Pedro G. Paúl Bello Weblog

lunes, julio 27, 2009

LA FARSA DE LA SOBERANIA Y VOLUNTAD DE LOS PUEBLOS

Poco después de la primera reunión realizada por la Organización de Estados Americanos (O.E.A.), cuyo el propósito fue considerar y buscar soluciones a la situación planteada en Honduras a raíz de la destitución del Presidente de la República, Señor Manuel Zelaya, decidida conforme a la vigente Constitución hondureña por los legítimos Poderes Constituidos de ese Estado, escribí algunas líneas en las que expresé que esa reunión había sido patética.



Lamentablemente, los posteriores acontecimientos no sólo han sido patéticos también, sino que, con excepción de la moderada mediación del Presidente Oscar Arias de Costa Rica, muchos de ellos han resultados ridículos y hasta serían risibles si no fuera por la importancia y gravedad de lo que está en juego: la paz y el respeto a una Nación soberana y a su pueblo de más de ocho millones de personas.



Expuse, en la referida nota, parte del artículo 2º de la Carta democrática Interamericana que reza: “La democracia representativa se refuerza y profundiza con la participación permanente, ética y responsable de la ciudadanía en un marco de legalidad conforme al respectivo orden constitucional”.



No es necesario, pues, ser genio de la política o de la diplomacia para ver, con ojos de razón y vista en lo que --como idea y valor de la democracia-- se dice creer y defender, para descubir que la respuesta a la crisis de Honduras no la pueden aportar sino los ocho millones de ciudadanos hondureños y nadie más, por muy buena voluntad, autoridad y disposición que pueda tener.



El problema --lo escribí en una siguiente nota-- radica en que en los Organismos Internacionales tipo O.E.A., no están representados los pueblos sino los gobiernos. Esto determina que, muchas veces, las decisiones que se toman vengan sesgadas por intereses políticos de éstos con olvido de la voluntad de aquéllos.



Entiendo que se está proponiendo una nueva reunión o encuentro de Presidentes latinoamericanos para insistir en la fórmula de Costa Rica propuesta por el Presidente Arias. Me pregunto: ¿por qué no se hace una consulta referendaria en la que el pueblo de Honduras exprese, libre y limpiamente, lo que quiere que se haga en su país?



¿No es eso lo sensato? ¿No es lo que obliga en democracia?

¿Quiénes deben manifestar su voluntad?

¿Los hondureños o los presidentes del grupejo marxista del Alba?

Lo que pasa es que los intereses “chequero-revolucionarios” están sobre las ideas de las supuestas democracias, en cuyos valores y principios no se cree porque todo es una gran farsa: ¡la farsa de la soberanía y voluntad de los pueblos!

sábado, julio 11, 2009

LEDEZMA ¿Y EL CABALLO?

“Ledesma ha regresado en una hora de esperanza de la
Patria. Y también en una hora de inquietud y de zozobra ante el peligro..Ha llegado como símbolo de
nuestro propio deber social"


Mario Briceño Iragorry

EL CABALLO DE LEDESMA


De las obras de Don Mario Briceño, una de las que más complacencia me produce es “El Caballo de Ledesma”. Con las elegancia y sonoridad acostumbradas, propias de su personal estilo, sus ideas fluyen como en transparente claridad de aguas puras y entretejen entre ellas reflexiones, consejos y propuestas que, como bálsamo, se sobreponen en las dolorosas y seculares heridas de la Patria.

Es la historia del “indomable hidalgo” que tenía “a menoscabo de su reputación el volver la espalda al enemigo sin hacer demostración de su valor”. Así, jinete solitario e indomable, sin poner ojos en muerte sino en el reto responsable de su deber patriótico, “salió, como nuevo cruzado, a enseñar una lección de ámbito perdurable”. El caballo de Ledesma, escribe Don Mario, fue hecho para soportar “no a hombres con sogas para la cacería de sus semejantes, sino a espíritus dispuestos al permanente sacrificio por la libertad”.

La coincidencia en la proximidad de apellidos del legendario Alonso Andrea de Ledesma, jinete solitario que relata Oviedo y Baños y sublima la obra de Briceño Iragorry, y el del digno Alcalde Metropolitano de la Caracas de nuestros días, se me antoja no casual. En el misterio de la humana vida abunda el esconder, bajo coberturas de casualidades, muchos y reales hechos que descubrimos causados. Un amigo imaginario con quien compartí, en sueños, estas reflexiones, me espetó, el muy pragmático: ¡pero si Ledezma no tiene caballo! Luego del inicial desconcierto, la única reacción que me vino en mente fue la de preguntarle al Alcalde Metropolitano por el caballo. Por eso el título de este escrito.

En busca de auxilio para tan difícil situación acudí a Don Mario y, apenas abierta de nuevo su obra, en su segunda página, leí clara la respuesta: “Y el viejo corcel reaparece hoy sobre la faz de nuestra historia con su ímpetu de mantenido frescor”. Y a punto seguido, cual resumen vespertino de Globovisión: “Los nuevos filibusteros --ladrones de espacios y de conciencias—andan entre las aguas de la Patria, amenazando nuestra economía y ultrajando la dignidad de nuestros colores”. ¿Casualidad? Y prosigue el texto de Don Mario: “Como en los viejos tiempos de la piratería colonial, su anuncio ha asustado aún a los ‘guapos’, y en muchas manos ha corrido ya el sudor del rendimiento. La fe ha empezado a flaquear en el ánimo de quienes sólo tienen premura para el hartazgo, y más de un agazapado, más de uno de esos traidores vergonzantes, suerte de Esfialtes de bajo precio en perenne trance de entregar los senderos de la Patria, se han dado a la tarea infamante de esparcir, como salvoconducto para el enemigo, las consignas del miedo pacífico y entreguista”.

