Pedro G. Paúl Bello Weblog

miércoles, julio 20, 2011

CARECEMOS DEL SENTIDO DE CIUDADANÍA

CARECEMOS DEL SENTIDO DE CIUDADANÍA


Ese notable venezolano que fue Don Rómulo Gallegos, en la Revista “Alborada”, que con otros distinguidos compatriotas fundara en 1909, dejó estampada esta reflexión:
“Nada importa el valor teórico de un principio o de una ley, si no ha penetrado en la conciencia de un pueblo; el nuestro viola las suyas porque las ignora casi siempre, y no porque estén en pugna con su naturaleza, sino porque en su naturaleza no está el respetarlas.”

Tan contundente advertencia, hecha a más de un siglo y procediendo de quien la pronunció, algo ha debido sembrar en la conciencia del venezolano. Sin embargo, como se constata a diario en todas las ciudades y poblados de nuestro país, ello no ha sido así: ¿Por qué? podemos preguntarnos. La respuesta no cabría en estas pocas cuartillas: Habría necesidad de disponer de varios cientos de ellas para exponer la compleja colección de causas y de “por qué” que darían precaria explicación de ello.

En un trabajo que está por ser publicado, incurrí en la osadía de tratar de expresar algunos de los hechos, circunstancias y razones que, a mi manera de ver, concurren en el proceso de desarrollo y malformación de nuestra manera de ser ciudadanos de esta querida Patria venezolana que, como lo expresara Ortega de la suya, tiene también profundos rasgos de invertebración. Pero cuidado: se habla de la tierra propia, como patria, como si se tratara de un ser ajeno a nosotros, sus ciudadanos. Pero si la patria es invertebrada es porque lo somos nosotros, esos ciudadanos. Si. No existe entre la tierra en la que se nace y quien nace en ella una suerte de relación de filiación tal como la que hay con los genitores, quienes en los genes transmiten tendencias, inclinaciones y maneras de ser que, si bien no son determinaciones absolutas pueden llegar a serlo en función del uso personal de la libertad interior y de la conciencia de cada cual.

El concepto de ciudadanía es la plena pertenencia a una comunidad. Pertenencia al margen de todas las desigualdades que existan en ella, pues el concepto define una igualdad que es de base y más profunda. En lo más hondo, esa igualdad se funda en la existencia de una Naturaleza humana común a todas las personas por el sólo hecho de ser tales, de la cual dimana un conjunto de derechos correlativos de deberes que tiene la persona humana miembro de la sociedad y, por tanto, ciudadana. Así, no es que el Estado, porque garantice los derechos humanos sea fuente de los derechos. La obligación del Estado es garantizarlos. Igual como al policía corresponde garantizar la vida de la persona, pero no es la fuente u origen de esa vida, tampoco el Estado es fuente del derecho. De esa misma concepción no solamente se postula la igualdad de las personas sino se reconoce la existencia de una igualdad esencial que, en ese plano de la esencialidad, le es común a todas. Sin embargo, lo que no es posible es pensar en una inexistente igualdad existencial, pues todos los seres humanos somos existencialmente distintos, de tal radical manera, que el fenómeno humano de la existencia de cada cual es irrepetible en el espacio y en el tiempo, a tal punto que no existirá otro igual a lo que cada cual es, ni en toda la extensión del cosmos y por los siglos de los siglos.

Entonces, como conclusión de lo anteriormente expresado, si la Nación es invertebrada es porque los ciudadanos lo somos. En efecto, la Nación venezolana no es la tierra que pisamos y donde nos asentamos sedentariamente; ni las montañas sean colinas o cumbres inmensas; ni los ríos sean arroyuelos o corrientes inmensas y tormentosas; ni los valles extendidos hasta perderse en lontananza. No. Somos nosotros los venezolanos; seres humanos aquí nacidos o llegados para arraigarse; seres con nuestro meldar o aprender; con nuestro decir y enseñar; con nuestro querer u odiar.

El tema conduce, necesariamente, a revisar a fondo el concepto de ciudadanía, no para ilustrarse, sino para actuar en consecuencia.

