Pedro G. Paúl Bello Weblog

sábado, enero 30, 2010

SE FUE EL AGONISTÉS.
PEDRO PAÚL BELLO
(www.paulbello.blogspot.com)

Miguel de Unamuno decía que el Cristianismo, más que doctrina, en lo histórico ha sido vida, ha sido lucha, ha sido agonía: “La Cristiandad fue el culto a un Dios Hombre que nace, padece, agoniza, muere y resucita de entre los muertos para transmitir su agonía a sus creyentes”.
Agonía es mucho más que el trance humano cuyo término o desenlace es la muerte. El mismo fonema, significó en el griego antiguo lucha, combate y todo arte similar. El luchador, el combatiente, era “agonistés”; y el guía, el conductor “agogós”. El parentesco fonético de ambos vocablos revela que la misión del verdadero “líder” o conductor político es permanente lucha sin descanso, agonía.
Decía Rafael Caldera que el Creador cuando, más allá de todo tiempo y espacio, decidió crearlo, no le incluyó el descanso. Era cierto. Su misión de conductor, de guía, fue agónica. Alguna vez, esa extraordinaria mujer venezolana que es su esposa Alicia Pietri, como hablando consigo misma, se preguntaba por el “hasta cuando” de esa lucha. La respuesta del “agogós-agonistés” fue: “hasta la muerte”.
La lucha de Caldera fue franca, honesta, leal, comprometida con los valores que recibió de su Fe. Jamás dosificó su entrega ni economizó sus sacrificios. Jamás calculó beneficios. Nunca pasaron por su mente limpia aspiraciones de honores, riquezas y todo eso que suele traducirse como “beneficios del poder”. Ejemplificó con su vida aquello que como Política definió el Papa Pio XII: “la más alta expresión de la caridad (amor) después del sacerdocio”.
Después de los duros avatares por la defensa de sus convicciones en el combate universitario, su ejemplar renuncia a la Procuraduría General de la República, que aceptó a raíz del 18 de octubre de 1945, fue ejemplo de conducta según recta conciencia. Más cómodo se hubiese entendido el callar y permanecer.
Fundado Copei, en 1946, entre mis primeros recuerdos, lo veo bajo una mesa –suerte de escudo para un diluvio de piedras-en el primer mitin en Caracas, en junio de ese año, realizado en el Nuevo Circo. Desde entonces guió y orientó cada vez más venezolanos que se agruparon bajo banderas de ideales socialcristianos. El partido Copei fue obra de Caldera, no porque lo fundó sino porque lo orientó según su recta conducta personal. Ciertamente, algunas veces –aunque siempre respetado- sus propósitos no fueron entendidos. En tales casos, no los imponía sino trataba de convencer. A la postre, la validez y conveniencia de sus juicios solía hacerse evidente.
Algunos discreparon de la decisión democrática de no apoyar ni participar con la usurpación militar de 1948. ¡El sí de un ambicioso, que buenos dividendos no hubiese producido! Lo mismo fue, en 1952, cuando el fraude electoral de la elección de Congreso Constituyente. Luego, derrocada la dictadura, muchos no entendieron -algunos no la han entendido todavía- la fundamental importancia del Pacto de Puntofijo y, luego, de la coalición que formó gobierno con Rómulo Betancourt. Después, no pocos militantes y dirigentes del partido no alcanzaron a ver que era necesario dejar la anterior alianza, para asumir autonomía de acción, pero Caldera no impuso su punto de vista, sino que, con un profundo discurso, convenció a la Convención copeyana reunida en el Teatro Municipal de Caracas.
Sus detractores -que nunca faltan- ante sus seis candidaturas presidenciales, lo juzgaron como obsesionado. Nunca se detuvieron a pesar sus razones: en 1947, de 31 años de edad, fue candidato simbólico frente a don Rómulo Gallegos; es muy posible que Copei, que no tenía un año de fundado, sin esa candidatura le hubiese sido difícil crecer, pues al año siguiente Gallegos fue derrocado y Venezuela hubo de vivir casi diez años para recuperar la democracia. Alcanzada de nuevo ésta, en 1958, la candidatura volvió a ser simbólica: era evidente la imposibilidad de superar a Betancourt y Larrazábal. En 1963 pudo haber oportunidades, pero las candidaturas de Arturo Uslar y de Larrazábal dividieron los votos opositores, casi en tres partes iguales. En 1968 fue la primera oportunidad verdadera, facilitada por la división de AD y la candidatura de Prieto. En 1983, la candidatura copeyana frente a Lusinchi, candidato de un Acción Democrática reintegrado y después del llamado “viernes negro”, tuvo cómo único propósito sumar votos al partido, cuyo mayor número dependía de si era o no Caldera el candidato, lo que evitó una catástrofe electoral para Copei. En 1988 perdió la elección interna, pero tengo la convicción de que el único político que hubiese podido vencer a Carlos Andrés Pérez era él.
Finalmente, la de 1993, cuando venció, fue su reacción personal ante lo que se vislumbraba en aquel presente y para el futuro de Venezuela. Soy testigo de excepción sobre su rechazo humano, sobre su sacrificio personal, así como el de su esposa y toda su familia, ante esa postulación. Como lo había ofrecido, en sus manos no se perdió la República. Muy difíc y agotador fue ese encargo: la crisis era, y es hoy, mucho más profunda que cualesquiera crisis política o económica: era y es la crisis de nuestro modelo de Estado agotado en su totalidad; era y es la crisis de valores y de integración ciudadana de los venezolanos. Es la crisis de la conciencia recta, de la solidaridad, de la amistad cívica, de la vocación de servicio, de la responsabilidad.
Pero la dimensión humana e intelectual de Rafael Caldera no se limitó al ámbito –para él principalísimo- de su Patria, sino que trascendió al mundo. Promotor, entre los fundametales, del desarrollo de la Democracia Cristiana como movimiento político en América Latina, Caldera era reconocido en todos los Continentes. Hecho sin antecedentes fue la invitación que le hiciera el inolvidable Papa Juan Pablo II para que, en el Aula del Sínodo de los Obispos, en el Vaticano, el 24 de marzo de 1987, fuera orador único ante los miembros del Colegio Cardenalicio de la Iglesia Católica, para pronunciar el discurso de orden en el Acto presidido por el Papa, Conmemorativo de los veinte años de la Encíclica “Populorum Progressio” del Papa Paulo VI, hecho sin precedentes en la historia de la Iglesia como participación de un seglar. Sólo Jacques Maritain, el gran filósofo católico francés, había participado, por invitación de S.S. PauloVI, en un acto realizado cuando terminó el Concilio Vaticano II, para que pronunciara el “Mensaje del Concilio para los Hombres de Pensamiento y de Ciencia”.
Caldera, el Agonistés, por fin descansó al amanecer del día en cuya medianoche el mundo cristiano, encabezado por la Iglesia que fundó el Redentor, conmemora con espíritu alegre la llegada del Reino de Salvación. Nos dejó a todos los venezolanos un hermoso mensaje de despedida que resume su modo de ser y de amar:
“Llamado por Dios a dejar este mundo, como es destino de todo ser humano, deseo para mi Patria aquello por lo que tanto he luchado.
Quiero que Venezuela pueda vivir en libertad, con una democracia verdadera donde se respeten los derechos humanos, donde la justicia social sea camino de progreso. Sobre todo, donde podamos vivir en paz, sin antagonismos que rompan la concordia entre hermanos.
Procuré tener el corazón cerca del pueblo y me acompañó el afecto de mucha gente.
He tenido adversarios políticos; ninguno fue para mí un enemigo.
He intentado actuar con justicia y rectitud, conforme a mi conciencia. Si a alguien he vulnerado en su derecho, ha sido de manera involuntaria.
Asumo con responsabilidad mis acciones y mis omisiones y pido perdón a todo aquél a quien haya causado daño.
Me voy de este mundo en la fe de mis padres, la fe de la Santa Iglesia Católica. Creo en Dios, Padre, Hijo y Espíritu Santo; creo en Jesucristo, Nuestro Señor, Dios y hombre verdadero. Creo en el perdón de los pecados, la resurrección de la carne, la vida eterna.
A la Santísima Vírgen, nuestra Madre, acudo ahora, como tantas veces a lo largo de los años: ruega por nosotros, pecadores, en la hora de nuestra muerte.
Pido a mis hijos especialmente que cuiden a Alicia, aquejada por una grave pérdida de memoria que le impide valerse por si misma.
Dios bendiga a Venezuela y nos abra el camino del desarrollo en libertad, justicia y paz.”
Rafael Caldera-

