó un ejecutivo civil presidido por Rómulo Betancourt. Gobernó hasta noviembre de 1948, cuando, a su vez, fue derrocado el Presidente Rómulo Gallegos por los principales oficiales que derrocaran a Medina. Así se abrió el camino para el gobierno de Marcos Pérez Jiménez, quien lo obtuvo en diciembre de 1952. Derrocado Pérez Jiménez, regresó restablecida la democracia en Venezuela. En diciembre de ese año fue electo Rómulo Betancourt para su único mandato constitucional como Presidente de la República. No por él, el Presidente que bien lo merecía, sino porque el estilo populista había “pegado” en el país y se ha mantenido hasta el presente, pero ahora con características distintas. Bien, eso último que terminamos de leer, se muestra como prueba de que mantenemos la condición invertebrada. 8º) Anomia. Por anomia se entiende que no hay normas, allí donde se presente. Tres investigadores y profesores universitarios,[1] escribieron un trabajo muy importante sobre la anomia, la definieron no como es normal, sino que, aplicada a nuestro país le entienden como “situación casi secular en la que se ha perdido la relación entre los esfuerzos y los logros; entre los méritos y los premios; entre los crímenes y los castigos. Los premios son para los truhanes y pájaros bravos; los castigos son para los esforzados”. ¿Qué quieren significar, los autores, al hablar de “situación casi secular”? Pues a condicionamientos como los que ya hemos mencionado: el desarraigo de los nuevos pobladores que vinieron de la Península y de África; o a el de los propios aborígenes desplazados en su mundo; a las costumbres y creencias que ya no pudieron practicar más, ni los indígenas, ni los africanos; a la concepción cíclica y geocéntrica del tiempo, distinta a la rectilínea de los europeos; a la subordinación, en la estructura estamental, a todos los estamentos situados por encima del suyo; al rechazo del trabajo productivo del español, conforme a su ethos de heroicidad y gloria, y al mismo rechazo de parte de aborígenes y africanos, pues no lo conocían ni estaba en sus costumbres; al sentirse degradado el mestizo, en sus variadas formas, creyendo ser producto de la ilegitimidad, lo que genera inestabilidad, inseguridad, valor y pánico, acción y apatía. En otros tiempos más cercanos, los valores supremos de nuestra cultura social que, aparentemente viene a ser él éxito, la riqueza y el prestigio, son inalcanzables para una mayoría que puede sentirse preterida. ¿O es que acaso el fenómeno que es el chavismo no tiene asiento en esos --diría antivalores-- que deforman el sentido verdadero de la vida? ¡Siempre el tener por el más tener y muy poco el ser por el más ser! Nuestros tres autores, en un trabajo muy enjundioso que se extiende largamente, señalaron un punto muy importante: esa anomia, así entendida, genera actitudes muy negativas y peligrosas para la salud de la sociedad en general. En efecto, como antes lo apuntamos, los valores prevalecientes en nuestra sociedad son el éxito que da riquezas y el prestigio que da poder. La persona bien formada, honesta, trata de alcanzar sus logros mediante su esfuerzo propio, pero una alta proporción de la población que no ha tenido la oportunidad –y muchas veces, ni siquiera el conocimiento de lo que es la ética-- es fácil que se desvíe y que oriente sus esfuerzos hacia actividades ilegítimas para que le proporcionen los “valores” significativos de sociedades como las nuestras. Es el caso, que ejemplarizan los autores, de jóvenes con rectas intenciones por las que se proponen alcanzar metas de conocimientos que les permitan escalar, honestamente, posiciones en el cuerpo social así como bienestar para sus familias y propios. Esa tarea se les hace muy pesada, por cuanto en el día han de trabajar, carecen de vehículos por lo que, de noche, van a los lugares donde alcanzarán la deseada formación, en autobuses y otros medios de transporte, lo que, por las características de dichos medios es lento. Además, tienen que comprar libros, adquirir instrumentos adecuados para sus estudios, etc., con costos que no pueden alcanzar. Pero en la misma barriada donde habitan, hay otros que se dedican al robo, al fraude, al asalto, por lo que, fácilmente y sin esfuerzos mayores, logran poseer autos, tener dinero abundante y hasta prestigio. ¿No habrían de ser santos, verdaderamente, aquellos jóvenes para no caer en las tentaciones con las que ven cómo “surgen socialmente” a sus desviados vecinos? Se hace muy cuesta arriba la consecución del logro como fruto del legítimo trabajo por parte de quienes no disfrutan de condiciones u oportunidades privilegiadas. Y lo hace más difícil aún la propia Sociedad, que tiende a privilegiar a los desviados, pues, como apuntan nuestros autores: “La presión dominante empuja hacia la atenuación gradual de los esfuerzos legítimos, pero en general ineficaces, y al uso creciente de expedientes ilegítimos pero más o menos eficaces”.... “Cuando el sistema de valores culturales exalta, virtualmente por encima de todo lo demás, la meta del éxito económico y el prestigio para la población en general, mientras la estructura social reduce severamente, o simplemente bloquea, el acceso a modos legítimos de alcanzar la meta a la inmensa mayoría de la población, es inevitable la conducta desviada en gran escala”. 9º) Carencia del sentido de ciudadanía. Ciudadanía significa, como concepto, la pertenencia a una comunidad nacional, es decir, a una Nación. Como voz, viene de la Grecia antigua. Entonces se refería a la Ciudad y no a la totalidad del país. Pese a las desigualdades que en toda Sociedad existen, ciudadanía como concepto refiere a una profunda igualdad de base que parte de la existencia de una naturaleza, o ser, que es común a todos los humanos en tanto tales. La ciudadanía impone deberes para con el cuerpo social y sus correlativos derechos de cada persona: No es que el Estado sea la fuente de los derechos humanos sino que, simplemente, está obligado a garantizarlos; ello es parte muy importante de su función en el seno de la Sociedad, de la cual es sólo una parte. Recordemos que el hombre no es para el Estado sino que, éste, es para el hombre. El no saber ni entender ese principio, tan fundamental, es la fuente que aprovechan las tiranías de todo signo para sojuzgar y usar a la persona humana. 10º) ¿Qué es ciudadanía? En “La Alborada”, revista que fundara en 1909, escribió Don Rómulo Gallegos: “Nada importa el valor teórico de un principio o de una ley, si no ha penetrado en la conciencia de un pueblo; el nuestro viola las suyas porque las ignora casi siempre, y no porque estén en pugna con su naturaleza, sino porque en su naturaleza no está el respetarlas.” Ese pensamiento perfectamente lo podemos aplicar a la ciudadanía como concepto que es, y significa, hoy, la idea de plena pertenencia a una comunidad al margen de todas las desigualdades que existan en ella, porque define, de hecho, una igualdad que es –como antes expresado-- de base y más profunda, pues corresponde a la Voluntad del Creador y supone una igualdad esencial entre todas los humanos, pero no existencial, pues somos todos radicalmente diferentes y cada uno, para siempre, irrepetible en el tiempo y en el espacio y por los siglos de los siglos. En las Sociedades modernas, la ciudadanía se entiende en las tres dimensiones de ésta: a) civil, b) política y c) propiamente social. a) Lo civil comprende todas las relaciones que, entre ellos, tejen los ciudadanos, las cuales se agrupan en dos bloques: las personales y las impersonales. Las personales significan todas las relaciones que tenemos las personas con otras de nuestro entorno: familia, amistades, conocidos y relacionados en diversos aspectos; la segunda refiere aquellos muy frecuentes y diversos encuentros que realizamos con personas no conocidas: en el tráfico, el restaurant, la calle, el templo, el estadio, etc. b) La dimensión política comprende la participación de los miembros de la Sociedad en actos que tienen que ver con la orientación del Cuerpo Social hacia el alcance de su finalidad, el Bien Común General, función propia del Estado, pero al ciudadano le corresponde influir, directamente si ejerce funciones de gobierno, o indirectamente si, de alguna manera, influye sobre dichos actos. c) La dimensión social, finalmente, reúne los actos por los cuales los ciudadanos participan de los beneficios de la vida social que, como Bien