¡Por supuesto! ¡Ledezma si tiene caballo! Muchos caballos, no sólo para él, cuyo es el del sacrificio por la sociedad; sino para tantos que le han acompañado en su gesto valiente, responsable y patriótico. Gesto de compromiso con la verdad, con la honestidad y sobre todo con la certeza real de poder transformar la marcha de Venezuela que hoy recorre caminos de división y odios, de mayor pobreza e ignorancia, para remontar por la senda de la democracia hacia el destino que le corresponde a su pueblo generoso.

Tenemos caballos poderosos e inagotables. Los más fuertes: caballos de quienes no hemos renunciado a la libertad para doblegarnos ante la esclavitud. Tenemos caballos poderosos de la verdad y de la fe. Tenemos caballos de la palabra para hacer cruzadas contra el silencio: “No se puede callar por falsa prudencia ni en momentos de desarmonía social, cuando la palabra adquiere virtud de temeridad .”

Tenemos los caballos de sembrar nuestras tierras fértiles y los de poner en acción nuestra inventiva para desarrollar técnicas y procedimientos de producción. Tenemos caballos para desbocarlos de fe, de alegría, de esperanzas, de ideales y de sacrificios por los demás.

Tenemos, especialmente caballos de espírutus que es “fuerza que anima y enrumba la marcha de la sociedad. Es la virtud antimarxista por excelencia...el sólo aglutinante social que puede evitar la crisis definitiva de la civilización.”

Los caballos de Ledezma ya recorren los caminos del país y, a su paso, anuncian la Patria regenerada. Estuvieron a su lado y están por todas partes.

domingo, julio 05, 2009

LA OEA Y SIMILARES

El caso patético de la OEA, anteriormente tratado, exige necesariamente no quedarse en la crítica ni contentarse con la denuncia. Es menester indispensable profundizar en ello con el propósito de encontrar soluciones a una realidad que no puede continuar como históricamente ha sido.

A mi manera de ver, el fondo del problema consiste en que este tipo de organizaciones internacionales se interesa, de manera casi exclusiva, por los intereses de los gobiernos en ellas representados pero no de los de sus correspondientes pueblos. En efecto, como es sabido, tales organismos internacionales son integrados únicamente por representantes de los gobiernos de los países que son sus miembros.

La experiencia latinoamericana es un buen ejemplo de ello, y lo que acaba de acontecer con las actuaciones de la OEA, en el presente caso de la República de Honduras, no es sino una muestra probatoria más, de que ese organismo no atiende intereses y necesidades de las poblaciones de Naciones que se dice lo integran, sino de la mayoría de los gobiernos que las representan. Cuando el signo dominante de los tiempos en nuestro Continente ha sido de gobiernos dictatoriales de la llamada “derecha” política, las decisiones del Organismo han obedecido a sus intereses; cuando esa mayoría ha sido, como hoy lo es, de tendencia orientada por mayorías de la llamada “izquierda”, las decisiones se han sesgado a favor de los intereses de esa corriente. En ambos casos, los intereses de los pueblos han sido preteridos sin justificación alguna, y se han asumido posturas no democráticas, en tanto en cuanto se han divorciado del fundamento teórico de la democracia que es --debe ser-- la voluntad popular. Esa situación, de real y no aparente condicionamiento, no es extraña al resto de organizaciones del mismo tipo y funciones.

Por ello, en el caso de Honduras, en el que las instituciones de Poderes Públicos de esa Nación han intervenido, conforme a su texto constitucional y sin menoscabo por detalles marginales de procedimientos que no han alterado la validez y legalidad de sus decisiones, el Organismo Internacional al que pertenecen, dispuso, de espaldas a la soberanía de la Nación hondureña, intervenir e interrumpir la voluntad decisoria de los Poderes Constituidos soberanamente, conforme a su Carta Magna, con perjuicio para el desarrollo democrático de Honduras y con riesgo de causar graves daños que amenazan su paz interna.

¿Es que acaso la OEA va a asumir la responsabilidad que por ellos le correspondería?

Por otra parte, es patente --como en la presente situación que, desde hace más de diez años, padece Venezuela-- que cuando se producen graves alteraciones y efectiva interrupción del proceso democráctico, la OEA se cuida muy bien de omitir toda acción, toda investigación, toda gestión que tienda a rescatar los valores que un gobierno totalitario ha irrespetado con multitud de violaciones y atropellos.

Los organismos internacionales no son sólo necesarios, sino indispensables, como garantías del orden democrático y del respeto a los derechos humanos, conforme corresponde a la eminente dignidad de la persona humana. Pensar en suprimirlos o eliminarlos sería, más que una insensatez, una locura.

Una alternativa válida para solucionar este “impasse” o vía sin aparente salida, es la de que la representación en ellos de las Naciones miembros no sea de los gobiernos sino de las sociedades civiles de esas naciones, ejercida a través de sociedades intermedias como Academias, organizaciones gremiales, Universidades de prestigio y ONG’s reconocidas, las que propondrían canditatos cuyas designaciones confirmaría la población mediante procesos comiciales.

Democracia no es un sistema estático y petrificado en el pasado, sino dinamismo permanente en inagotable búsqueda de su mayor perfección. Ha llegado la hora de poner en marcha instrumentos válidos para la realización de su perfeccionamiento.