jueves, enero 14, 2010

CARTA ABIERTA A LA DIRIGENCIA DE TODOS LOS PARTIDOS DEMOCRÁTICOS DE OPOSICIÓN Y A TODOS LOS VENEZOLANOS

CARTA ABIERTA A LA DIRIGENCIA DE TODOS LOS PARTIDOS DEMOCRÁTICOS DE OPOSICIÓN Y A TODOS LOS VENEZOLANOS QUE ASPIRAN TENER UNA PATRIA LIBRE, INDEPENDIENTE Y RESPETUOSA DE LOS DERECHOS HUMANOS.
AMIGOS,

Con gran preocupación, los venezolanos que padecemos en el alma los dolores de la Patria, iniciamos este nuevo año con grandes esperanzas pero, también, con enormes dudas. No es ahora el caso de relatar todos los males que, de manera progresiva y creciente, se han venido acumulando para mal de la República, deterioro de sus instituciones democráticas, pérdida de la amistad cívica ciudadana, ruina de la economía, caos en los servicios públicos, violación de todos los derechos ciudadanos, conculcación de la propiedad privada, estafas sobre bienes de la Nación, fracaso de la educación nacional, persecución religiosa, fraudes electorales, negación de toda libertad, innumerables secuestros y masivas pérdidas de vidas humanas por acciones de organizaciones delictivas que operan, impunes, en todo nuestro territorio y muchos otros males por mencionar, que harían casi interminable esta enunciación de algunos de ellos.