El moderno concepto de ciudadanía comprende las tres dimensiones de la Sociedad: civil, política y propiamente social. La dimensión civil contiene las relaciones que entre ellos entretejen los miembros de la Sociedad. Éstas se agrupan en dos categorías: relaciones interpersonales y relaciones impersonales. Acá tiene asiento el derecho, en cuanto garantiza la justicia en esas relaciones, significa garantías para la diversas expresiones de la libertad individual y asegura el general derecho a la justicia.

En la dimesión civil, la categorías de las relaciones interpersonales se refiere a los tipos de intercambios que derivan de la proximidad o vecindad del Otro: familiares, amistosos, laborales, comerciales, culturales, deportivos, etc. La categoría de las relaciones impersonales también abarca intercambios, pero con semejantes que no corresponden a una sistemática orgánica, como los anteriores, sino a la casualidad de encuentros, frecuentes y diversificados, que en cada persona tiene con semejantes conocidos de manera personal sino de manera accidental. policías de tránsito; asistentes a un espectáculo; el dependientes de tiendas, etc. Estos encuentros son de gran importancia y se producen en espacios llamados “públicos”, que no son simples ámbitos espaciales, puesto normalmente.

La dimensión política comprende la participación en actos de la orientación del Cuerpo Social hacia el alcance de su finalidad, que es el Bien Común General, función propia del Estado, en cuyas acciones y decisiones al ciudadano le corresponde influir, sea directamente cuando ejerce funciones de gobierno, o indirectamente cuando de alguna manera influye sobre dichos actos.

La dimensión social reúne actos por los que los ciudadanos participan de los beneficios de la vida social que, como Bien Común General, debe proporcionar logros que debe proporcionar la Sociedad para el desarrollo del potencial que cada persona tiene, a fin de que exista igualdad de oportunidades en el conocimiento y participación de servicios. Ejemplo de esto es la Educación.

En una brillante conferencia que pronunciara en 1990, ante un grupo de graduandos del IESA, el doctor Moisés Naïm dijo palabras cuyos contenidos conceptuales conforman una verdadera joya ilustrativa de lo que la idea de ciudadanía es y verdaderamente significa. Recomiendo su lectura.

Ejemplos de la carencia.

Muchas manifestaciones de la vida expresan nuestra carencia de ciudadanía. Quizá una de sus más evidentes expresiones la encontramos en el tráfico de nuestras ciudades: es trágico ver y padecer cómo la circulación de vehículos en ellas, especialmente en la Capital, se hace más lenta, pesada y difícil como consecuencia del comportamiento individualista de la mayor parte de los ciudadanos, sean conductores o peatones: cuando se llega a una intersección, no nos detenemos al ver que en la inmediata calle el tráfico está detenido por la cantidad de autos, camionetas y camiones que la ocupan, sino que pasamos si la luz del semáforo es verde (y a veces roja), sin percatarnos de que vamos a obstruir la circulación perpendicular y sin tener en cuenta que, en el próximo cruce, tendremos que detenernos porque otros han hecho lo mismo que acabamos de hacer y que ello, realizado por todo el conjunto de los conductores, en actos semejantes, determina que el tráfico se haga mucho más lento de lo que es, con perjuicio general para todos: Es desconocer la importancia y significado del Bien Común que redunda en el Bien personal. Lo mismo puede decirse de los autobuses que no respetan las olvidadas “paradas” y se detienen para tomar y bajar pasajeros en cualquier sitio; de los peatones que hacen caso omiso de los semáforos y líneas para pasar las calles y, por supuesto, de los motociclistas que se lanzan velozmente, por calles y autopistas, con abuso e irresponsable riesgo de la propia vida.

La ya referida Conferencia de Moisés Naim en el IESA contiene una frase muy significativa, pues expresa un quehacer urgente en nuestra realidad del presente:
“No debe haber reto mayor para la Venezuela de estos tiempos que romper con la apatía y la indiferencia hacia cualquier esfuerzo dirigido al bienestar colectivo.”

