Pedro G. Paúl Bello Weblog

miércoles, abril 11, 2007

Y HACE UN LUSTRO YA. . . . .

Releyendo viejos documentos de apoyo a mis cursos en la Universidad, hube de volver sobre el Discurso de Orden que en el acto de graduación del Master en Administración, pronunciara Moisés Naím en el IESA, en 1990, hace 17 años. Fue, en verdad, un discurso sencillo, directo, pero, sin lugar a dudas, magistral.

Inició Naím sus palabras diciendo que es distinto habitar en un país que ser su ciudadano: “Habitante puede ser cualquiera, ser ciudadano, en cambio, requiere ciertas condiciones” y, en tal idea simple en su formulación y comprensión, el Profesor Naím extendió su pensar hasta cubrir magistralmente el tiempo de su intervención.

Explicó que el ciudadano –a diferencia del simple habitante- tiene derechos que, por supuesto, son correlativos de deberes- cuyo ejercicio se realiza interviniendo sobre el gobierno, lo que no significa, necesariamente, ser gobierno o participar en él.

Con base en la expresión de Edmund Burke: “la única condición para que prevalezcan las fuerzas del mal es que los hombres de bien no hagan nada”, Naím desarrolló la idea de que si los venezolanos hubiésemos actuado como ciudadanos y no como habitantes, los problemas que se habían venido acumulando hasta entonces (1990), no habrían sido tan graves, especialmente si verdaderos ciudadanos no hubiesen dejado solos a los políticos sin exigirles ni acompañarles, para después condenarles y, de tal modo, actuar con “síndrome del antropólogo” que consiste en ver las realidades del país como lo hacen estos visitantes, sin involucrarse en ellas y, lo que es peor, con el asumir actitudes evasivas y pasivas cuyos resultados, dice pronosticando en 1990, no serán sino el “fatal retroceso” en el que se aceptará, sin alarma, que “cualquier cosa es mejor que lo que se tiene y que hasta un cobarde e incompetente caudillo militar puede ser preferible a gobernantes democráticamente electos”.

Con en mente el recuerdo de lo que aconteció tal día como el de hoy, hace un lustro, reconozcamos que ese día los venezolanos no actuaron como habitantes sino cual auténticos y decididos ciudadanos. Centenares de miles de ellos se movilizaron en Caracas en la que fue, tal vez, la mayor manifestación política ocurrida en este país. Ese día, fue de ruptura total con la apatía e indiferencia que en su discurso señalaba el Profesor Naím, y fue, también, de asunción de valores y actitudes que él mismo indicaba como muy eficaces para resolver problemas y enfrentar situaciones de crisis.

De manera muy lamentable, inexperiencias, precipitaciones en el actuar, falta de reflexión sobre la realidad concreta que se vivía aquellos días del 11 al 13 de abril, determinaron que lo que pudo ser una jornada libertaria se tornara en efemérides de opresión, con la espantosa secuela de sufrimientos, injusticias, violaciones de toda suerte de derechos, atropellos y de graves hechos que comprometen fatalmente el progreso, la cultura y la paz de nuestra Nación.

Desde entonces, fraudulentas victorias gubernamentales y sospechosas conductas opositoras, se han sucedido con la acumulación de consecuencias que, una y otra vez, en fatal sucederse, aplastan repetitivamente entusiasmos que se levantan, esperanzas que se iluminan y fuegos que se encienden en espíritus ilusionados de la gran mayoría de los venezolanos. Cada vez que esto ocurre, resurgen apatías y desilusiones, mueren sueños, apáganse luces y aspiraciones. Densas oscuridades nos envuelven y el mal opera más activo bajo sombras y tinieblas.

Hoy, como nunca antes, es hora de recordar lo que de Huxley citara Moisés Naím para cerrar su brillante discurso: “la experiencia no es lo que sucede a una persona; es lo que la persona hace con lo que le sucede”. Hagamos, hoy precisamente y conmemorada la Resurrección de El Señor, todos como algunos ya hacen, el voto de abrirnos a la Luz; de hacer resplandecer nuestros espíritus con rayos de esperanzas; de salir de nosotros para ir iluminando y, así, disipar con nuestros fuegos las tinieblas que parecen rodearnos. Volvamos a Emaús; a Carabobo; a Boyacá, Junín y Ayacucho.
A la Patria.

sábado, abril 07, 2007

ANTE EL PRESENTE

Pocas dudas quedan ya sobre el carácter totalitario del régimen que trata de imponerse, definitivamente, en Venezuela.