Pero tal descomposición, de niveles y proporciones jamás antes alcanzadas en nuestra accidentada historia, por su misma naturaleza entrópica, anuncia, si se quiere para nuestro regocijo, que su inevitable fin puede estar muy cercano: el bicentenario de nuestro primer paso hacia la Independencia puede ser -si con voluntad decidida así lo determinamos- el año inicial de la recuperación democrática venezolana. Empero, para que ello se haga posible, es menester obrar con firmeza a fin de superar algunos poderosos obstáculos que se oponen a la consecución de tal logro.

1°- La realidad, en su cara política, nos muestra que el país democrático enfrenta un régimen de corte claramente totalitario, desprovisto de toda consideración humanitaria y, por ello mismo, dispuesto a defender su poder con todas las fuerzas que tiene a disposición. Largo tiempo tomó a los venezolanos amantes de la democracia, el llegar a esta conciencia.

2°- Compartimos la decisión de alcanzar nuestro propósito de manera pacífica, pero no sumisa; legal pero no teórica sino concreta; democrática pero no cobarde. Con tales decisión y conductas, debemos:

A) Exigir y lograr la realización de unas verdaderas -y no amañadas- elecciones parlamentarias este año 2010. Para ello, son condiciones sine qua non:
a) La designación, como nuevas autoridades del CNE, de personas de reconocida capacidad y solvencia moral que sean aceptadas por la oposición.
b) La presencia de representantes de la oposición en todos los actos comiciales del CNE y en todas las instancias regionales del Cuerpo.
c) Exigir y lograr absoluta depuración de REP, o una nueva elaboración de dicho registro, siempre, con participación directa de representantes de la oposición.
d) Exigir y lograr que se modifique la Ley que rige los procesos electorales, a fin de que los comicios se realicen sin máquinas, de manera directa y mediante tarjetas de votación.
e) Exigir y lograr que se anulen todas las modificaciones que se hayan hecho a los circuitos electorales y se mantenga la misma situación que anteriormente existía en sus definiciones.
f) Exigir y lograr que no se permita el procedimiento de “migraciones” de electores hacia Centros de Votación que no sean los escogidos por los ciudadanos.
g) Exigir y lograr que se proscriba toda injerencia militar en los actos comiciales.

B) Si los anteriores puntos no se lograran no se podrá concurrir a unas elecciones para Asamblea Nacional que serán fraudulentas, como todos los comicios realizados desde 1999 y, algo más grave, se consolidará al régimen totalitario en el poder y ello nos conducirá, inevitablemente, al indeseable estallido de la violencia. En tal caso, lo único que nos quedará, como respuesta, es votar, si, para tomar las calles hasta que se restablezca la democracia.

C) Presentar al país un coherente programa de gestión gubernamental, cuya orientación prioritaria ha de ser la urgencia de enfrentar las graves situaciones de pobreza y miseria que confronta la gran mayoría de nuestra población; el desarrollo de amplios programas y planes de formación ciudadana, de manera que los venezolanos se integren al proceso de desarrollo de la Nación y no se limiten a reducidos círculos primarios de convivencia e intereses; que más allá de sus necesidades, tomen conciencia de sus verdaderos intereses; verdaderos y auténticos intereses de la población y, luego, y solamente luego, de necesidades; que cada venezolano sepa hacer respetar su eminente dignidad de persona humana, que cada cual entienda elemental y simplemente qué es eso. Es indispensable ayudarle a saber, enseñarle en qué consiste esa dignidad y por qué y para qué la posee: cada venezolano debe entender, entonces, que la persona humana --que él es-- no es accidente fortuito ni resultado de una casualidad, sino de una causalidad que es la voluntad del Creador que le dio vida y le hizo persona. Que al hacerlo persona le hizo inteligente; le dio una razón para pensar y actuar; una libertad interior por la cual es dueño absoluto de cada uno de sus actos humanos; le dio conocimiento natural que le permite, aún en medio de su posibles pobreza e ignorancia, distinguir entre lo que está bien y lo que está mal; que es libre en la ejecución de sus actos y que, por ello, es responsable de los mismos; que en la Sociedad tiene el derecho de encontrar condiciones indispensables para que le sea posible desarrollar un enorme potencial que recibió al ser creado; que hay otra forma de libertad que no es ya la interior, sino la externa o libertad de independencia, consistente en ausencia de coacción o coerción sobre sus actos, la que no le vino como don o dato de su condición humana, sino que debe ser conquistada por él y en unión con sus semejantes en el seno de esa, su propia Sociedad. Por lo demás, es en tiempos de escepticismo, de crisis de valores y de fe, cuando necesario es el más sembrar las conciencias de nuestros ciudadanos de ideas principales como permanencia de los valores e importancia del defender las convicciones.

Debemos poner al servicio del rescate nacional toda nuestra voluntad y capacidades; todo nuestro tiempo y esfuerzos, con firme conciencia de que el futuro, que es inminente, no será fácil, sino costoso en sacrificios y penas. No debemos acudir al ilusorio sucedáneo del autoengaño y pensar, como en reciente pasado, que “todo está blindado”. No será fácil y puede costarnos mucho en “sangre, sudor y lágrimas”. Pero futuro hay que pone a prueba nuestra consistencia.