Común General, debe proporcionar logros para el desarrollo del potencial que cada persona tiene, de manera que, para todos, exista una verdadera igualdad de oportunidades en orden al conocimiento y a la participación de los servicios que en distintos contextos debe proporcionar la Sociedad. Ejemplo de esto es la Educación. En nuestra Patria, muy lamentablemente, las tres funciones escapan a la disposición de los ciudadanos para participar o actuar, excepto cuando se trata de las relaciones personales: Algunos ejemplos: a) Civil: Tomemos el tráfico en las ciudades como ejemplo: irrespeto a todas las normas correspondientes. Semáforos: casi todos son “comidos”; cruces de vías: son atravesados –con o sin semáforos- de manera que la vía transversal quede cerrada; autopistas: se trafica por los hombrillos, etc. Consecuencias: tráfico paralizado en la ciudad. ¿Quiénes son las “victimas”? Los que manejan y van en los vehículos que pueden chocar; y van a paralizarse en el siguiente cruce, si antes cerraron el anterior y a llegar tarde a su destino todos los ciudadanos. ¿Por qué ocurre? Porque no hay formación ciudadana ni sentido del Bien Común. Ese fenómeno se reproduce bajo modalidades diversas en comercios, bancos, oficinas públicas, etc. ¿Causa? El síndrome del “pájaro bravo” y del ego de cada uno, herencia, como vimos, del lejano pasado. b) Política. ¿Participar en ello? ¡No! “La política es sucia”; “los políticos son todos sinvergüenzas y ladrones”; ¿Votar? ¡No¡ de todas maneras perderemos, etc.. ¿Causas? Desarraigo de los 3 componentes del mestizaje, miedos, etc… c) Social. No hay sentido de comunidad, ni hay conocimiento del Bien Común. ¿Causa? Familia matricentrada; cerrados grupos del familismo amoral que deja pensar en todos. 11º) El miedo. Lo específicamente político nos conduce a confrontarnos con la conflictividad del pasado y del presente, con su carga de negaciones de las que derivan miedos aún presentes y ausencias de continuidad histórica; militarismo con su ficciones de heroísmos y realidades fracasadas; guerras y revueltas mal llamadas “revoluciones” con cargas de miseria y más miedo; centralización que todo asfixia y todo separa. Y todo esto, y mucho más que omitimos, se resume en carencia de ciudadanía, anomia y añoranza o preferencia por lo extranjero. Esa historia plena en turbulencias y tragedias vividas por la mayoría de todos los ciudadanos, dejó en sus almas unas ansias desesperadas de paz tras de las cuales, oculto en las silenciosas conciencias, se escondía el miedo. Recuerdo que una vez, en mi casa y siendo niño de cuatro años oí, en una conversación entre adultos, que uno de los cuales dijo “hablen bajito porque las paredes oyen”. Después, pregunté a mi padre qué significaba esa expresión; su respuesta fue: “es que en el país hubo mucho miedo en tiempos de Gómez, y la gente se cuida pues teme que alguien oiga lo que dicen”. Eso es perfectamente natural en situaciones tales pues han sido vividas por generaciones a todo lo largo de nuestra tormentosa historia. Es natural. El nuestro no es un pueblo de cobardes, pero arrastra sus imborrables experiencias seculares, lo que lleva a cuidarse y protegerse en las soledades reales. 12º) Conclusión. Llegamos hasta aquí en esta reflexión sobre nuestro país realizada a vuelo de pájaro. No se vaya a pensar que planteamos interpretaciones negativas sobre nuestro pueblo. Todo lo contrario. El venezolano se caracteriza por su coraje, valentía y desprendida entrega, generosidad, acogida, apertura, gracia y buen humor. Las deformaciones que han influido exteriormente en su desarrollo provienen de circunstancias externas como costumbres ancestrales de los primeros pobladores; de determinaciones a partir de comportamientos generados de situaciones de injusticia social; de siglos de opresión y subordinación; de formaciones familiares que fragmentan y anulan lo positivo de esa importantísima institución; del ethos de la subjetividad heroica tomado de los conquistadores; de antecedentes que fueron nomadismos propios de la mayoría de nuestros pueblos aborígenes o tantos otros factores y sus derivados. Como conclusión, sólo quedan preguntas envueltas en una muy general que reza: ¿Qué hacer? Enfrentar esa pregunta involucraría dedicar mucho tiempo para consultar voces que desde lejano pasado han tratado de dar respuestas pertinentes. Hacerlo, exigiría años de estudios e investigaciones. Sin embargo, algunos pensadores venezolanos de pasado no muy lejano, dedicaron buenos tiempos de su vida en tratar de esclarecer condiciones y de abrir caminos orientadores. Acudamos a uno de ellos: Don Mario Briceño Iragorry. Sobre el silencio, ese que cobija el miedo, escribió Don Mario: Hay un silencio activo “lleno de imágenes que no hacen ruido, de un silencio alargado por la gravidez que le transmiten las ideas… silencio de silencios, oro que vale sobre la plata de las frases sonoras”… “El nuestro, en cambio, es un callar calculado más que un silencio confundible con la actitud esperanzada de quienes meditan para mejor obrar…es un silencio de disimulo, un silencio cómplice de la peor de las indiferencias. No se puede callar por prudencia ni en momentos de desarmonía social, cuando la palabra adquiere virtud de temeridad.” Sobre el disimulo: “Doctores del disimulo, con un pie en todas las causas, prestos siempre a pactar con quienes garanticen mayores oportunidades a sus ansias de permanencia en el disfrute de los réditos, antes se han hecho sordos a todo patriotismo que pensar en la verdad y la justicia.” “ Pero no se advierte que sólo por medio de una profunda saturación de idealidad podrá llegarse a una afectiva transformación de nuestro pesado ambiente social” … “porque nos falta fe, alegría, esperanza, desinterés, espíritu de verdad y de sacrificio social.” Sobre enseñar al pueblo y a las nuevas generaciones: “Enseñémosles que el sentido social de la Patria no pide la labor aislada de escultores que cincelen figuras por su cuenta para superar al artista del taller vecino, sino una obra metódica y común, animada por un mismo espíritu creador, que tanto lucra con el genio de los unos como cuanto experiencia da el fracaso de los otros.” Sobre el Libertador: “creo que no debemos convenir en una segunda muerte de Bolívar. Esa muerte a que ha sido condenado definitivamente por quienes lucran con la evocación de su memoria, a menudo aplicada…a lo que es contrarío .. a sus ideales.” Sobre la Caridad: “Para los que creemos en el espíritu, ella es fuerza que anima y enrumba la marcha de la sociedad. Es la virtud antimarxista por excelencia. Es el solo aglutinamiento social que puede evitar la crisis definitiva de la civilización”…”Y la injustica es violencia contra la caridad” …”Y hay crisis de caridad porque hay crisis de espiritualidad.” Sobre la democracia: “La democracia no es el asalto. La democracia no es lo que ahora entendieron muchos capataces muchos capataces políticos: la posibilidad abierta para el vivo… contra eso “va la jerarquía de los individuos en cuanto valen por si mismos.” Es necesario crear “una conciencia social de jerarquía de estímulo en la vida democrática.” “Para lo que si está dado y permitido romper la mecánica del orden, es para ir de puntero al sacrificio por la sociedad.” El pueblo: “Ayudar al pueblo es por tanto nuestro deber presente. A un pueblo que no está debajo de nosotros, en función de supedáneo para nuestro servicio, sino del cual nosotros somos mínima parte y expresión veraz. Debemos ayudarle, no a que grite, como aconsejan los demagogos; ni a que olvide sus desgracias, como indican los conformistas del pesimismo, sino a que reflexione sobre sí mismo, sobre su deber y su destino.” Hay que enseñarle… ¿Enseñarle qué? Enseñarle sobre las estructuras de nuestra sociedad; sus instituciones; la realidad que somos en sus raíces y proyecciones hacia el devenir; las tendencias que de ello se marcan; las prioridades de los cambios; los recursos, las urgencias, las posibilidades e imposibilidades; en fin, la aprehensión de nuestro ser nacional tomado en su totalidad: todo ello es lo que se debe conocer y, a partir de tal saber, actuar para no improvisar. Desterrar de las mentes tópicos que se repiten y terminan por presentarse como verdades, cuando apenas tienen validez parcial y son desechables como fundamentos para diagnósticos o acciones a realizar en nuestro acontecer nacional. Eso, por ejemplo, de