En el exterior, la observación internacional ha venido descubriendo, de manera paulatina pero constantemente progresiva, aquellos rasgos que tipifican al totalitarismo: concentración centralizada del poder; continuismo indefinido de su ejercicio personalizado en manos del Jefe; supresión real de la separación de los Poderes Públicos en beneficio del Ejecutivo; desmontaje de instituciones; constante manipulación y movilización de masas organizadas; creación de cuerpos militarizados preparados para la represión; expansionismo allende las fronteras nacionales; intensa política armamentista; partido único oficial; descalificación de toda manifestación oposicionista; conculcación de la libertad de expresión; etc.

Pero hacia lo interno del país y para la mayor parte de la población, totalitarismo no resulta ser un concepto de fácil comprensión. No obstante, ante sus efectos reales si hay respuestas sumamente sensibles: la idea de ver limitadas las libertades resulta intolerable para una población cuya vida cotidiana muestra muy arraigada su práctica de la libertad. También es aberrante el inusitado propósito, públicamente revelado por el propio Presidente de la República, de ser indefinidamente relecto en ese cargo lo que, ipso facto, y una vez consumado como hecho, habría de bastar para que el Consejo Permanente de la OEA explicara sanciones extremas contra el gobierno de este país que, así, se habrá expresamente desvinculado de la obligatoria condición democrática que impone la Carta Democrática Interamericana de ese organismo a todos los Estados miembros.

Esas características sugieren dos orientaciones fundamentales del trabajo opositor: la primera, vertida hacia lo externo, es la de –con base en la verdad- mostrar, en toda su extensión, profundidad y alcance, no sólo el carácter totalitario del régimen chavista, sino el riesgo que involucra tanto para la región panamericana como para el mundo occidental en general. La segunda, orientada a lo interno del país, debe tener por principal objetivo el hacer que los venezolanos tomen clara conciencia sobre la verdad del llamado "proceso" y la amenaza que éste significa para la común y ordinaria vida personal de cada ciudadano. Que perder la libertad no es asunto que sólo afecta al vecino -como deriva de experiencias de pueblos que, en su trágico momento, así procedieron- sino a los valores, familias, conductas, creencias, bienes y aspiraciones de cada cual individualmente considerado.

La conciencia internacional sobre Venezuela ya ha sido activada. Su evolución y progreso luce firme e indetenible, pero todo esfuerzo que se sume va a contribuir positivamente en ese desarrollo. Sobre la conciencia nacional mucho falta aún por hacer: el punto de partida es, sin dudas, SUPERAR EL MIEDO. Temer es de la naturaleza humana; sobreponerse al temor el del valer de la persona humana y de su libertad profunda o libre disposición de sí misma. Luego, es menester ORGANIZARSE, cada cual según sus posibilidades, recursos personales y fuerzas. Finalmente, ACTUAR, pues sería necio permanecer mano sobre mano.

¡SURSUM CORDA!

martes, abril 03, 2007

VERDAD Y VALOR

La vida suele confrontarnos con nuestra realidad profunda, esa que tememos porque normalmente nos muestra la verdad de nuestra razón de ser. En política, cuando tal ocurre, quien es puesto a prueba puede escapar al reto y tratar de distraer su atención y la de quienes esperan su palabra y, así, repiten trivialidades insustanciales que no dan cuenta de la verdad o, por el contrario, puede apelar a sus valores profundos para decir, simple y directamente, lo que su conciencia conoce como verdad.

La primera alternativa muestra la actitud de un político que no puede ser líder. La segunda es la de quien está dispuesto a correr todos los riesgos para sostener la verdad que conoce. Es este el verdadero líder y es esa la condición de posibilidad de todo liderazgo, diriamos hoy, “sostenible”, valga decir, capaz de convencer, lo que es mucho más importante que vencer.

No puedo dejar de expresar mi sentimiento de admiración y sincero reconocimiento hacia tantos venezolanos que, sin arredrarse por la realidad de juicios emprendidos por la tiranía contra quienes, como ellos han actúan, rechazan siempre la tentación de silenciar sus conciencias y proclaman a los cuatro vientos la verdad que saben imperativo decir.

Son ellos vivos ejemplos para los jóvenes de este país, a fin de que se animen a imitar el valor que muestran, porque no lo hacen para conquistar “espacios” o mantener “seguridades” con actitudes acomodaticias, sino para asumir su responsabilidad de dar un paso al frente en esta oscura hora que vive la República.