Es un quehacer de todos y cada uno de los venezolanos, que nada tiene de imposible. De algunas manifestaciones del mismo, tenemos grandes ejemplos: El imponente valor y significado universal que significan los esfuerzos realizados por el promotor, músicos y tantas personas que se han dedicado a conformar ese formidable ejemplo y sorpresa universal que es el conjunto de Orquestas Sinfónicas, integradas por jóvenes entregados a asumir el reto de convertirse en actores musicales de alta categoría. Y si queremos citar otro ejemplo de los días presentes, sea el reto asumido por quienes, con paciencia y tesón, fueron trabajando para organizar y elevar el nivel futbolístico personal y colectivo de la Vino Tinto, que, en estos días y ante la situación critica que vivimos en nuestro país, nos ha llenado de alegría a todos los venezolanos.

Si esas -y muchas otras grandezas- se han podido hacer, quiere decir que si se puede. ¡Si! Podemos superar carencias, vencer limitaciones y transformar, en poco tiempo, esta situación de país en camino de un ulterior y mucho peor subdesarrollo, para hacer de Venezuela, más que Nación de primer mundo, bendita “tierra de gracia”.

¿Qué hacer?

Bien lo expresó Naim en su ya citado discurso del IESA: Se trata de
“recuperar o asumir, por primera vez, el rol de ciudadano en el país que es de uno … única manera de reducir las posibilidades de las tendencias despóticas y totalitarias que, a pesar de todas las experiencias históricas, aún pululan entre nosotros, disfrazadas de cinismo y amparadas por la apatía y la indiferencia”

¡Estas palabras de Naïm son de 1990!

En la obra “País Archipiélago. Venezuela, 1830-1858”, el historiador Elías Pino Iturrieta incluyó textos publicados en el periódico El Mercurial de Valencia de 1831 después de consumada la desaparición de la Gran Colombia, cuando Venezuela asumía vida de República independiente.

Uno de esos textos, de fecha 10 de marzo, vale la pena que sea conocido pues pareciera destinado no a los venezolanos de la naciente Cuarta República (que por cierto se inició en 1830 y terminó el 28 de mayo 1864, cuando la Nación fue denominada Estados Unidos de Venezuela por la Constitución sancionada ese día por el Congreso) de entonces, sino para todos los compatriotas de hoy:

“La felicidad no puede salir de las acciones del gobierno, como pensaban hasta hace poco los venezolanos. La felicidad sale de los interesados, y únicamente de ellos, que pueden reclamar a la autoridad política los elementos para lograr el propósito, como es su obligación. Una obra como la que comienza, garantiza su existencia en la voluntad de los ciudadanos, cuyo interés debe ser, primero, la industria constante; después, la vigilancia de la administración para que la autoridad proteja el fruto de la industria y le permita el crecimiento en que se apoye la subsistencia y florezcan los placeres ganados de la industria.”

El sólo propósito de nuestros compatriotas, de así cambiar de actitud de vida, comenzará a desmontar estructuras del atraso cuyas raíces se esconden en profundidades de tiempos primeros de nuestra historia, tales como el rechazo al trabajo productivo; el facilismo; la pertenencia a pequeños y cerrados grupos sociales primarios de pertenencia, directamente vinculados a lo que el P. Alejandro Moreno ha llamado “Familia matricentrada”.

Ese cambio de actitud de vida tiene que iniciarse saliendo de la cárcel que encierra en el propio Yo y somete la vida y la realidad toda a los dictados del ego de cada cual. Salir de tal cárcel permite descubrir la presencia del Otro, a quien se le descubre como semejante, lo que conduce a compararlo con la propia realidad personal y a descubrir que, como ocurre en el interior de la propia persona, en el del Otro no son diferentes los problemas, ansiedades, esperanzar, angustias y consuelos.

Tal es la gran tarea que, como irrenunciable deber, se impone, hoy a la conciencia de todos los venezolanos, más allá de todo “ismo”, sea éste rojo, blanco, verde, amarillo, azul, ..etc.

Si todos diéramos ese paso, avanzaríamos sorprendentemente en la superación del todo social, abriendo la Patria a la integración, la armonía, el respeto y la solidaridad, bienes inestimables de los cuales carecemos.