que “somos un país riquísimo”; o aquello de que “tenemos el mejor puente del mundo”, o “la mejor red de autopistas”; o la moneda más fuerte, antes de que el bolívar se precipitara en su descenso. La clave de nuestro histórico problema de país --que es un problema de conciencia de pueblo-- es el desconocimiento por parte de ese pueblo --entendido, no en la expresión populista-demagógica del concepto, sino como el conjunto de todos los miembros de la sociedad nacional-- de sus verdaderos intereses y reales necesidades. El principal y fundamental interés es el que cada venezolano sepa hacer respetar su eminente dignidad de persona humana. Enseñarle en qué consiste esa dignidad y por qué y para qué la posee: cada venezolano debe entender, entonces, que la persona humana --que él es-- no es accidente fortuito ni resultado de casualidad alguna, sino de una causalidad que es la voluntad del Creador que le hizo persona. Que al hacerlo le hizo inteligente; le dio razón para pensar y actuar; libertad interior que le hace dueño absoluto de sus actos humanos; le dio conocimiento natural que le permite, aún en medio de su pobreza e ignorancia, distinguir entre lo que está bien hacer y lo que está mal, esto es, entre el bien y el mal; y que aunque ese conocimiento lo oriente hacia el bien que es el mismo Creador con su libertad interior o libre albedrío, puede, sin embargo, optar por hacer el mal, pero que es responsable de todos sus actos libres, sean buenos o malos; que por esa responsabilidad --que no es sino el responder por los propios actos-- habrá de dar respuesta ante Él, su Creador, pero también ante las instancias jurídicas de la tierra en la que nació --su Nación— o de aquella tierra que voluntariamente haya adoptado para allí vivir. Que el Creador le hizo para que desarrollara un inmenso potencial que como persona tiene: capacidades de entender, de crear, de analizar, de juzgar, de apreciar, para aplicarlas en todos los campos del hacer y del saber humano; Que el humano es un ser sociable por naturaleza y no por razón de pacto o contrato alguno; que en la Sociedad que constituya con semejantes suyos debe encontrar condiciones indispensables para que le sea posible desarrollar el potencial que ha recibido al ser creado y que no es sólo para él, sino para los demás; que en esa Sociedad hay otra forma de libertad que no es ya la interior o libre albedrío, sino la externa o libertad de independencia consistente en ausencia de coacción o coerción sobre sus actos, la que no le vino como don o dato de su condición humana, sino que debe ser conquistada por él y en unión con sus semejantes en el seno de esa, su propia Sociedad. Inmediato e inseparable del concepto de libertad está el de justicia, que significa que en las relaciones con los demás, cada cual merece recibir lo que le corresponde; y, que cada cual debe respetar y hacer respetar la justicia respecto a los demás y ante quienes tienen la responsabilidad de dirigir la Sociedad como gobierno; después, debe saber que todos los seres humanos somos iguales en dignidad, en tanto personas, y que esa igualdad prevalece ante la ley y las instituciones; pero que si somos iguales en tanto personas, cada uno es distinto como ser que existe de manera concreta: somos existencialmente diferentes. Además, que hay otra forma de igualdad: una igualdad de oportunidades, por la cual, todos y cada uno, en la Sociedad, tienen derecho a que ésta garantice la posibilidad de alcanzar el propio desarrollo personal, que procede del potencial ya citado, pero, eso, cada cual ha de realizarlo de manera libre y por tanto voluntaria. Se trata, entonces, de nociones básicas que, con algunas más, constituyen el fundamento de sus intereses, sin lo cual una población no estará en capacidad de reclamar y defender sus derechos; ni de cumplir sus deberes; y tampoco de exigir la satisfacción de las fundamentales necesidades humanas.

¿POR QUÉ HEMOS LLEGADO A ESTO EN VENEZUELA?

¿POR QUÉ HEMOS LLEGADO A ESTO EN VENEZUELA? Pedro Paúl Bello Nada fácil resulta ser el explicar, en relativamente pocas páginas, las razones que darían cuenta del por qué hemos llegado a lo que vivimos actualmente en nuestra amada Patria. En algunas oportunidades, sea en libros o en artículos, he hecho uso del término “invertebrada” para dar cuenta, de manera muy general, de la condición de esta Nación que, por supuesto, involucra las raíces del modo de ser de nosotros, sus ciudadanos. En una obra, que espera por su publicación, he tratado de considerar y de reunir en diversos conjuntos, aquellos factores que, desde el descubrimiento de esta bendita tierra de gracia, podrían dar parcial cuenta de razones, condiciones humanas, factores sociales y políticos y de otros elementos que, identificados y reunidos, podrían asomar hechos y situaciones que, parcialmente, explicarían algunas respuestas a nuestros por qué. Como bien sabemos, nuestro espacio geográfico territorial fue descubierto en 1498 cuando a su extremo oriental, y viniendo por la mar océano, fue avistada la costa venezolana, visitada después por Alonso de Ojeda. Tiempo después comenzó el desembarco de hombres españoles en el Oriente y Occidente de nuestro territorio y, con ello, la conquista y sometimiento de la población indígena originaria. Como los españoles venían solos, sin mujeres, se inició el complejo proceso del mestizaje al unirse aquellos con mujeres indígenas, posteriormente complementado por la llegada de africanos de piel negra, lo que aumentó las dimensiones de ese mestizaje hasta alcanzar complejas combinaciones entre los tipos de personas que en el mismo participaban. La organización política, que la Corona española permitió que se estableciera, condujo a la conformación de una sociedad del tipo “estamental”, es decir, separada por diversos estamentos establecidos según la sangre de los diversos integrantes de los mismos. Los estamentos nacieron como compartimientos totalmente separados, a la cabeza de los cuales se encontraban los blancos españoles de origen, seguidos por los blancos criollos nacidos en el territorio por uniones entre hombres y mujeres blancas posteriormente llegados de España. Bajo éstos dos sectores poblacionales se agrupaban los múltiples tipos de estamentos verticalmente organizados según su sangre: quinterones, cuarterones, tercerones, etc., hasta llegar a los dos grupos de más bajo nivel que eran los indígenas puros y los negros puros. 1º) El factor familia, elemento de la invertebración. Tal división estamental condujo a que, con el tiempo, los estamentos de menor nivel aspiraran a alcanzar los privilegios que se otorgaban a sus estamentos inmediatamente superiores, con la característica de que cada estamento aspiraba a tener los privilegios que poseían los miembros del estamento que les era superior en el orden, pero se los negaban a los que estaban por debajo de ellos en la cadena estamental: los blancos criollos aspiraban a tener los privilegios de los españoles, pero se los negaban al estamento de los tercerones, los cuales aspiraban tener esos privilegios de los blancos criollos pero se los negaban a los cuarterones y, así, sucesivamente hasta los indígenas que se los negaban a los negros. Es de resaltar que por ello, cuando se declara la guerra de independencia, la mayor parte de los negros esclavos, así como buena parte de los indígenas, se sumaran a pelear en favor de las fuerzas realistas que les habían dejado libres cuando escapaban del dominio de sus amos blancos. El temible José Tomás Boves, quien fuera el más fiero caudillo realista pero había sido, inicialmente, partidario de los patriotas, agrupó grandes contingente de negros e indígenas que sirvieron muy efectivamente a su causa. Cuando uno reflexiona y estudia sobre el tema de las características que muestra una mayoritaria parte de las familias venezolanas, en las que predomina la ausencia del padre, la centralidad determinante del rol de la madre (bien designada por Moreno como “familia matricentrada”) y otras varias características derivadas, se inclina uno a pensar que sus orígenes pueden encontrarse, precisamente, en esa primera realidad que, si bien no es imputable al mestizaje como tal, debe éste, con varios otros factores externos, haber tenido determinante importancia en su génesis e inmenso desarrollo en nuestro país. Brillantes especialistas en esa materia, así como en otras correlacionadas, como el Padre Alejandro Moreno, José Luis Vethencourt, Fernando Rísquez, William Rodríguez y muchos más, han realizado importantísimos estudios sobre esa materia, que son determinantes para descubrir muchos ¿por qué? que, seguramente, tienen que ver y que explicar las causas y razones de ese aislamiento y aparente indolencia y separación de tantos compatriotas con respecto a los graves momentos que, a todo lo largo de su historia, ha vivido y padecido nuestra Nación y le dan ese calificativo de invertebración que anteriormente hemos señalado. 2º) Familismo amoral. Los autores, Massimo Desiato, Mikel De Viana, y Luis De Diego, en el trabajo “Ethos y valores en el proceso histórico-político de Venezuela” que fue publicado en “El Hombre, Retos , Dimensiones y Trascendencia”, de la UCAB, significan que hay “una regla preferencial de conducta” cuyo contenido sería: “maximizar las ventajas materiales inmediatas para mí y para mi estricto grupo primario de pertenencia, suponiendo que todos los demás harán lo mismo”, y afirman que, en alta proporción de los casos, las personas asumen, en nuestra cultura, esa “regla preferencial de conducta”. De esta, forma, centran su interés en su exclusivo grupo primario de pertenencia y no en la colectividad, siendo leales y responsables sólo con ese tipo de grupo particular, lo que bloquea todas las iniciativas que sean propuestas en función del Bien Común General. Además, el único interés que rige a esta conducta familista, cuando los individuos llegan a interesarse por los asuntos públicos, es el alcance rápido y fácil de ventajas materiales y pecuniarias. Tal “regla preferencial de conducta” parece derivar directamente del tipo de familia matricentrada que ha sido anteriormente considerado. En efecto, el grupo familiar que deriva de ese tipo de familia, constituye un mundo particular de intereses y de relaciones, con total prescindencia del grupo general de la comunidad y de los otros grupos familiares de naturaleza similar. La inmediata consecuencia de esta extendida actitud es el bloqueo de las iniciativas que se proponen voluntariamente para servir a la comunidad, pues sobre las personas que las alientan van a recaer sospechas de tener intereses propios, pues sus propósitos parecen insólitos en medios en los que la mayoría de la gente no actúa de semejante manera. Pareciera, entonces, que como consecuencia de lo anterior, los grupos de población más débiles del país se sentirán inclinados a favorecer opciones de regímenes autoritarios y de fuerza, especialmente porque la demagogia, sea populista o comunista que los gobiernos de esos signos utilizan, les favorecen con darles dinero o bienes de uso doméstico especialmente en tiempos de procesos electorales. Si como sabemos, es cierto que la “casa”, independientemente de su calidad y ubicación, es la puerta por la que el ciudadano da su primer paso de ingreso en la sociedad (primero el sector; luego el barrio, la urbanización; después la ciudad y finalmente la nación), la familia como primer e inmediato elemento de socialización juega un papel principalísimo en lo que será su conducta ciudadana. A partir de la casa se va a definir si la persona se integra en la sociedad o se mantiene separada o al margen de la misma. Si en la casa se siente aceptada y valorada, la persona va a ser de una familia y, por ello, será también de una sociedad, de una nación; de todo un mundo. Tendrá, pues, sentido de pertenencia a, sentido de formar parte de: estará integrada, inserida en la realidad. 3º) Influencia del Español. En nuestro territorio, como en el resto de los países de nuestro sub-continente, los primeros extraños respecto a población fueron los españoles. Sabemos las razones del cómo y por qué vinieron Cristóbal Colón y sus acompañantes. Sabemos, también, que a nuestra América Ibera llegó gente de la España de los tiempos de inicio de la Reconquista, la que se completó con la toma de Granada el primero de enero de 1492, el mismo año del Descubrimiento. Es de señalar que la Península Ibérica había experimentado un feudalismo muy breve y, por tanto, muy particular: apenas duró algo más de los dos siglos que transcurren entre la ocupación visigoda en el siglo VI y la conquista musulmana en el siglo XIX. Adelantemos, por cierto, que ese lapso resultó muy importante para nosotros, latinoamericanos, pues, como luego lo veremos, iba a ser factor determinante de otro elemento de nuestra invertebración como nación, o naciones, pues nuestras hermanas repúblicas padecen del mismo mal. Tal lapso corresponde al relativamente breve tiempo durante el cual la Península fue feudal. Pero esa misma brevedad determinó que los descubridores y colonizadores de esta parte de América, no fueran, tampoco, prototipos feudales como no lo fue la región Ibérica de Europa. ¿Quiénes eran, entonces, esos primeros españoles que llegaron a nuestras costas y penetraron en toda la dimensión de lo que es hoy Venezuela y la América Latina? La mayoría entre ellos eran desarraigados de su propio mundo: aventureros, o gente que cargaba prisión por delitos, o segundones o tercerones de familia que no podían acceder a las milicias ni al clero como los primeros hijos de las familias. Pero estos descubridores, conquistadores y hombres de bajo nivel tenían algo que poseían en común aquellos españoles de entonces: Su ethos. El ethos de la subjetividad: Imbuidos su propio descubrimiento personal y subjetivo como individuos existentes, perseguían realizar grandes hazañas y heroicidades, aunque su objetivo pragmático parezca haberse concretado en hacer fortuna. Era la tradición mítica de casi todo un pueblo, cuya versión literaria recogen dos obras capitales de la literatura española: Don Quijote de la Mancha de Cervantes y el Amadiz de Gaula de Garcí Rodríguez de Montalvo. Don Carlos Siso llamó ese fenómeno “individualismo insociable”,[1] y anotó que se acentuó más al llegar a este continente. El caso del misionero que vino fue distinto por su seguimiento a una Fe fundada en el Amor, que lo impulsaba a ocuparse del bien del Otro. Tal, quizá, el mejor aporte de la madre España, más no el único. El astuto indígena de nuestra tierra parece haber percibido, desde el principio, ese modo de ser de quienes le invadían, y descubrió, muy rápidamente, su ambición desenfrenada por los bienes de riqueza: oro y plata. De allí nacieron numerosos mitos y fantasías que el aborigen tejía para distraer y alejar al invasor: Los del inmenso lago de Parima; la ciudad ideal de Manoa o, el más importante y trascendente de todos El Dorado. Tales mentiras estuvieron vigentes a todo lo largo del siglo XVI y, cuando la realidad de las mentiras se hizo visible, el interés de la Corona, por esta tierra nuestra, decayó hasta el punto de olvidarnos. Pero el ethos del español, así como su escasa propensión al trabajo que anulaban sus heroicas y míticas aspiraciones, iban a reflejarse en las posteriores generaciones que derivarían del mestizaje pues, por las venas de posteriores venezolanos correría la sangre del español en mezclas con varias otras. La mezcla del mestizaje, en algunos aspectos muy positiva, en otros significó un fardo que fue de mucho peso para nuestro desarrollo como pueblo: a) Mientras el español giraba en torno a su personal ego; b) el indígena, cuya naturaleza era débil, carecía de fuerzas y costumbres para asumir el trabajo productivo. c) ello obligó, a encomenderos y factores del gobierno de la Provincia, a participar en la compra de esclavos traídos de África, para que sustituyeran a los nativos en las tareas de la tierra. La sangre africana iba a incorporarse para completar nuestro mestizaje. Pero éste, en tiempo relativamente breve, se manifestaría como subversión ininterrumpida cuyos aspectos trataremos algo más adelante. 4º) El desarraigo. Los componentes fundamentales del desarraigo lo sufren los tres factores principales de nuestro mestizaje y se caracterizan por su desarraigo respecto al espacio que deben habitar: a) El aborigen, fue despojado de su mundo y condenado a vivir en un espacio que no le pertenecería más: Se enemistó, así, con la naturaleza que había sido su recinto y morada; odiaría el trabajo que, impuesto por la fuerza y la opresión, introduciría en lo más recóndito de su ser, la desconfianza, la hostilidad, el miedo y la inseguridad de quien nada tiene, y son baldones que han venido arrastrando por siglos. Era un desarraigado en su propio mundo b) El africano, trasladado forzosamente en abyecta esclavitud, desde su mundo natural a otro medio desconocido y radicalmente diverso del propio, sea en lo cultural o en lo geográfico, no se encontró en ese mundo nuevo ni pudo quererlo o sentirlo como cosa suya, y menos esperar en él un destino humano. Padeció un desarraigo injusto que no podía entender y contra el cual se rebeló. c) Y el europeo que vino a esta América fue aventurero desarraigado de su propio mundo; segundón, cautivo o perseguido, fue un nadie que se embarcó para una aventura más en la que no tenía nada que perder. Llegó a un medio en el que todo le resultaba extraño: espacio, vegetación, montañas y ríos. Tuvo que experimentar, improvisar, inventar. En tal mundo, también se sintió desarraigado en su desarraigo, pero tuvo que enfrentarlo y dominar. Lo logró, en un mundo con el cual no iba a identificarse totalmente. Sus descendientes, por generaciones enteras, arrastraran un cierto dejo de nostalgia por la Europa, que expresan actitudes extranjerizantes, negadoras de lo propio, imitadoras de lo europeo primero y de lo norteamericano después, que aún manifiestan ciertos sectores de la población que autores han denominado “mentalidad colonial”. Si no aceptaron plenamente su nuevo mundo, sus descendientes lo amarían. Rufino Blanco Fombona lo expresó así: “Como ciertos insectos asumen el color del árbol o de la tierra donde se crían, el conquistador de América, por un mimetismo inesperado, toma carácter del medio, tan distinto del europeo, en que su acción se desenvuelve.”[2] 6º) Conflictividad. En su libro “Los Vicios del Sistema”, escribió Juan Liscano: “La integración nacional venezolana se efectuará a sangre y, no precisamente como proyecto explícito, sino como consecuencia de las matanzas y del horror de la historia, como fruto de un exceso de males.” De tales males, lo primero en revelarse fueron las insurrecciones de esclavos negros y también de aborígenes. Las más numerosas fueron las de los primeros. De hecho, a mediados del siglo XVI comenzaron sus sublevaciones, que ocuparon un continuo temporal luego mezclado con la Guerra de Independencia. Sin embargo, si bien es cierto que la confrontación violenta y generalizada nació de la injusta jerarquía social establecida, diversos otros factores (económicos, políticos, sociales y antropológicos) actuaron como catalizadores de los conflictos. Las más notables, entre muchas otras, fueron en 1552 la de las Minas de Buría por Negro Miguel, quien se auto-designó Rey, Reina a su esposa y Príncipe a un hijo; en 1573, de 30 africanos que recorrieron desde Maracaibo hasta Río Hacha y hasta Coro; la de 1603, desde Margarita hasta Cumaná; en 1730 la de Andreosote (Andrés López de Rosario), quien desde Yagua (Yaracuy), se extendió hasta Coro, Puerto Cabello, Barinas, Barquisimeto y Carora; en 1741, Juan Francisco de León, quien, desde Panaquire varías veces entró en Caracas acompañado de muchos seguidores que protestaban contra la Cía Guipuzcoana. Pero los alzamientos eran permanentes en casi todo el territorio de la Capitanía. Los fugitivos se refugiaron en lo que llamaron “Cumbes”, suerte de campamentos instalados en montañas, desde los que atacaban a los que pasaban por los caminos y haciéndoles toda suerte de delitos. En algunas Cumbes se refugiaban también aborígenes sublevados. Esta situación de verdadero terror, iba a mezclarse, después de 1812, con la conflictividad de la guerra. Al inicio, los más oprimidos, negros e indígenas, apoyaron la causa realista, pero cuando el Libertador, bajo su mano, unificó el mando de la guerra (1817) se fueron con los patriotas. 7º) Feudalismo criollo. Sin duda, entre los errores de mayor trascendencia cometidos por Simón Bolívar está el haber repartido las tierras que eran de los blancos peninsulares a los generales victoriosos de la guerra. Desintegrado el sueño de la Gran Colombia, en 1830 comenzó nuestra 4ª República (que terminó en mayo de 1864 al declararnos Estados Unidos de Venezuela), presidida por Paéz. Eran tiempos de paz cuando la llamada Oligarquía Conservadora. Después vino la Liberal encabezada por José Tadeo Monagas, cuyas “hazañas” conocemos, y con él se instaló el poder tiránico en Venezuela, la sucesión de gobiernos, la Guerra Civil y el posterior “reinado” de Guzmán Blanco. El país asumió características similares --dentro de grandes diferencias-- a lo que fuera la etapa feudal europea. Los caudillos, que eran los generales victoriosos de la Independencia, se adueñaron de las porciones territoriales de sus “feudos” de dominación. El presidente era un “primo inter pares”, pues su ascenso y permanencia en el poder dependía del apoyo de los caudillos regionales. Pero ese tipo de feudalismo fue heredado. En efecto, en Iberoamérica, España y Portugal establecieron instituciones de naturaleza feudal (de un feudalismo propio que duró muy poco en España) y generaron relaciones sociales y de producción que respondían, en su propia especificidad, a los rasgos del tipo ideal de feudalismo según Weber. Una equivocada tesis mecanicista pretendió que la difusión del capitalismo eliminaría, automáticamente, todas las formaciones económico-sociales no capitalistas y generaría las de tipo capitalista, que ya se establecían en el siglo XIX. Sin embargo, constituidas nuestras repúblicas, el sistema feudal, lejos de pasar por una rápida eliminación se transformó y logró su propia autonomía, pese a la expansión capitalista-industrial de Europa. Ello generó nuevas formas de sistemas neo-feudales, como ocurrió en el caso venezolano y otros de la sub-región. Al no ser eliminado el modelo feudal, sino ajustado a las nuevas realidades socio-políticas y productivas mediante la asimilación de formas políticas asimétricas y asincrónicas en relación a la evolución de los países más desarrollados de Europa, el feudalismo se reforzó en la América Latina y se ajustó en vista del control social, económico y territorial de cada Nación. El Venezuela, nuestro feudalismo se expresó, socio-políticamente, en el auge del caciquismo-coronelismo-caudillismo de nuestro siglo XIX, que no representaba sino momentos de su posterior proceso evolutivo, para desaparecer bajo el gobierno de Juan Vicente Gómez que generó, en nuestro país, nuestra específica forma del Estado Moderno. Fue, entonces, el mayor desarrollo ulterior de nuestro tipo de feudalismo --y no su liquidación por una inexistente burguesía entre nosotros, lo que determinó la aparición de nuestro Estado Moderno. Sin embargo, y de manera muy obvia, el efecto de más de un siglo de duración de nuestra realidad de tipo feudal, el mantener relaciones comerciales externas de tipo capitalista moderno y el enriquecimiento del sector productivo exportador (primero el cacao, después el café y posteriormente el petróleo) permitieron que surgiera un mercado interno débil pero real, pero también que la conducta interna tardara en deslastrarse en lo económico y lo político, del modo feudal cuya influencia sólo comenzó a disminuir a raíz de la muerte de Gómez, con el gobierno del Gral. Eleazar López Contreras. Con el derrocamiento, en octubre de 1945, del gobierno del Gral. Medina Angarita, pese a las innegables características democráticas que se desarrollaron en el Trienio (elección popular directa y secreta del Presidente Gallegos y Congresos Constituyente y Nacional), en lo que respecta a nuestra población se mantuvieron, modificadas pero vigentes, formas sociales atrasadas de vida y conducta, cuya génesis se encuentra en la etapa de tipo feudal del siglo XIX y más de la mitad del siglo XX. El populismo, a estas alturas parece cosa vetusta y desgastada. Sin embargo, se mantiene vivo en nuestra nación. No será erradicado definitivamente si no vamos mucho más allá de las instituciones políticas, económicas y sociales, pues lo que hay que hacer es provocar conversiones radicales de las maneras de hacer y concebir la cultura personal y social de nuestras poblaciones. De lo contrario, el fantasma reaparecerá constantemente para ocupar de nuevo posiciones de las que parecía desplazado. Sólo así dejaremos de ser esa “superposición cronológica de procesos tribales”, que dijera Don Mario Briceño, y llegar a ser pueblo y no masa; pueblo, en el sentido estricto de la palabra, que constituya cada Sociedad como unión moral, racional y estable de personas humanas, esto es, de seres racionales, conscientes, libres y, por tanto, responsables de sus actos. ¿De dónde sale el populismo? Nuestro “modelo” es producto de nuestra propia realidad, la que, como hemos visto, tiene formas, actitudes y conductas de nuestra población, con propias pero similares maneras o estilos, en Venezuela y en de todo el sub-continente. En tal sentido, el populismo latinoamericano nada tiene que ver con los modelos populistas de Europa u otras regiones del mundo. En efecto, el nuestro, en su particular génesis, proviene de realidades que fueron hechos de la historia de estos pueblos, como el ya referido del mestizaje (que es diferente en otras realidades sociales); el origen y características generales de los conquistadores y colonizadores; la importancia mayor o menor que, para España, significó cada Colonia, etc. Entre todos esos factores originarios, uno si fue común en medio de expresiones diversas: la impronta de la breve experiencia feudal vivida en la Madre Patria. Ahora bien, lo que si es común en todas nuestras naciones, con respecto al populismo, es que nació del agotamiento padecido por todos sus modelos de “Estado Tradicional”, que surgieron de la liberación de nuestros países respecto a España, se fueron adaptando las instituciones que copiamos, exportamos nuestros productos, pero no alcanzamos a percatarnos de los cambios incesantes que ocurrían en el mundo exterior a nosotros o no supimos, o no pudimos, ajustarnos a las nuevas realidades. Poco a poco, nuestros regímenes tradicionales fueron siendo desplazados y sustituidos en el poder de nuestros países por sectores de industriales, profesionales, obreros urbanizados, militares formados en Academias, sectores de trabajadores y de campesinos para: sin proyectos alternativos de desarrollo y de acción, acordar entre todos manejar política, social y administrativamente nuestras naciones. Hasta allí todo va muy bien. Sin embargo, había una suerte de veneno desconocido en esa Alianza Populista que, en el fondo, se dividía en dos grandes sectores: un sector desarrollado, capaz de producir, de actuar y gobernar, de establecer leyes y realizar proyectos, con riqueza, y otro gran sector dedicado a labores o trabajos de diferentes tipos y categorías, pero sin suficiente fuerza económica para vivir. El modelo estaba, pues, condenado al auto-estrangulamiento: al principio, las exportaciones daban frutos suficientes para todos en un país; fue posible modernizar ciudades, abrir carreteras, asistir a la población en materias de educación y salud, etc., pero eso duró hasta que los conflictos internacionales no desembocaran en la primera y luego en la segunda guerras mundiales. Esos dos acontecimientos --unidos a varios más de menor resalto-- significaron serios problemas para poder mantener, en nuestras naciones, exportaciones e importaciones al ritmo que antes tenían. En muchas ocasiones, especialmente durante la segunda guerra, el tráfico marítimo se hizo imposible. Muchos países latinoamericanos experimentaron cambios constantes de gobiernos, tuvieron dictaduras y lamentables experiencias. Pero la razón de fondo de la crisis política que cubrió el subcontinente fue, fundamentalmente, que la Alianza Populista no podía subsistir pues sus integrantes tenían intereses distintos y contradictorios. Desde luego, como no había modelos sustitutivos, con relativa periodicidad, volvía y vuelve al poder el populismo, pero también caía de nuevo, generalmente para abrir paso a gobiernos de corte militar que, casi siempre, fueron dictaduras. Son características de ese populismo la inmediatez, la improvisación, la falta de decisión, la ambigüedad y la evasión. Tal manera de manejar la realidad conduce al inmediatismo, a la irresponsabilidad, al parasitismo vital y a la improvisación que procede del vivir al día. Todo ello conduce a la entronización y aceptación del caudillismo mesiánico: los pueblos delegan responsabilidades; eso que refuerza el servilismo y la dependencia personal de tipo relación amo-esclavo y, todo ello, se institucionaliza y se hace irreversible con instituciones como el padrinazgo en lo social o el oportunismo partidista en lo político, cuyos resultados frustran a las personas y no permiten institucionalizar una verdadera democracia. En nuestro país, el modelo populista se hace poder cuando el 18 de octubre de 1945, una Logia Militar, constituida por varios oficiales formados en el Perú, derrocó al gobierno del Gral. Isaías Medina Angarita y estableció una Junta Revolucionaria de Gobierno que formó un ejecutivo civil presidido por Rómulo Betancourt. Gobernó hasta noviembre de 1948, cuando, a su vez, fue derrocado el Presidente Rómulo Gallegos por los principales oficiales que derrocaran a Medina. Así se abrió el camino para el gobierno de Marcos Pérez Jiménez, quien lo obtuvo en diciembre de 1952. Derrocado Pérez Jiménez, regresó restablecida la democracia en Venezuela. En diciembre de ese año fue electo Rómulo Betancourt para su único mandato constitucional como Presidente de la República. No por él, el Presidente que bien lo merecía, sino porque el estilo populista había “pegado” en el país y se ha mantenido hasta el presente, pero ahora con características distintas. Bien, eso último que terminamos de leer, se muestra como prueba de que mantenemos la condición invertebrada. 8º) Anomia. Por anomia se entiende que no hay normas, allí donde se presente. Tres investigadores y profesores universitarios,[1] escribieron un trabajo muy importante sobre la anomia, la definieron no como es normal, sino que, aplicada a nuestro país le entienden como “situación casi secular en la que se ha perdido la relación entre los esfuerzos y los logros; entre los méritos y los premios; entre los crímenes y los castigos. Los premios son para los truhanes y pájaros bravos; los castigos son para los esforzados”. ¿Qué quieren significar, los autores, al hablar de “situación casi secular”? Pues a condicionamientos como los que ya hemos mencionado: el desarraigo de los nuevos pobladores que vinieron de la Península y de África; o a el de los propios aborígenes desplazados en su mundo; a las costumbres y creencias que ya no pudieron practicar más, ni los indígenas, ni los africanos; a la concepción cíclica y geocéntrica del tiempo, distinta a la rectilínea de los europeos; a la subordinación, en la estructura estamental, a todos los estamentos situados por encima del suyo; al rechazo del trabajo productivo del español, conforme a su ethos de heroicidad y gloria, y al mismo rechazo de parte de aborígenes y africanos, pues no lo conocían ni estaba en sus costumbres; al sentirse degradado el mestizo, en sus variadas formas, creyendo ser producto de la ilegitimidad, lo que genera inestabilidad, inseguridad, valor y pánico, acción y apatía. En otros tiempos más cercanos, los valores supremos de nuestra cultura social que, aparentemente viene a ser él éxito, la riqueza y el prestigio, son inalcanzables para una mayoría que puede sentirse preterida. ¿O es que acaso el fenómeno que es el chavismo no tiene asiento en esos --diría antivalores-- que deforman el sentido verdadero de la vida? ¡Siempre el tener por el más tener y muy poco el ser por el más ser! Nuestros tres autores, en un trabajo muy enjundioso que se extiende largamente, señalaron un punto muy importante: esa anomia, así entendida, genera actitudes muy negativas y peligrosas para la salud de la sociedad en general. En efecto, como antes lo apuntamos, los valores prevalecientes en nuestra sociedad son el éxito que da riquezas y el prestigio que da poder. La persona bien formada, honesta, trata de alcanzar sus logros mediante su esfuerzo propio, pero una alta proporción de la población que no ha tenido la oportunidad –y muchas veces, ni siquiera el conocimiento de lo que es la ética-- es fácil que se desvíe y que oriente sus esfuerzos hacia actividades ilegítimas para que le proporcionen los “valores” significativos de sociedades como las nuestras. Es el caso, que ejemplarizan los autores, de jóvenes con rectas intenciones por las que se proponen alcanzar metas de conocimientos que les permitan escalar, honestamente, posiciones en el cuerpo social así como bienestar para sus familias y propios. Esa tarea se les hace muy pesada, por cuanto en el día han de trabajar, carecen de vehículos por lo que, de noche, van a los lugares donde alcanzarán la deseada formación, en autobuses y otros medios de transporte, lo que, por las características de dichos medios es lento. Además, tienen que comprar libros, adquirir instrumentos adecuados para sus estudios, etc., con costos que no pueden alcanzar. Pero en la misma barriada donde habitan, hay otros que se dedican al robo, al fraude, al asalto, por lo que, fácilmente y sin esfuerzos mayores, logran poseer autos, tener dinero abundante y hasta prestigio. ¿No habrían de ser santos, verdaderamente, aquellos jóvenes para no caer en las tentaciones con las que ven cómo “surgen socialmente” a sus desviados vecinos? Se hace muy cuesta arriba la consecución del logro como fruto del legítimo trabajo por parte de quienes no disfrutan de condiciones u oportunidades privilegiadas. Y lo hace más difícil aún la propia Sociedad, que tiende a privilegiar a los desviados, pues, como apuntan nuestros autores: “La presión dominante empuja hacia la atenuación gradual de los esfuerzos legítimos, pero en general ineficaces, y al uso creciente de expedientes ilegítimos pero más o menos eficaces”.... “Cuando el sistema de valores culturales exalta, virtualmente por encima de todo lo demás, la meta del éxito económico y el prestigio para la población en general, mientras la estructura social reduce severamente, o simplemente bloquea, el acceso a modos legítimos de alcanzar la meta a la inmensa mayoría de la población, es inevitable la conducta desviada en gran escala”. 9º) Carencia del sentido de ciudadanía. Ciudadanía significa, como concepto, la pertenencia a una comunidad nacional, es decir, a una Nación. Como voz, viene de la Grecia antigua. Entonces se refería a la Ciudad y no a la totalidad del país. Pese a las desigualdades que en toda Sociedad existen, ciudadanía como concepto refiere a una profunda igualdad de base que parte de la existencia de una naturaleza, o ser, que es común a todos los humanos en tanto tales. La ciudadanía impone deberes para con el cuerpo social y sus correlativos derechos de cada persona: No es que el Estado sea la fuente de los derechos humanos sino que, simplemente, está obligado a garantizarlos; ello es parte muy importante de su función en el seno de la Sociedad, de la cual es sólo una parte. Recordemos que el hombre no es para el Estado sino que, éste, es para el hombre. El no saber ni entender ese principio, tan fundamental, es la fuente que aprovechan las tiranías de todo signo para sojuzgar y usar a la persona humana. 10º) ¿Qué es ciudadanía? En “La Alborada”, revista que fundara en 1909, escribió Don Rómulo Gallegos: “Nada importa el valor teórico de un principio o de una ley, si no ha penetrado en la conciencia de un pueblo; el nuestro viola las suyas porque las ignora casi siempre, y no porque estén en pugna con su naturaleza, sino porque en su naturaleza no está el respetarlas.” Ese pensamiento perfectamente lo podemos aplicar a la ciudadanía como concepto que es, y significa, hoy, la idea de plena pertenencia a una comunidad al margen de todas las desigualdades que existan en ella, porque define, de hecho, una igualdad que es –como antes expresado-- de base y más profunda, pues corresponde a la Voluntad del Creador y supone una igualdad esencial entre todas los humanos, pero no existencial, pues somos todos radicalmente diferentes y cada uno, para siempre, irrepetible en el tiempo y en el espacio y por los siglos de los siglos. En las Sociedades modernas, la ciudadanía se entiende en las tres dimensiones de ésta: a) civil, b) política y c) propiamente social. a) Lo civil comprende todas las relaciones que, entre ellos, tejen los ciudadanos, las cuales se agrupan en dos bloques: las personales y las impersonales. Las personales significan todas las relaciones que tenemos las personas con otras de nuestro entorno: familia, amistades, conocidos y relacionados en diversos aspectos; la segunda refiere aquellos muy frecuentes y diversos encuentros que realizamos con personas no conocidas: en el tráfico, el restaurant, la calle, el templo, el estadio, etc. b) La dimensión política comprende la participación de los miembros de la Sociedad en actos que tienen que ver con la orientación del Cuerpo Social hacia el alcance de su finalidad, el Bien Común General, función propia del Estado, pero al ciudadano le corresponde influir, directamente si ejerce funciones de gobierno, o indirectamente si, de alguna manera, influye sobre dichos actos. c) La dimensión social, finalmente, reúne los actos por los cuales los ciudadanos participan de los beneficios de la vida social que, como Bien Común General, debe proporcionar logros para el desarrollo del potencial que cada persona tiene, de manera que, para todos, exista una verdadera igualdad de oportunidades en orden al conocimiento y a la participación de los servicios que en distintos contextos debe proporcionar la Sociedad. Ejemplo de esto es la Educación. En nuestra Patria, muy lamentablemente, las tres funciones escapan a la disposición de los ciudadanos para participar o actuar, excepto cuando se trata de las relaciones personales: Algunos ejemplos: a) Civil: Tomemos el tráfico en las ciudades como ejemplo: irrespeto a todas las normas correspondientes. Semáforos: casi todos son “comidos”; cruces de vías: son atravesados –con o sin semáforos- de manera que la vía transversal quede cerrada; autopistas: se trafica por los hombrillos, etc. Consecuencias: tráfico paralizado en la ciudad. ¿Quiénes son las “victimas”? Los que manejan y van en los vehículos que pueden chocar; y van a paralizarse en el siguiente cruce, si antes cerraron el anterior y a llegar tarde a su destino todos los ciudadanos. ¿Por qué ocurre? Porque no hay formación ciudadana ni sentido del Bien Común. Ese fenómeno se reproduce bajo modalidades diversas en comercios, bancos, oficinas públicas, etc. ¿Causa? El síndrome del “pájaro bravo” y del ego de cada uno, herencia, como vimos, del lejano pasado. b) Política. ¿Participar en ello? ¡No! “La política es sucia”; “los políticos son todos sinvergüenzas y ladrones”; ¿Votar? ¡No¡ de todas maneras perderemos, etc.. ¿Causas? Desarraigo de los 3 componentes del mestizaje, miedos, etc… c) Social. No hay sentido de comunidad, ni hay conocimiento del Bien Común. ¿Causa? Familia matricentrada; cerrados grupos del familismo amoral que deja pensar en todos. 11º) El miedo. Lo específicamente político nos conduce a confrontarnos con la conflictividad del pasado y del presente, con su carga de negaciones de las que derivan miedos aún presentes y ausencias de continuidad histórica; militarismo con su ficciones de heroísmos y realidades fracasadas; guerras y revueltas mal llamadas “revoluciones” con cargas de miseria y más miedo; centralización que todo asfixia y todo separa. Y todo esto, y mucho más que omitimos, se resume en carencia de ciudadanía, anomia y añoranza o preferencia por lo extranjero. Esa historia plena en turbulencias y tragedias vividas por la mayoría de todos los ciudadanos, dejó en sus almas unas ansias desesperadas de paz tras de las cuales, oculto en las silenciosas conciencias, se escondía el miedo. Recuerdo que una vez, en mi casa y siendo niño de cuatro años oí, en una conversación entre adultos, que uno de los cuales dijo “hablen bajito porque las paredes oyen”. Después, pregunté a mi padre qué significaba esa expresión; su respuesta fue: “es que en el país hubo mucho miedo en tiempos de Gómez, y la gente se cuida pues teme que alguien oiga lo que dicen”. Eso es perfectamente natural en situaciones tales pues han sido vividas por generaciones a todo lo largo de nuestra tormentosa historia. Es natural. El nuestro no es un pueblo de cobardes, pero arrastra sus imborrables experiencias seculares, lo que lleva a cuidarse y protegerse en las soledades reales. 12º) Conclusión. Llegamos hasta aquí en esta reflexión sobre nuestro país realizada a vuelo de pájaro. No se vaya a pensar que planteamos interpretaciones negativas sobre nuestro pueblo. Todo lo contrario. El venezolano se caracteriza por su coraje, valentía y desprendida entrega, generosidad, acogida, apertura, gracia y buen humor. Las deformaciones que han influido exteriormente en su desarrollo provienen de circunstancias externas como costumbres ancestrales de los primeros pobladores; de determinaciones a partir de comportamientos generados de situaciones de injusticia social; de siglos de opresión y subordinación; de formaciones familiares que fragmentan y anulan lo positivo de esa importantísima institución; del ethos de la subjetividad heroica tomado de los conquistadores; de antecedentes que fueron nomadismos propios de la mayoría de nuestros pueblos aborígenes o tantos otros factores y sus derivados. Como conclusión, sólo quedan preguntas envueltas en una muy general que reza: ¿Qué hacer? Enfrentar esa pregunta involucraría dedicar mucho tiempo para consultar voces que desde lejano pasado han tratado de dar respuestas pertinentes. Hacerlo, exigiría años de estudios e investigaciones. Sin embargo, algunos pensadores venezolanos de pasado no muy lejano, dedicaron buenos tiempos de su vida en tratar de esclarecer condiciones y de abrir caminos orientadores. Acudamos a uno de ellos: Don Mario Briceño Iragorry. Sobre el silencio, ese que cobija el miedo, escribió Don Mario: Hay un silencio activo “lleno de imágenes que no hacen ruido, de un silencio alargado por la gravidez que le transmiten las ideas… silencio de silencios, oro que vale sobre la plata de las frases sonoras”… “El nuestro, en cambio, es un callar calculado más que un silencio confundible con la actitud esperanzada de quienes meditan para mejor obrar…es un silencio de disimulo, un silencio cómplice de la peor de las indiferencias. No se puede callar por prudencia ni en momentos de desarmonía social, cuando la palabra adquiere virtud de temeridad.” Sobre el disimulo: “Doctores del disimulo, con un pie en todas las causas, prestos siempre a pactar con quienes garanticen mayores oportunidades a sus ansias de permanencia en el disfrute de los réditos, antes se han hecho sordos a todo patriotismo que pensar en la verdad y la justicia.” “ Pero no se advierte que sólo por medio de una profunda saturación de idealidad podrá llegarse a una afectiva transformación de nuestro pesado ambiente social” … “porque nos falta fe, alegría, esperanza, desinterés, espíritu de verdad y de sacrificio social.” Sobre enseñar al pueblo y a las nuevas generaciones: “Enseñémosles que el sentido social de la Patria no pide la labor aislada de escultores que cincelen figuras por su cuenta para superar al artista del taller vecino, sino una obra metódica y común, animada por un mismo espíritu creador, que tanto lucra con el genio de los unos como cuanto experiencia da el fracaso de los otros.” Sobre el Libertador: “creo que no debemos convenir en una segunda muerte de Bolívar. Esa muerte a que ha sido condenado definitivamente por quienes lucran con la evocación de su memoria, a menudo aplicada…a lo que es contrarío .. a sus ideales.” Sobre la Caridad: “Para los que creemos en el espíritu, ella es fuerza que anima y enrumba la marcha de la sociedad. Es la virtud antimarxista por excelencia. Es el solo aglutinamiento social que puede evitar la crisis definitiva de la civilización”…”Y la injustica es violencia contra la caridad” …”Y hay crisis de caridad porque hay crisis de espiritualidad.” Sobre la democracia: “La democracia no es el asalto. La democracia no es lo que ahora entendieron muchos capataces muchos capataces políticos: la posibilidad abierta para el vivo… contra eso “va la jerarquía de los individuos en cuanto valen por si mismos.” Es necesario crear “una conciencia social de jerarquía de estímulo en la vida democrática.” “Para lo que si está dado y permitido romper la mecánica del orden, es para ir de puntero al sacrificio por la sociedad.” El pueblo: “Ayudar al pueblo es por tanto nuestro deber presente. A un pueblo que no está debajo de nosotros, en función de supedáneo para nuestro servicio, sino del cual nosotros somos mínima parte y expresión veraz. Debemos ayudarle, no a que grite, como aconsejan los demagogos; ni a que olvide sus desgracias, como indican los conformistas del pesimismo, sino a que reflexione sobre sí mismo, sobre su deber y su destino.” Hay que enseñarle… ¿Enseñarle qué? Enseñarle sobre las estructuras de nuestra sociedad; sus instituciones; la realidad que somos en sus raíces y proyecciones hacia el devenir; las tendencias que de ello se marcan; las prioridades de los cambios; los recursos, las urgencias, las posibilidades e imposibilidades; en fin, la aprehensión de nuestro ser nacional tomado en su totalidad: todo ello es lo que se debe conocer y, a partir de tal saber, actuar para no improvisar. Desterrar de las mentes tópicos que se repiten y terminan por presentarse como verdades, cuando apenas tienen validez parcial y son desechables como fundamentos para diagnósticos o acciones a realizar en nuestro acontecer nacional. Eso, por ejemplo, de que “somos un país riquísimo”; o aquello de que “tenemos el mejor puente del mundo”, o “la mejor red de autopistas”; o la moneda más fuerte, antes de que el bolívar se precipitara en su descenso. La clave de nuestro histórico problema de país --que es un problema de conciencia de pueblo-- es el desconocimiento por parte de ese pueblo --entendido, no en la expresión populista-demagógica del concepto, sino como el conjunto de todos los miembros de la sociedad nacional-- de sus verdaderos intereses y reales necesidades. El principal y fundamental interés es el que cada venezolano sepa hacer respetar su eminente dignidad de persona humana. Enseñarle en qué consiste esa dignidad y por qué y para qué la posee: cada venezolano debe entender, entonces, que la persona humana --que él es-- no es accidente fortuito ni resultado de casualidad alguna, sino de una causalidad que es la voluntad del Creador que le hizo persona. Que al hacerlo le hizo inteligente; le dio razón para pensar y actuar; libertad interior que le hace dueño absoluto de sus actos humanos; le dio conocimiento natural que le permite, aún en medio de su pobreza e ignorancia, distinguir entre lo que está bien hacer y lo que está mal, esto es, entre el bien y el mal; y que aunque ese conocimiento lo oriente hacia el bien que es el mismo Creador con su libertad interior o libre albedrío, puede, sin embargo, optar por hacer el mal, pero que es responsable de todos sus actos libres, sean buenos o malos; que por esa responsabilidad --que no es sino el responder por los propios actos-- habrá de dar respuesta ante Él, su Creador, pero también ante las instancias jurídicas de la tierra en la que nació --su Nación— o de aquella tierra que voluntariamente haya adoptado para allí vivir. Que el Creador le hizo para que desarrollara un inmenso potencial que como persona tiene: capacidades de entender, de crear, de analizar, de juzgar, de apreciar, para aplicarlas en todos los campos del hacer y del saber humano; Que el humano es un ser sociable por naturaleza y no por razón de pacto o contrato alguno; que en la Sociedad que constituya con semejantes suyos debe encontrar condiciones indispensables para que le sea posible desarrollar el potencial que ha recibido al ser creado y que no es sólo para él, sino para los demás; que en esa Sociedad hay otra forma de libertad que no es ya la interior o libre albedrío, sino la externa o libertad de independencia consistente en ausencia de coacción o coerción sobre sus actos, la que no le vino como don o dato de su condición humana, sino que debe ser conquistada por él y en unión con sus semejantes en el seno de esa, su propia Sociedad. Inmediato e inseparable del concepto de libertad está el de justicia, que significa que en las relaciones con los demás, cada cual merece recibir lo que le corresponde; y, que cada cual debe respetar y hacer respetar la justicia respecto a los demás y ante quienes tienen la responsabilidad de dirigir la Sociedad como gobierno; después, debe saber que todos los seres humanos somos iguales en dignidad, en tanto personas, y que esa igualdad prevalece ante la ley y las instituciones; pero que si somos iguales en tanto personas, cada uno es distinto como ser que existe de manera concreta: somos existencialmente diferentes. Además, que hay otra forma de igualdad: una igualdad de oportunidades, por la cual, todos y cada uno, en la Sociedad, tienen derecho a que ésta garantice la posibilidad de alcanzar el propio desarrollo personal, que procede del potencial ya citado, pero, eso, cada cual ha de realizarlo de manera libre y por tanto voluntaria. Se trata, entonces, de nociones básicas que, con algunas más, constituyen el fundamento de sus intereses, sin lo cual una población no estará en capacidad de reclamar y defender sus derechos; ni de cumplir sus deberes; y tampoco de exigir la satisfacción de las fundamentales necesidades humanas.